«Después de un siglo, todavía escuece en el pueblo, por eso he intentado no hacer daño. A la gente lo que le gusta del libro (editado por la Sopde de la Diputación) es que está documentado», cuenta el investigador malagueño Miguel Alba Trujillo, quien confiesa que en sus investigaciones le atraen mucho «las cosas desconocidas, ahondar donde hay poco o casi nada».

Por este motivo, ha ahondado en los poco divulgados sucesos de Benagalbón de 1914, que conmocionaron la capital de la provincia y llevaron al rey Alfonso XIII a actuar. Rincón de la Victoria los conmemoró el pasado mes de marzo y fue un homenaje conjunto al guardia civil asesinado y a la familia Roldán, víctima de este oscuro complot que llevó a tres inocentes -padre, madre e hijo- a pasar 11 años en la cárcel, hasta que un valiente grupo de catalanes, encabezados por el periodista Eduardo Sanjuán, sacó a relucir la injusticia y lograron, en 1925, el indulto real.

Este el motivo de que el libro de Miguel Alba, La tragedia de Benagalbón 1914-1925 lleve el subtítulo de Málaga y la conexión catalana. Además, el escritor malagueño ha localizado una fuente impagable: el libro escrito por el periodista Eduardo Sanjuán sobre los sucesos. «Los escribió para cuando la familia Roldán salió de la cárcel en el 25, para recaudar dinero porque las criaturas estaban sin blanca».

El día de las elecciones

Los sucesos de Benagalbón tuvieron lugar el domingo 8 de marzo de 1914, día de elecciones a diputados a Cortes. Como explica el autor, liberales y conservadores seguían alternándose en el poder y manipulando las elecciones de forma descarada. «Los caciques se regodeaban de que iban a ganar siempre porque les entregaban las actas en blanco», cuenta Miguel Alba.

Ese fue, precisamente, el rumor que se extendió el domingo electoral en Benagalbón, que el año anterior había inaugurado la Casa del Pueblo o Centro Obrero, gracias a que los trabajos, en el centro del pueblo, se hicieron por la noche. Al mismo tiempo, en la zona predominaban las sociedades obreras republicanas, así que la tensión estaba servida.

Muchos paisanos rodearon desde la noche antes el colegio electoral. Sus temores se confirmaron cuando el presidente del colegio, a la hora del almuerzo, pretextó salir para tratar de huir por un corral: «Apenas asomó la cabeza a lo alto de la tapia, se encontró con que estaba allí otra mitad de los vecinos de Benagalbón que sabían de antemano con quién se las entendían y tenían que hacer», contaba el diario El Socialista.

Los nervios crecieron, y a la seis de la tarde un vecino gritó «¡Qué nos roban el acta!». La Guardia Civil trató de impedir la avalancha de vecinos, que empezaron a tirar piedras, los agentes dispararon al aire y uno de ellos, el aloreño Domingo Almodóvar, de 31 años, casado y padre de cuatro hijos, resultó degollado por un cuchillo.

De resultas de la turbamulta fueron detenidos nada menos que 84 vecinos, entre ellos los tres principales acusados como autores materiales del crimen: Enrique Roldán González, su mujer Dolores Gómez Villalba y el hijo de ambos, Enrique Roldán Gómez. Se da la circunstancia de que padre e hijo eran conocidos republicanos. Enrique hijo, de hecho, era vicepresidente de la Juventud Republicana de Benagalbón. El matrimonio, al ser detenido, dejó siete hijos desamparados.

Los 84 detenidos, recoge la prensa, sufrieron maltratos y algunos de ellos fueron obligados a asistir al entierro del Guarda Civil. Durante el traslado a Málaga, una de las detenidas perdió la razón. Y en el juicio (un primer consejo de guerra juzgó a 13 de los 84 detenidos iniciales), los testimonios que implicaron a los Roldán fueron muy débiles. En el caso del padre, se encontraba dentro del colegio electoral en el momento de la revuelta.

Monárquicos y republicanos aprovecharon los sucesos de Benagalbón para usarlos en sus luchas políticas. Mientras tanto, en el pueblo corrió el rumor de que el auténtico culpable había escapado gracias a sus contactos familiares.

En una de las jornadas del juicio, Enrique Roldán, el padre, acusó de ser el autor del crimen a Guillermo Pérez Díaz, a quien vio con el cuchillo y la mano ensangrentada. Curiosamente, una de las testigos, pariente de este último, primero dijo que no estuvo en el pueblo y luego implicó a la mujer de Roldán. Guillermo Pérez fue imputado pero luego su nombre desapareció del proceso.

Los tres Roldán fueron condenados a muerte y en 1915 un segundo consejo de guerra, en Madrid, confirmó la pena. La noticia causó una enorme conmoción en Málaga capital, hasta el punto de que se formó una comisión de todos los partidos para reclamar el indulto, al tiempo que se enviaban 3.000 telegramas al presidente del Gobierno, Eduardo Dato. En la comisión estaban entre otros el exministro Francisco Bergamín y el republicano José Gómez Chaix. Finalmente, a los tres presos se les conmutó la pena de muerte por cadena perpetua. Miguel Alba explica que «Málaga entera se volcó» con la comisión al llegar a la capital con una gran manifestación de agradecimiento. «Hasta dieron permiso para cerrar todos los comercios».

Los Roldán, sin embargo, seguirían en la cárcel bastante olvidados hasta que en 1925, se produce un caso parecido: el asesinato de dos guardias civiles, la inculpación de un inocente y su liberación en la cárcel de Valencia. El periodista valenciano pero criado en Cataluña Eduardo Sanjuán y Bartolomé Amigó, responsable del gremio de taberneros de Barcelona, forman parte del comité de liberación. En la cárcel conocen a los dos Enrique Roldán y se convencen de su inocencia -Dolores, la madre, se encontraba en el penal de Alcalá de Henares-.

Se inicia entonces en el periódico barcelonés El Diluvio una campaña para reclamar la liberación, que termina por otorgar Alfonso XIII. Los tres familiares regresaron por fin a su tierra casi doce años después. Al llegar a Benagalbón supieron que habían muerto dos de los siete hijos que la pareja tuvo que dejar a su suerte.

Miguel Alba ha seguido el rastro de los Roldán. El matrimonio falleció en los años 50 y el hijo murió en Valencia. Pero el estigma de los sucesos siguió muchos años después. «Un señor mayor me dijo que cuando los jóvenes hacían la mili en los años 40, siempre decían: ´Cuidado, que éste es de Benagalbón´».

Este impresionante libro incluye el testimonio de Mariceli Cano Roldán, nieta y sobrina de los acusados: «Hemos vivido con el dolor y la convicción de que nuestros familiares fueron acusados de un crimen que no cometieron. Nuestro anhelo ha sido y será que se reconozca la injusticia cometida con el apellido Roldán».

Con la obra, destaca Miguel Alba, no se pretende buscar responsabilidades sino rescatar un episodio histórico y aportar nuevos datos sobre una tragedia que la Guerra Civil dejó en el olvido y que además de marcar a dos familias, la del guardia civil Almodóvar y la de los Roldán, marcó a un pueblo entero.