­El vino vive uno de los mejores momentos en Málaga. Los caldos de la provincia ya no sólo son conocidos por el tradicional vino dulce. El malagueño bebedor del caldo de la uva ronda los 46 años, entiende que tomarlo acompañado es infinitamente mejor que solo, y siempre debe saborearse junto con una buena comida. En la actualidad prefiere el característico vino de Rioja, aunque cada vez más opta por los ya excelentes y múltiples jugos locales.

El malagueño que compra vino, aunque tiene tendencia a experimentar, suele comprar un caldo que ya ha probado en momentos pretéritos. Cuando compra vino lo hace acompañado, siempre en pareja, como norma general compra dos botellas. Uno de los mayores placeres que encuentra para adquirir vino es el de hacer un regalo; todo buen visitante debería llevar un par de botellas de vino cuando es invitado a una casa. El caldo producido en Málaga lo suele utilizar para regar el aperitivo, al igual que considera su Denominación de Origen «conocida y prestigiosa». Ese perfil lo trazó ayer el presidente de la Diputación de Málaga, Elías Bendodo, quien dio a conocer dos estudios sobre el sector vitivinícola de los que se desprende que a 850.000 malagueños les gusta el vino, de los cuales 540.000 son consumidores habituales. En conjunto, el consumo de este producto genera al año 31 millones de euros.

Esta iniciativa se enmarca en el Plan de Innovación y Excelencia Turística de la Costa del Sol y ha sido puesta en marcha en colaboración con la Escuela de Organización Industrial (EOI). Cuenta con un presupuesto total de cuatro millones de euros.

«El vitivinícola es un sector estratégico para Málaga y tenemos sólidos argumentos para creer en su consolidación y crecimiento», afirmó Bendodo, quien añadió que el objetivo final de estos estudios es fomentar la cultura asociada al vino y promover la creación de empleo estable a través del producto vitivinícola y el ecoturístico.

El crecimiento del sector se visualiza si pensamos que en el año 2001 había 9 bodegas en la provincia y sin embargo ahora ya hay 45. En Málaga las primeras noticias que hubo de algo que se pudiera asemejar al vino fue con la llegada de los fenicios a sus costas en el S. VIII A.C., quienes no sólo fueron los que introdujeron en la zona el vino, sino que también fueron capaces de cultivar vides en asociación con grupos autóctonos de malagueños, aunque su conocimiento no fuera excesivo en esos momentos. En definitiva, Málaga es una provincia de vinos y del mismo modo que crecen las bodegas nacen también las vinotecas. La tradición vinícola es tal que existe la Hermandad de Viñeros, que procesiona por las calles de Málaga cada jueves de Semana Santa, y tiene su origen en el gremio de los viñeros en la época del rey Felipe III. Su casa hermandad está situada al lado del Consejo regulador del vino y son hermanos mayores honorarios de la hermandad.

El mercado exterior se alimenta cada vez más de las dos Denominaciones de Origen (DO) de la provincia. La DO Málaga exporta cerca de un 40% de su producción mientras que la DO Sierras de Málaga sólo lanza al exterior un 10%, pero con un margen de crecimiento que hará que aumente en los próximos años su presencia en el exterior. La última Denominación de Origen en ciertas ocasiones se ve incluso superada por alguna de las marcas que la componen como Serranía de Ronda, emplazamiento donde ya se localizó jugo de uva en tiempo de la antigua Roma y se han encontrado numerosas cecas con la representación de racimos de uvas.

Hay dos problemas principales que limitan el crecimiento del vino malagueño. En primer lugar es que casi la mitad de la producción no es calificada en ninguna de las dos DO y se comercializa por libre. En segundo lugar, el vino de Málaga todavía no es apreciado dentro de la gastronomía , y en un mayor porcentaje porque los restauradores lo encasillan para el postre y el aperitivo y no lo ven aún como pieza clave de la comida.