Llegará un momento en el que ver a alguien por la calle con un periódico bajo el brazo se convertirá en un hecho casi milagroso porque ya cada uno lee como le conviene, lo que viene siendo por internet en el mejor de los casos. «Algunos no leen ni gratis o creen falsamente que un periódico creado con mucho sudor sirve para envolver a las mierdas de sus perros», recordó Miguel Ángel Santos Guerra el error de despreciar la mercancía. Ante semejante panorama cobra mucho valor que el Ateneo y la UMA, dos instituciones imprescindibles en esta ciudad, hayan hecho de nuevo el esfuerzo de premiar el talento de jóvenes emergentes y reconocer el mérito de largas carreras profesionales con la entrega de los premios Ateneo-Universidad. La redacción de un periódico es como un lugar de esos, donde uno se siente astronauta sin haber subido nunca a la Luna, ni saber tan siquiera si Neil Armstrong fue el primero o en realidad era un ciclista que devoraba rampas como ninguno. Para estar en una redacción hay que tener sangre de periodista porque se trata de puestos de trabajos por lo general mal pagados y anónimos, en los que uno no tiene ni tiempo para llenar la nevera. Cuando sale por la puerta del periódico, las cajeras de los supermercados han dejado ya de marujear en voz alta y ya están chismeando delante del televisor. Decía un reportero polaco al que se le suele citar hasta la saciedad en primero de carrera que «para ser buen periodista, ante todo había que ser buena persona». Algunos, quizá equivocadamente, todavía creen en ello.

Primer premio a título póstumo

Rafael de Loma era buen periodista porque era buena persona. Lo era también porque cuando te leías sus columnas que publicaba en La Opinión de Málaga podías coger el periódico después de amortizarlo, y dejarlo en un banco para compartir el deleite con un extraño. Al principio te quemaba en la garganta como un chupito de tequila porque él no tenía pelos en la lengua para denunciar nuestras miserias. La misión del periodista debe ser una misión de riesgo porque tiene enemigos claramente identificados que tratarán de torpedear su trabajo a diario. Escribir a corriente es propio de mamones o gabinetes de prensa. Rafael de Loma siempre fue valiente porque defendía al periodismo de verdad. Como a su propio hijo, que ayer recogió el premio de periodismo Augusto Jerez Perchet concedido por primera vez a título póstumo. Lo hizo dando las gracias de manera escueta pero sincera, como quien no se siente cómodo siendo protagonista. Uno también empieza a soñar con ser periodista cuando ve que los chavales que debutan en Primera División tienen tu edad y te topas con piezas como 'El arte de no decir la verdad' de Miguel Ángel Santos Guerra. Este profesor se empeñó en denunciar el hacer preferido del político mequetrefe y acabó premiado por su artículo publicado en La Opinión de Málaga el pasado 8 de febrero. Recordó la importancia que tiene la cultura para descifrar el lenguaje ladino que utilizan los que pretenden engañar a la sociedad. El jurado también premió a Cristóbal González Montilla por su artículo Dámaso Ruano en su campo de batalla, publicado en el Mundo de Málaga.

El premio a mejor grabado fue para Laura Rodríguez Díaz, que subió al estrado con la voz temblorosa de una joven talento que trata de explicarle a sus padres el porqué de tantas horas encerradas en el oscuro sótano. El reconocimiento a mejor fotografía fue para Purificación Carrera Raya. Los versos premiados cayeron en Jerónimo Muñoz Palma y su poesía 'De Golondrinas y otros Sueños'. Los premios se entregaron en el aula de la Escuela de San Telmo, donde Picasso se manchaba las manos antes de ser artista universal.