El veterano murallón junto a la fuente de Reding, que parece soportar él sólo el Monte Sancha, fue la solución del propietario para eliminar de un plumazo «un callejón o apartadero de gente de mal vivir». Junto con una fuente superviviente, es el único resto que deja constancia de la Hacienda Giró, símbolo del poderío económico del industrial gibraltareño Juan Giró Morelo (1797-1872).

Cuando compró la finca en la ladera del Monte Sancha en 1853, apenas era un ventorrillo con viñas. En pocos años lo transformó en una de las mansiones más fastuosas de Málaga. Desde 1841 era el director de la Ferrería El Ángel, así que el trabajo lo tenía a un tiro de piedra, porque se levantaba donde hoy están los pisos de Cantó (la ferrería funcionó hasta 1862).

Gracias al trabajo de la investigadora Julia de la Torre Fazio, sabemos mucho de esta histórica mansión, demolida inexplicablemente a finales de los 70 del siglo pasado. Contaba con jardines en terrazas de gran belleza, jalonados por fuentes, estatuas italianas del XVIII, así como arcos y barandillas de hierro forjado hechos, por supuesto, en El Ángel. Por cierto que la construcción de los jardines, que tenían un pequeño manantial, dejó seca durante un tiempo la fuente de Reding. Y en cuanto a las estatuas, parece que algunas de ellas procedían del bergantín inglés Isabella, que naufragó en 1855 en el estrecho de Gibraltar -a Giró se le encomendó la subasta de los objetos recuperados-.

En cuanto a la casa, de unos 400 metros cuadrados, contaba con dos amplios salones con ricas pinturas en los techos de estilo neopompeyano.

Pero lo más llamativo era el amor por el coleccionismo de obras de arte de Juan Giró y su mujer, María Manuela de Aramburu: en la Hacienda Giró había cuadros de artistas como Murillo, Ribera, Giordano y Mengs.

Juan Giró muere de úlcera en 1872 y dos años más tarde, de viruelas, Juan, su único hijo. La viuda vende la finca en 1888 a Tomás Heredia Grund, nieto de Manuel Agustín Heredia. Tomás fue quien construyó, en el Camino de Vélez, las casitas inglesas junto a la fuente de Reding, en terrenos de la Hacienda Giró. Pero allí no viviría sino que se la alquiló en la década de 1890 a la inglesa Mrs. Cooper, que abrió allí la pensión Cooper, que funcionó hasta los años 20 y quizás, comienzos de los 30.

Tras la muerte de Tomás Heredia en 1893, la finca pasó al conde de Barbate, que siguió con el alquiler a la señora Cooper y desde 1928 hasta su venta a las Teresianas en 1959, estuvo en manos de la familia Kusche, los fundadores de la conocida sociedad consignataria de buques. En ese amplio periodo la pensión se convirtió en el hotel Belaire, que en los años 30 se anunciaba como un balneario y tenía capacidad para 45 personas. Las teresianas levantaron el colegio en 1963 sin tocar la casa, que se usó como residencia para monjas y alumnas, hasta que a finales de los 70 fue demolida para construir una moderna residencia, el centro Almar. Julia de la Torre apunta que las pinturas del techo también desaparecieron. Málaga perdió, una vez más, un tesoro patrimonial. Tan sólo queda la vieja muralla del Paseo de Sancha.