­Félix Muñoz. Malagueño. Contrabandista. Conocido como Vara de tipe en la ciudad. Murió alrededor del 20 de julio de 1803. Para la historia ha pasado como el primer fallecido en Málaga por la epidemia de la fiebre amarilla, también conocido como el vómito negro, que arrasó la ciudad en los veranos de 1803 y 1804. La virulencia de la infección fue tal, que más del 35% de la población murió en esos dos años y otro 15% huyó a otra parte. Cuando el 28 de noviembre de 1804 se dio por finalizada la epidemia, la población malagueña había pasado de 51.745 habitantes a cerca de 25.000, convirtiendo Málaga en una ciudad fantasma.

Málaga ha sufrido el azote de las epidemias a lo largo de la historia. La peste, el tabardillo, el cólera, la gripe española o el tifus han ocasionado muchas muertes entre la población, la última en los años 40 y 50 del siglo XX y que derivaron en una mejora del abastecimiento del agua. Sin embargo, ninguna alcanzó los niveles de mortalidad de la fiebre amarilla a principios del siglo XIX. Fue el ébola de la época para Málaga. Sin tratamiento eficaz y con unas medidas preventivas rudimentarias, la fiebre amarilla se extendió rápidamente entre la población, que una vez que enfermaba sólo le quedaba esperar si sanaba o moría. La vida de cada infectado se dirimía en dos semanas, muriendo uno de cada dos, aproximadamente.

Las autoridades, asustadas, impusieron hasta un cordón militar para evitar que la población saliese y se extendiese por más lugares. Eso no evitó que Antequera y Vélez Málaga sufrieran su azote, con más de 8.000 fallecidos entre ambas, o que pequeñas poblaciones vecinas de la capital como Churriana o Alhaurinarejo también registraran muertes.

Juan Manuel Aréjula, médico de la Corte española, fue enviado por Carlos IV para que determinara las causas de esta epidemia, que también estaba asolando Cádiz y Medina Sidonia y llegando a otras poblaciones. En 1806 publicó el libro Breve descripción de la fiebre amarilla padecida en las Andalucías, que contiene una detalla descripción del impacto de los dos brotes de esta epidemia en la ciudad. Es el relato desapasionado de un médico que visitó la ciudad en los peores momentos e investigó, con precisión detectivesca, el origen de la epidemia. Y eso nos lleva de vuelta a Félix Muñoz. Malagueño y contrabandista.

La historia de Félix Muñoz comienza durante uno de sus trapicheos y nos dirige al que posiblemente fuera uno de los focos de la epidemia. Una urca bátava que estaba fondeada en la rada de Málaga procedente de la ciudad turca de Smirna. La noche del 14 al 15 de julio entró en la urca para llevarse medias de algodón y tabaco, con idea de sortear la aduana y venderlo en Málaga. Aréjula, en su libro, relata que Félix se sintió malo desde que salió del barco y murió cinco días después. Eso causó una gran alarma en la ciudad e, incluso, la mujer se trasladó al campo y la casa se cerró.

Contagio

Sin embargo, Aréjula apunta que hay otra muerte posterior que sí dio origen a la epidemia, algo que parece que encaja más con lo que se conoce ahora de la fiebre amarilla, que se transmite por la picadura de un mosquito. Eso sí, nos lleva de nuevo a la urca bátava, que 36 días después seguía fondeada frente a Málaga. Hasta allí llegó Cristóbal Verduras, vecino de El Perchel, quien metió en su casa, de forma furtiva en su vivienda al sobrecargo de la urca, Aly-Snoor, que murió pocos días después y fue enterrado en la parroquia de San Pedro. A partir de ese momento se sucedieron los contagios con una rapidez pasmosa. El 26 de agosto enfermó Miguel Verduras, hijo de Cristóbal. Tres días después les ocurrió lo mismo a dos trabajadores que estaban con Miguel, de los que sobrevivió Lucas Pérez. El 3 de septiembre, Miguel Verduras murió y enfermaron la madre y dos hermanos. Dos días después, el padre y el resto de la familia, otros cinco miembros, así como un amigo de Miguel y el panadero que servía a la familia.

La coincidencia de tantos contagios asustó al gobernador, que mandó disparar cañones sin balas en El Perchel para limpiar las miasmas del aire. Con tan mala suerte que un vecino murió en la calle San Pedro de un infarto producido por el susto por los cañonazos, ya que nadie le avisó.

