La procesión de la Virgen de la Paz celebrada en la tarde de ayer por las calles de la feligresía de los Mártires, con motivo del 75 aniversario de la incorporación de esta advocación a la ferroviaria cofradía de la Sagrada Cena, fue todo un derroche, en el más amplio y positivo sentido de la expresión. La imaginación puesta al servicio de la devoción. La innovación en forma de andas procesionales, para dar forma a un conjunto armónico, orginal, elegante y proporcionado. Elementos nunca antes vistos, ni en Málaga ni en ningún otro sitio, descubiertos para las cofradías, y estrenados en torno a la Paz.

Desde bastante antes de las seis de la tarde, los alrededores de la iglesia respiraban el ambitente de las grandes citas. Iba a salir la Paz y no era para menos. Además, sus cofrades se habían encargado de convocar convenientemente. Y de dejarlo todo listo, con gran esmero y dedicación. Una alfombra de ramas de olivo en la calle Santa Lucía esperaba a ser bendecida con el paso de la Señora, que no vestía sus colores característicos de cada Jueves Santo. El azul dejó paso al rojo, con todo su sentido eucarístico, ya que María fue el primer sagrario de Cristo. Y por eso ayer, pese a ir en su trono de traslado, salió bajo palio.

Un aparato procesional a modo de baldaquino hecho ex profeso para tan importante aniversario. Para alojar a la Reina de la Paz. Toda una alegoría a su Inmaculada Concepción y a la Encarnación de Cristo en su seno. Cada detalle, cada elemento incorporado, tenía un por qué. Y los colores. Y las flores, dispuestas en el interior de singulares urnas de cristal con forma piramidal, en alusión al Espítitu Santo. Y los doce puntos de luz delante de la Virgen, en recuerdo de los apóstoles que asistieron a la Última Cena. Y los ángeles de las esquinas, portando pequeños banderines con letanías. Y los de la cornisa. Y las doce estrellas de la gloria, como la oración que los hermanos fueron rezando a lo largo de la procesión, en doce centros de oración de la feligresía, con momentos destacados en la capilla de la Paloma, donde la Virgen entró, o el Oratorio de Santa María Reina, de las Penas.

Sorprendió. Y eso que la Paz aguardaba entronizada desde la noche del miércoles en los Santos Mártires. Sin embargo, quedaba ver el movimiento del palio. Y resultó airosísimo y compensado. Muy alegre, gracias a la longitud de las caídas y de los largos borlones.

Abría la comitiva una escudra de clarines y timbales de la banda de la Victoria, a pie. Hacían sonar fanfarrias barrocas para anunciar la llegada de la Pax Malacitana. Un amplísimo cortejo de hermanos con cirios precedía al trono. Un tramo con los portadores del segundo turno, otro nutridísimo infantil, que hace presagir un porvenir deslumbrante en esta corporación, y que ya aprenden a querer a la Virgen de la Paz para, en el futuro, trabajar igual de bien que hoy lo hacen sus mayores para extender su devoción. Hermanos, hermanas y la junta de gobierno, con cirios azules, justo antes de la presidencia, con el hermano mayor, Rafael López Taza, incansable ideólogo, y ex hermanos mayores.

Y tras el trono fue el preste y cerrando la banda de la Paz, que interpretó Danos tu Paz en los primeros metros. Perfecta.