-¿Qué ha pasado Miguel?

-Que han matado a mi hermana.

La frialdad del hermano de la fallecida a la hora de atender a vecinos y periodistas denota un estado de shock que impide al hermano pequeño de Verónica Frías asimilar lo sucedido apenas doce horas antes. Carmen, horrorizada por la respuesta del joven de 22 años, se tira a sus brazos para ofrecerle consuelo, pero termina recibiéndolo a apenas unos metros del lugar donde falleció la chica. Antes y después de esa escena, Miguel entra y sale del edificio con cierta normalidad. Gran parte de su familia, desecha, se ha marchado para enfrentarse a la dura burocracia que exige un crimen mientras él prácticamente deambula por los alrededores de la calle Pintor Ramos Rosa. Incluso muestra curiosidad por el trabajo de los periodistas que entran y salen del edificio buscando imágenes y testimonios. En un momento dado, se disculpa para acercarse a una oficina de empleo y hacer unas gestiones. Mientras tanto, los vecinos se arremolinan en la calle y discuten los hechos. Todos coinciden en ensalzar la figura de Vero, la mediana y única chica de tres hermanos. «Esa niña era un cielo. Siempre trabajando y muy pendiente de su familia y de su hija», asegura Mercedes, que vive puerta con puerta con la familia Frías y viuda desde hace unos días. El disgusto y el calor obligan a la anciana a apoyarse en el capó de un coche y tomar aire mientras un grupo de vecinos le da consuelo y recuerdan a la joven, una camarera mileurista que hasta ayer trabajaba en una cafetería del Centro de Málaga. Entre ellos hay una mujer que prefiere no hablar del presunto asesino y define a Verónica antes de marcharse llorando de rabia: «Una madraza y muy trabajadora, no como él». Este testimonio enlaza con el que Miguel ofreció a los medios un par de horas después y que incidía en que su hermana pagaba el alquiler de la vivienda donde ella había residido con su expareja porque «él no ha trabajado nunca».

Verónica es la segunda víctima de violencia machista en la provincia de Málaga tras el asesinato en marzo de una profesora en Torremolinos y la séptima en Andalucía desde que comenzó el año y la número 31 en España, según avanzó ayer el Instituto Andaluz de la Mujer.

El primer caso andaluz se produjo el 14 de enero cuando un hombre de 37 años apuñaló a una mujer de 46, con la que mantenía una relación sentimental y con la que convivía en el domicilio de la víctima, en Pozoblanco (Córdoba), tras lo cual se suicidó. El 6 de marzo fueron dos las fallecidas a manos de sus parejas, una mujer de 47 años natural de Aranda de Duero (Burgos) que trabajaba en un colegio de Torremolinos murió degollada y una gaditana falleció en Chiclana de la Frontera (Cádiz). Un mes después, el 6 de abril, otra mujer de 42 años murió apuñalada en Jerez de la Frontera (Cádiz), presuntamente a manos de su marido, que después intentó suicidarse. El 31 de mayo, un hombre de 31 años asesinó a cuchilladas a su mujer, de 32, y misma nacionalidad, en la entrada de la chabola en la que residían junto a sus dos hijos, en la capital almeriense. El presunto agresor fue detenido al día siguiente en un hotel de Valencia en el que se había refugiado tras emprender la huida hacia Barcelona. La primera víctima del verano llegó el 7 de junio con una mujer de 60 años, que permanecía ingresada desde el 20 de mayo en un hospital de Granada tras ser golpeada con un martillo en la cabeza.