Con sus arcos ojivales y estilizados pináculos blancos, el Colegio de la Asunción, sobre una suave loma del Valle de los Galanes, parece querer tocar el cielo. «Esa dimensión más hacia arriba de nuestro colegio es típica de nuestra congregación. La Asunción mira también hacia la tierra y hacia arriba», cuenta la madre Cristina González Caffarena. Esta afable y preparada monja malagueña ha sido durante 12 años en París la superiora general en todo el mundo de la Congregación de Religiosas de la Asunción.

La congregación fue fundada en 1839 en la capital francesa por Santa María Eugenia de Jesús. Precisamente, en este curso se cumplen 150 años de la creación del primer centro en España de las monjas de la Asunción que abrió sus puertas en Málaga en 1865.

«Aquí no había escuela secundaria para niñas, sólo para chicos. Las niñas hacían la escuela primaria y las familias que podían las enviaban a Francia o Inglaterra», cuenta Cristina González Caffarena, que en la actualidad es profesora del Colegio de la Asunción y responsable de la comunidad religiosa del centro.

Las familias Larios y Loring fueron las que, en la pujante Málaga industrial del siglo XIX, pidieron consejo a un sacerdote carmelita francés, el padre Bernard, sobre qué orden religiosa podía ser la mejor para educar a sus hijas. «Conozco una congregación que aquí dará mucho fruto y mucha alegría», respondió el religioso. Y así fue como el 6 de febrero de 1865 llegaron a España, y en concreto a Málaga, las monjas francesas de la Asunción, una congregación entonces con sólo 25 años de vida y con su fundadora en plena madurez.

«El comienzo fue muy modesto, encontraron un pisito en la calle Nosquera pero estuvieron muy poco porque fueron aumentando y se trasladaron a Pozos Dulces, frente al oratorio del Cristo de las Penas», cuenta la madre Cristina.

En 1868, el año revolucionario, las religiosas tuvieron que marchar a Gibraltar pero dos años más tarde compraron varias hectáreas de la hacienda de Barcenillas, en las faldas del monte Gibralfaro. En esos primeros tiempos las monjas ya abrieron un colegio gratuito para niñas sin recursos en la calle Agua, una práctica, la de la educación gratuita para quienes no podían pagarla, que ha sido una constante de la congregación hasta, aproximadamente, 1970, cuando la reforma educativa reunió en el mismo colegio a todas las alumnas.

En Barcenillas el colegio permanecería en pie hasta 1931, cuando fue incendiado en los terribles sucesos de mayo. El colegio se perdió por completo, incluida su preciosa capilla neogótica, una joya artística.

Las monjas de la Asunción sin embargo regresaron en 1933 y se instalaron en la casa del ingeniero José María de Sancha, Villa Cele María, para luego pasar a villa Dreide, en el Valle de los Galanes, en los futuros terrenos del colegio de la Presentación. «Como las monjas tenían prohibido enseñar, las antiguas alumnas se turnaban como directoras», cuenta la religiosa. Entre las directoras, por cierto, se encontraba su madre, Maruja Carrasco.

Tras el paréntesis de la guerra, de 1937 a 1943 el colegio se trasladó a Villa Clara, de la familia Gross y por fin en el 43, el colegio abrió sus puertas en el emplazamiento actual. Como curiosidad, mucho antes de la llegada de la educación mixta, desde 1952 y hasta finales de esa década, hubo niños en el colegio hasta que hacían la Primera Comunión, divididos, según la edad, en Dominguitos y Tarsicios.

Cristina González Caffarena, ligada al colegio de la Asunción desde que tenía 3 años, calcula que el uniforme tradicional del centro para las niñas, falda azul marino y blusa blanca, está implantado como mínimo desde el curso 1950-51.

En la actualidad, el Colegio de la Asunción atiende a 1.400 alumnos y cuenta con tres líneas de educación, entre ellas, los ciclos formativos de Gestión Administrativa y Comercio. El centro, con alumnos desde los 3 años hasta los 18 ó 19, está subvencionado, incluido el bachillerato.

Y en cuanto a la educación que ofrecen, la madre Cristina explica que «es un proyecto educativo de inspiración cristiana, con una parte importante de formación cristiana y de la persona». Se trata, resume, de transmitir «los valores humanos y cristianos a través de la enseñanza, el testimonio y el ambiente del colegio que intentamos crear». El sacerdote carmelita que recomendó la joven congregación de religiosas francesas para Málaga no anduvo descaminado.