Si yo decidiera presentarme para ser seleccionado como concursante del programa Pasapalabra de Tele 5, es un poné, como decimos en Málaga, y fuera elegido para participar al superar el test correspondiente (que ya es un suponer), y tuviera que competir con una señora o señorita que acudiera al concurso como yo, o sea, con parecidos méritos, pediría que las preguntas del rosco se sortearan, o esa, que los dos sobres cerrados se mostraran a los concursantes y mediante un sencillo sorteo cada uno corriera con su suerte.

Una vez superadas todas las pruebas que desembocan en la fase final, o sea, El Rosco, colocado ante el atril frente al presentador y a mi derecha o izquierda mi contrincante, y después de responder a la obligada pregunta de qué destino daría al bote acumulado y responder que después de ser informado de lo que iba a percibir tras la retención de la Hacienda, haría las cuentas. Agregaría que iba a ejercer de malagueño en la prueba. Dejo a un lado a mi contrincante, que se las entenderá como pueda, y me convierto en malagueño a los efectos de las respuestas a las preguntas elegidas mediante sorteo.

Al llegar mi turno, coronado con el rosco compuesto por las veinticinco letras de nuestro abecedario, el responsable del espacio me lanza la primera pregunta: «Empieza por A, privarse de alguna cosa, no participar en algo a que se tiene derecho, apartarse...». Y respondo: «Achantarse». Y llega a mis oídos un no rotundo y un ¡oh! de los asistentes al concurso. «Achantarse no viene en el diccionario. La respuesta acertada es Abstenerse». No hago ningún comentario. Me digo que he respondido en malagueño.

Ya no opto al bote. Después de preguntar a mi rival del día, vuelve mi turno. «Empieza con B: En superlativo, pelo que nace sobre el labio superior del hombre». Tardo un segundo en responder, y digo: «Bigotegamba». «Nooo. Bigotegamba no lo recoge el diccionario. Lo siento. Bigotudo es la respuesta correcta». Segundo fallo. A esperar a que me toque otra vez.

Mi contrincante (a) responde acertadamente cuatro palabras. Ya me gana 5-0. «Letra C: nalgas o zona carnosa que rodea el ano de las personas y animales». Como malagueño castizo respondo: «Chucolomengui». Otro fallo: la respuesta era culo. ¡Pues vaya!

Continúa la lucha entre los dos seleccionados. Letra D: Desordenado, que no tiene orden, que no cuida del orden de las cosas... Lo tengo claro, en malagueño ejerciente: «Desbalazao». Tampoco es la respuesta correcta según el conductor. La palabra buscada es desorganizado.

Un fallo más. Pero no me vengo abajo cuando oigo al presentador dirigirse a mí: «Empieza por E: sentir amor por una mujer, enamorarse, beber los vientos, desearla...». Naturalmente recurro al diccionario popular malagueño: «Enchocharse». Hay risas entre el público y nuevo castigo: lo que he dicho no viene en el diccionario. La respuesta correcta es Encariñarse.

De la F a la J

No me desilusiono aunque estoy a punto de batir el récord de fallos al sumar cinco seguidos. Parte del público me apoya pero con reservas. Llega la F: Persona que miente, que dice mentiras, que finge lo que no siente... Me sale del alma: «Farrullero». Pues no, no viene en el diccionario de la RAE. «Persona que miente, que finge que no siente... Farsante».

Vamos a ver si con la G acierto y al menos me apunto una respuesta acertada: con la G, bofetada, sopapo, molleja... Lo tengo clarísimo en nuestro diccionario: «Gofetá». Me corrige aclarando que la respuesta correcta es Guantazo. En Málaga, digo para mis adentros, te dan una gofetá, que es lo mismo.

Con la H ocurre otro tanto de lo mismo porque la definición de la palabra que empieza con H es «comer y beber en demasía hasta la saciedad». Cuando digo «Hartá» me corrigen con Hartazgo. Ya me estoy jartando con tanto fallo. Pero como he venido a concursar, lo deportivo y lo correcto es asumir la realidad.

Turno a la I: Empieza con I, aditamento o añadidura que se agrega a lo dicho antes. Yo me acuerdo de lo que dicen los malagueños de la calle al respecto: «Indemás». Otro fallo. Me informan de que la palabra buscada es Ítem.

J: Hay que buscar la palabra que empieza por J que responde a la definición de respirar, suspirar, resollar... Yo lo tengo claro. «Jálito». Un nuevo fallo porque jálito no está donde bebe la cultura española. La palabra buscada es Jadear. Ya van nueve fallos: estoy a punto de ingresar en el libro Guinness de los récord.

