Hubo un tiempo en el que el turismo, joya de la corona de la economía malagueña -con permiso de la construcción en los años dorados de la burbuja-, parecía una fuente inagotable. Aviones con retraso debido al overbooking producido en los aeropuertos de salida; cruceros llenos de extranjeros que llegaban a la ciudad deseosos de descubrirla.

Los guías turísticos eran los encargados de ofrecer lo mejor de Málaga o Ronda a estos visitantes. Hoy, se las ven canutas para subsistir decentemente. No porque el turismo decaiga. Padecen con mayor furia que otras profesiones el intrusismo, agravado por las directivas europeas que posibilitan que cualquier ciudadano de la Unión Europea, sin necesidad de acreditar titulación alguna, pueda venir a hacerles la competencia, un hecho que propician determinados touroperadores.

Alejandro Pérez-Malumbres, de Arqueoguía, lleva catorce años luchando junto con todo el gremio por que los inspectores ejerzan un mayor control sobre los monitores clandestinos: «La potestad sancionadora la tiene la Junta, los inspectores de turismo, que son muy pocos y están para hoteles, restaurantes. No hacen apenas presión».

Para este guía e historiador, un crucerista que se baja del barco y se pasa todo el día con ellos, la imagen que se va a llevar es la que le dan los guías. Entonces, hay monitores piratas que se lanzan a «contar aventuras» y el servicio es nefasto. Además, piden ­­­propina sin estar dados de alta ni cotizando. «Competencia desleal al máximo», denuncia.

Al igual que él, la Asociación de Guías Oficiales de Turismo de Málaga demanda a las autoridades una mayor colaboración para la detección: «Cuando alguno de nosotros lo detectamos normalmente se denuncia, pero pasan muchos que no los pilla nadie. El problema ahora es el tema de la habilitación, donde existe un descontrol», comenta José Antonio Ruiz, de la organización.

En museos, ya sea la Casa Natal de Picasso o el Thyssen, es necesario presentar la documentación de guía de la Junta de Andalucía; no, en cambio, en las visitas por lugares públicos como los centros históricos, donde se halla el problema: personas no acreditadas enseñan con un conocimiento básico, pero con un precio que ronda la mitad del coste que supone contratar a un monitor. Una panorámica exterior por Málaga, por ejemplo, ronda cerca de los cien euros, de modo legal y autorizado; un orientador clandestino lo hace por 50 euros.

«Los guías tenemos que llevar nuestra acreditación colgada, nos pueden hasta multar por no llevarla. Luego, hay gente que va sin carnet. A nosotros nos controlan, incluso el número de personas», explica Pérez-Malumbres.

La Policía Local es el cuerpo de seguridad con el que estos trabajadores lograr impedir que el número de intrusos se incremente. En Mijas, cuyo Centro Histórico es «muy demandado», han conseguido frenar su llegada, al menos por ahora. «El que va allí, antes se lo piensa», apostillan fuentes de la asociación.

Además de la clandestinidad, guías como Antonia Leotte, propietaria de Visitas de Málaga, culpa a las instituciones de no contar con el gremio para realizar las excursiones programadas por ellos y dar el trabajo a personas no autorizadas.

La Junta de Andalucía acredita desde hace treinta años el oficio de guía turístico local a través de una prueba de habilitación. Es la Unión Europea la que posibilitó que los profesionales puedan ejercer en todos los estados miembros. La directiva Bolkestein, como se llama la normativa, creó un nuevo problema que pone en peligro el trabajo de los competentes locales. «Los touroperadores traen sus propios guías y están acabando con nuestro empleo», argumenta Leotte.

Mientras luchan por una regulación completa y bien definida para ellos, mantienen una lucha de precios entre empresas locales, nacionales e internacionales. Desde que el número de cruceros que llegaba al puerto cayó drásticamente, han vuelto a sus orígenes o, como ellos lo llaman, volver a reciclarse: han dejado de esperar a los barcos para montarse de nuevo en el autobús y volver «a la carretera». Antes había más turismo, aunque, según dicen, parece recuperarse. Sin embargo, ellos dudan de que la buena situación que un día vivieron regrese.

La Junta cree que el 20% trabaja en la clandestinidad

Como ya informó hace unos meses el consejero de Turismo y Comercio, Rafael Rodríguez, entre el 15 y el 20% del sector turístico andaluz trabaja en la clandestinidad. Destacó la relevancia de articular la coordinación de administraciones y agentes implicados «en una mesa contra la clandestinidad en este sector, tal como ha ocurrido ya en otras provincias», en referencia a Sevilla, Granada y Málaga. La mesa tiene el objetivo de «defender el interés general y la solidaridad fiscal» y «posibilitar una especie de ventanilla única a la hora de coordinar todas las acciones para combatir la ilegalidad y la precariedad».

«Es fundamental para la sociedad que toda la actividad productiva se desarrolle en un marco de legalidad y que aflore lo que hoy es un mercado de economía sumergida, porque este perjudica de una manera muy importante tanto a personas como a la Hacienda Pública», dijo.

@alvaros_a