Por sus ideas republicanas, gracias a la intermediación del abate Breuil, Miguel Such pudo salir de España en 1938, primero a Francia y hacia 1939 se trasladó a Colombia. Viaja solo. En Málaga se han quedado su mujer, Dolores Lara y sus seis hijos. En Colombia fue profesor en la Universidad de Bucaramanga.

En la exposición se muestran algunas de las cartas que escribió desde el exilio a su familia.

«Mi padre no hablaba de mi abuelo, de su espíritu aventurero, de su marcha forzada a Colombia, de la tristeza tan tremenda que tenía porque prácticamente dejó de ver a su padre cuando tenía 14 ó 15 años. En aquella época no se hablaba de por qué se fue, era un tema tabú», reconoce Javier Such, nieto del arqueólogo, que cuenta que «ha sido después, con la correspondencia que siempre conservó mi padre, cuando hemos obtenido más datos en el ámbito personal».

En una de las cartas escritas en Colombia Miguel Such confiesa que «Si fuese más joven, y estuviera mejor de salud esto sería ideal para mí, pues el trabajo es de importancia científica muy grande, pero con lo achacoso que me encuentro, es verdaderamente muy serio el tener que dormir en hamacas con mosquitos gigantes, garrapatas y niguas como parásitos y jaguares (...) sin contar las flechas envenenadas de los jíbaros y otros indios bravos».

Estando excavando en las selvas de Venezuela, se le reprodujo una hernia inguinal. Fue ingresado en el hospital de Bucaramanga, Colombia, donde falleció el 21 de abril de 1945.

La ciudad de Málaga no cuenta con una calle en su memoria. Hora es de reconocer a este malagueño sin fronteras.