­«Para estar así, mejor monto mi propia empresa». Es una frase que se repite cada vez más en estos tiempos de incertidumbre a nivel financiero y económico. Quien va en serio con su propósito, está a punto de comenzar un camino arduo. Convencer a los escépticos, negociaciones duras con banqueros, y no pocas veces, el enfrentamiento con las debilidades de uno mismo. Emprender tiene algo de amor. Cambia la vida. La idea que subyace a cada negocio, puede llegar de manera inesperada. «Pasa muchas veces, que el empresario es un pésimo gestor», sabe Francisco Carvajal. ¿Es mi idea un buen negocio? ¿En qué momento tengo que contratar a alguien que me ayude? ¿Cómo afectan los impuestos a mi negocio? ¿Qué forma jurídica es la más adecuada para iniciar mi actividad? «Todas estas dudas deben ser articuladas en un plan de empresa», explica Carvajal. Para ello se puede contar con la ayuda de Secot. «Cuando alguien viene aquí con una idea en la cabeza, muchas veces algo vaga, intentamos ver cómo se le puede dar forma». El primer paso, realizar un plan de negocios. Después, un análisis de entorno y de marketing. «Siempre intentado ver la viabilidad del negocio», apuntilla el presidente de Secot. El papel lo aguanta todo. La finaciación no. Si se pasa esa criba, comienza el papeleo. Los extrabajadores en la Administración Pública que están en Secot saben qué hacer. La experiencia es la mejor de las maestras.

@Matias_slb