Eso sirvió de poco. Septiembre fue un mes negro en 1803, propagándose la enfermedad en El Perchel, Trinidad y Capuchinos Alto. Esto se atribuyó a la coincidencia de muchos obreros en la misa del «Conventico» (posiblemente Santo Domingo, aunque no se especifica) y que Aréjula apunta como causa de la extensión del mal. Lo mismo ocurrió con los que acudieron a la misa del día de San Miguel , 29 de septiembre en San Pedro, parroquia vecina de Miguel Verduras y donde se enterró al sobrecargo de la urca de Batavia. De hecho, falleció el párroco, Pedro Parra, el sacristán, su esposa, el monaguillo y el médico que los atendió. Cristóbal Buzón. Eso llevó a la Iglesia, en una medida excepcional, a eximir de la asistencia a misa a los enfermos para frenar la epidemia.

No obstante, era tarde. La epidemia se había extendido con fiereza en la ciudad. Para finales de diciembre, cuando ya había remitido, el vómito negro había provocado 6.884 muertes y la huida de 3.730 personas de una población de 51.745 habitantes antes de la epidemia. Pero quedaba un segundo brote.

Vuelve el vómito negro

Entre la primavera y el verano de 1804 volvió a producirse un segundo brote de la fiebre amarilla. Fue incluso más virulento, afectando a una población ya muy debilitada por el primer brote. El balance de víctimas es escalofriante. De los cerca de 40.000 habitantes que quedaban en junio de 1804 en Málaga, fallecieron 11.486 personas y se marcharon, antes del cierre y cuarentena de la ciudad, otras 4.548 personas.

El origen de este brote se encuentra en Pozos Dulces, según la investigación de Juan Manuel Aréjula fue Francisco Melgar, vecino de esta calle que murió en mayo y había llegado de Alhucemas una semana antes. A finales de junio de 1804 el vómito negro había avanzado a Puerta Nueva, Carretería y Cobertizo del Conde. En julio afectaba con fuerza a las feligresías del Sagrario, Santiago, San Juan y Catedral. En agosto se aceleraron los casos, pasando, en la parroquia de los Mártires, de 26 enfermos en junio; a 103, en julio; y 1.640, en agosto. Idéntica progresión se registró en el resto de parroquias.

Aréjula apunta que el 7 de septiembre se produjo el pico de casos, momento a partir del cual empezaron a bajar hasta que en diciembre se dio por terminada la epidemia.

En el recuento de víctimas que realiza este médico, incluye entre las 18.348 víctimas totales a 8 médicos, 13 cirujanos y 9 farmacéuticos. Además de 20 panaderos de Churriana, que pese a estar lejos del foco de la epidemia de la capital, se vieron afectados por proveer de pan a la ciudad.

Barcos como vías de entrada de los virus

Viajar en barco requería de una patente de sanidad, en las que se certificaba que el pasajero no estaba infectado por ninguna enfermedad contagiosa. Los barcos solían ser las principales vías de extensión de las epidemias y se intentaba controlar su tránsito. En la foto aparece una patente para un malagueño que iba a Barcelona el 22 de septiembre de 1803, con el primer brote de fiebre amarilla activo.

Dos barcos franceses infectados en Málaga

El médico Juan Manuel Aréjula, en su investigación, se detiene en el hecho de que el inicio de la epidemia en 1803 coincidió con la llegada de dos bergantines franceses procedentes de Marsella con tropas que iban a Santo Domingo. El pasaje de estos dos buques, Desaix y Union, estaba formado por 171 tropas de desertores, vagabundos y presidiarios de los castillos penitenciarios de San Juan y San Nicolás, en el primer caso; y 150 efectivos, también del mismo origen, en el segundo barco. La fiebre amarilla estaba afectando a los internos en estos dos castillos y, de hecho, 20 hombres murieron por vómito negro en la travesía de estos dos bergantines y 42 mientras estaban fondeados en la rada. Finalmente se alojaron en el castillo de Gibralfaro, donde murieron otros tres. Conocido ahora que la transmisión es por un mosquito, algo que desconocía Aréjula, no es descabellado que llegara en estos dos bergantines y afectara a la urca atracada cerca.