Y continúa El Rosco

No hay K porque en nuestra lengua lo sustituimos por la Q. ¡Adiós a los kioscos, a los kilos que nos sobran, los kilómetros, el kárate, los kilovatios que pagamos a precio de caviar y al kirieleisón del rosario. Pasamos a la L. Christian Gálvez pregunta, en esta ocasión con una definición corta: «Persona deslenguada, atrevida en el hablar». ¡Pues claro que es fácil! Respondo muy ufano: «Lengüetón». Tampoco viene en el dichoso diccionario que ha admitido últimamente culamen por culo.

No me desanimo ante un nuevo fallo. Con la M, inicia la perorata con final ignoto: «Mujer estéril, de dudosa feminidad». Respondo sin dudarlo: «Machoperico». Nooo. La respuesta correcta es Machorra. Será verdad, pero en Málaga sigue en vigor lo de machoperico.

Con la N veamos qué dardo nos lanza el presentador: «Algo resplandeciente, limpio, brillante, que presenta por primera vez, recién hecho...». Yo lo tengo claro y alardeo de mi vocabulario: «Níquel», respondo. ¡Otro fallo! «Resplandeciente, brillante, limpio... es ¡Nuevo!».

Con la Ñ no empieza la palabra del concurso: ¡Contiene la Ñ, avisa! Y la definición es: «Golpe que se da con la mano». Yo sigo en mis trece y respondo «Piña», que naturalmente me otorga un nuevo fallo, que debe ser el trece o el catorce. Los sabios de la Academia no admiten piña como puñetazo.

Letra O: Empieza con la O, trabajo de albañilería, de reparación de un daño en una carretera o edificio... Empleo tres segundos del tiempo que me queda y respondo: «Obrijo». ¡Leche!, tampoco le gusta al presentador. Obra es la respuesta acertada. Pero el presentado me dice que no me desanime. Que me queda tiempo.

Seguimos con el inamovible abecedario. Después de la O, la P. «Empieza por P, atontado, bobalicón, embobado...». Me acuerdo de una palabra malagueña que encaja en la definición: «¡Paparreta!». Ya sabía yo que no me la iban a dar por buena porque en el diccionario figura Pasmado. Pero no me pasmé ni dejé entrever disgusto alguno.

Con la Q sucede como con la Ñ. No tiene que empezar por Q sino que esta letra figure en la palabra o frase que define una situación o contingencia: «Frase que se utiliza para despedir a un difunto». La frase, después de mi nuevo fallo, es Resquiat in pacem. Yo lo dije como lo he oído muchas veces en Málaga: «Riquitimpá».

Último tramo

Hemos llegado a la R de revenío, pero la pregunta no me encamina hacia esa expresión malagueña. Es mucho más fácil porque la definición es clara: Mujer de pelo claro, ni blanco, ni castaño. Pues como en mi tierra se tilda a una mujer de ese pelo como «Rubianca», lo largo y me apunto otro fallo porque lo correcto es Rubia.

La S encierra una definición muy clara para la generalidad, pero los malagueños tenemos una muy particular: «Jóvenes que se preparan en un seminario para ser consagrados como sacerdotes». Yo respondo «Salmonetes» que es como conocíamos a los seminaristas que se desplazaban desde el Seminario a la Catedral por la calle de la Victoria; la respuesta correcta es «seminaristas».

Al llegar a la T la pregunta es: Persona que en los negocios y juegos no es limpio, engaña al contrincante o rival. Yo digo «Tranfulla o Tranfullero» y logro batir el récord de fallos. Lo correcto era Tramposo.

Con las últimas letras del abecedario no se produce ninguna novedad: todas las palabras elegidas por mí no merecen el sí, sino todo lo contrario: Uñate (dar muerte a un pajarillo cazado con red), Vardeo (date o vardeo por ahí y no me molestes), Yelo (por hielo) y Zambullá (lo que se da a los niños remisos a bañarse en el mar).

Cuando el presentador estaba a punto de proclamar que por primera vez en Pasapalabra, después de no sé cuantos años y programas emitidos un concursante no había dado ni una sola respuesta correcta, le hice una señal pidiendo intervenir, ruego que fue aceptado.

Con tranquilidad, sereno, le espeté: «Venacapá, Christian Gálvez, que te voy a endiñá una mitra que te vas a enterar», frase que traducida al castellano de la RAE significa: «Ven hacia acá, Christian Gálvez, que te voy a meter una bofetada que te vas a enterar». Pero esto, y todo lo anterior, no sucedió ni creo que ocurra alguna vez.

*Guillermo Jiménez Smerdou es exredactor de Radio Nacional de España en Málaga y premio Ondas