Aquella mañana, los encargados de la fábrica de Fujitsu en Málaga estaban reunidos como todos los días en una sala de la cuarta planta. Es una estancia luminosa pero ese día el cielo se plagó de nubes de una forma nunca vista. «Todo se empezó a poner oscuro, con tonalidades verdes y moradas», relata a este periódico Cristóbal Aragón, uno de los antiguos directores de Fujitsu. Y de repente cayó el Diluvio. «Fue una cantidad de agua tremenda. Las alcantarillas se taponaron y todo el polígono se inundó. La calle está además un poco por encima del nivel de entrada a la fábrica, por lo que todos los coches que no se llevaron a la zona más alta quedaron completamente cubiertos», rememora Aragón. Rápidamente se llamó al turno de tarde para ordenarles que no vinieran y se mandó a todo el mundo a casa, aunque hubo algunos trabajadores que se quedaron en el edificio de la fábrica y en el laboratorio de I+D. «El agua entraba en los almacenes y en las oficinas de la planta baja, a pesar de que el edificio principal está dos metros por encima del suelo. Las cajas y los componentes flotaban. Intentamos salvar ese material pero era imposible. El agua nos empezaba a cubrir. Incluso las bombas de agua se tornaron del revés, por la fuerza de la riada», explica. Algunos de los trabajadores fueron rescatados a las cinco de la madrugada por el Ejército. Otros tuvieron que esperar a la mañana siguiente. Las pérdidas en Fujitsu fueron cuantiosas y durante un mes los casi 700 empleados que por entonces había en la fábrica estuvieron limpiando y sacando barro, equipados con impermeables amarillos. Fue una tarea ingente que permitió restablecer la producción en un tiempo récord de dos meses.