­Centenares de familias. Con un capital construido en las últimas décadas, casi efervescente, y una desconfianza hacia su propio país que les hace activar el radar hacia todo lo que suponga una verdadera garantía de inversión. Las desavenencias profundas con Ucrania y la tensión fronteriza ha cambiado muchas cosas en Rusia, pero no el perfil de su nueva clase alta, que en lugar de guardar la ropa ha interpretado la crisis como un argumento más de peso para comprar en lugares como la Costa del Sol.

Desde que se recrudecieron los problemas con Kiev, las inmobiliarias instaladas en la provincia, especialmente en el triángulo formado por Marbella, Estepona y Benahavís, han percibido un repunte en el interés de los rusos por hacerse con propiedades. Según Ricardo Bocanegra, presidente de la Federación de Asociaciones de Extranjeros de la Costa del Sol y especialista en la intermediación, la demanda se ha disparado. Y, además, con unos trazos íntimamente relacionados con el agravamiento de la crisis política y la preocupación. Espoleados por la incertidumbre, los rusos se han lanzado a la compra de mansiones. Y con un motivo de fondo: la normativa aprobada por el Gobierno que otorga el permiso de residencia a los extranjeros que compren en España una vivienda por más de 500.000 euros.

El movimiento de los rusos, en este caso, es claro. Con la adquisición de la casa, aclara Bocanegra, lo que buscan no es sólo una inversión razonable ni una propiedad soleada, sino el valor añadido de contar con un pasaporte que facilite los movimientos por Europa en caso de colapso de la economía de su país.

Aunque orgullosos de la evolución financiera de las últimas décadas, la población, atenta a la inestabilidad de su historia, no se fía del futuro. Y mientras muchos ahorran en sus vacaciones, otros, los más pudientes, se fijan en las oportunidades de la Costa del Sol.