­Tardaron seis años en saber qué tenía. Pasó por decenas de pruebas y tratamientos que no le ayudaban en sus dolores, que a veces son tan intensos que no le dejan pensar con claridad. «Yo le insistía a mi médico y le decía que no era de las lumbares, que me dolían más cosas», cuenta Antonio Ruiz, que asegura que el dolor y el cansancio son dos sensaciones que le acompañan en su día a día.

Un buen día, este hombre que ha trabajado en hostelería o en vigilancia de aparcamientos se sintió mal, y poco a poco empezó a sentirse fatigado. «No podía tirar de mi cuerpo, mi vida familiar y de trabajo era insufrible, no me recuperaba bien del cansancio y tardaba en triple que antes», lamenta.

El cansancio y el dolor le llevaron a no descansar. Y ello, a no poder atender a sus hijos y a no rendir en el trabajo. «Vivía en un sobresfuerzo continuo», afirma el hombre, que reconoce que el simple hecho de ir a recoger a sus hijos al colegio le agota. Y es que la fibromialgia es una enfermedad que poco a poco se ha hecho un hueco en la sociedad, aunque durante mucho tiempo ha estado denostada y muchos aludían a que los dolores que la acompañaban no existía. Antonio, que tiene 45 años, no puede trabajar y su hogar se mantiene gracias al trabajo de su mujer. Toma cinco pastillas al día para poder sostenerse en pie y sobrellevar los problemas psicológicos que le ha causado la invalidez. «Mi vida es un calvario, es como si siempre tuviera la gripe».