­Caía la tarde y el gentío se agolpó en la puerta de la Encarnación de la Catedral de Málaga. La procesión del Corpus, la procesión de las procesiones, vino ayer a llenar una tarde calurosa y de interrogantes. Un año más la feligresía -y los más entendidos- se preguntaban el porqué de una celebración de esta envergadura al ocaso del día. Había quien, incluso, cuestionaba si «esto era lo mismo que lo de Sevilla o Granada». Y tanto. Una procesión de marcada espiritualidad y que, no obstante, parece un rebaño sin pastor. Y los pastores, que sí iban ordenados, se esforzaban por alabar al Señor mientras acompañaban a la carroza que portaba la Sagrada Forma. Antes, cientos de cofrades y hermanos de Gloria que no querían ser menos.

Abría el cortejo la Policía Local a caballo, con cinco jinetes que hacían la delicia de los más pequeños. La banda de Bomberos, con su uniforme de verano tocaba sus cornetas anunciando el inicio del cortejo, al filo de las 19 horas. Tras ellos asociaciones de fieles, cofradías y hermandades agrupadas y no agrupadas. Volvieron a poner el broche Mediadora de la Salvación y Humildad y Paciencia, que dieron una lección de acompaña a otras muchas, históricas, que no llevaron ni tanta representación ni cirios. Sí lo hicieron María Auxiliadora, las Penas, Salesianos, Huerto, Sentencia, Expiración, Calvario o Dolores de San Juan. Las campanas de la Catedral repicaron a la salida de la Divina Majestad, que iba precedida por casi un centenar de niños ataviados con sus trajes de Primera Comunión. La mayor representación la del Colegio Gamarra, con veinte infantes vestidos igual. Alrededor, decenas de padres arremolinados con móviles en mano. Demasiados. Y este año una ausencia más: la de los niños seises, figura recuperada hace más de una década. Antes, la Banda Municipal, que interpretó Luz Divina. Tras la Adoración Nocturna, el clero, guiado por la voz de Alfonso Arjona, canónigo cantor.

Inmediatamente el brillo de los 92 kilos de plata de la carroza, que está siendo restaurada por la Escuela taller de la Catedral. Este año los faroles han sido cedidos por Fusionadas, del trono del Señor de Azotes y Columna y Salesianos hizo lo propio con dos de sus arcángeles. La nota de color la ponían los blancos liliums Casablanca y las rosas. Tras Jesús Sacramentado el obispo, los eméritos y el palio de respeto.

En cualquier caso, la procesión de ayer parecía huérfana. De hora, de cirios y de altares. Sólo había cinco de ellos: el de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa, montado por la hermandad de Prendimiento en la plaza de la Constitución, el de la Agrupación de hermandades de Gloria, el de la Cena, el de Humildad y Paciencia y el del Rocío. Pero sobre todo, parecía huérfana de orden y de aciertos.

Catalá aboga por la caridad y la esperanza

La misa Pontifical de la mañana, presidida por el obispo Jesús Catalá, y concelebrada por distintos sacerdotes, entre ellos del Cabildo Catedralicio, tuvo como ejes centrales la caridad y la esperanza. La Catedral de Málaga escuchó la homilía de Catalá, que quiso invitar «a crear espacios de esperanza en una sociedad asfixiada por el desamor, por la indiferencia y por la crisis».

Hizo especial mención a la labor social de quienes dedican su tiempo y sus bienes a los más necesitados, como Cáritas, aunque también se refirió a las cofradías, entidades fundamentales para la ayuda al prójimo en esta ciudad. «La solemnidad del Corpus Christi nos invita a entrar en el misterio de la Eucaristía, como sacramento del amor. Quien ha experimentado el amor de Dios está en condiciones de poder amar a sus hermanos».