­Málaga cuenta con un total de 931 menores en situación de acogimiento. Viven con familias que los han acogido de manera temporal, aunque la tutela corresponde a la Junta de Andalucía, mientras la situación de los niños se resuelve con su familia biológica o con una adopción. Estas familias son el puente para que estos niños no vivan en centros de acogida y tengan una infancia lo más normalizada posible.

Pero aún hay cincuenta niños susceptibles de ser acogidos que viven en estas instituciones esperando que una familia los acoja. Por este motivo, Infania y la Junta de Andalucía van a poner en marcha la campaña «Viviendo contigo serán más felices», para captar familias para la atención de los menores con medidas de protección y que tienen necesidades especiales.

Y es que la mayoría de los niños que aún no han sido acogidos reúnen unas características que los diferencian de los otros: Poseen alguna discapacidad física, intelectual o sensorial, alguna enfermedad crónica como VIH, son mayores de siete años o forman parte de un grupo de hermanos que deben ser acogidos conjuntamente.

Las llamadas necesidades especiales representan un reto aún mayor a las familias de acogida, que se «profesionalizan» al aceptar estas condiciones. Actualmente, la provincia cuenta con 25 familias profesionalizadas, que además de cumplir los requisitos propios de idoneidad para un acogimiento, también deben disponer de formación o experiencia cualificada para atender las necesidades especiales de estos niños. Por eso, desde la Delegación de Igualdad, Salud y Políticas Sociales, Daniel Pérez hizo ayer un llamamiento a la solidaridad malagueña. «El acogimiento familiar es una estrategia que mejora la integración del menor», dijo, al tiempo que recordó que del total de menores en la provincia con medidas de protección, el 84% viven con familias de acogida. Estas pueden ser extensas -consanguíneas de los niños como tíos o abuelos-, en Málaga hay 525, o ajenas -en la provincia hay 124-.

Por su parte, la presidenta de Infania, Rocío Rueda, señaló que la labor de la institución, que colabora estrechamente con Políticas Sociales, es garantizar la protección de los niños. «La acogida es una alternativa a los centros, lo que les permite establecer apego y tener una infancia real», dijo. Pero desde Infania no quieren olvidar a los menores de necesidades especiales, el eslabón más débil de la cadena de los programas de protección.

«Aún hay mucho camino por recorrer, necesitamos nuevos perfiles y nuevas familias, queremos buscar un hogar a los niños que tienen unas circunstancias más difíciles», apuntó Rueda, que recordó que para la institución que preside y la Junta de Andalucía esto constituye un reto. «Que todos los niños tengan una familia, que sientan que forman parte de ella y puedan tener una infancia plena», concluyó.

Las familias interesadas deben ser declaradas idóneas para realizar el acogimiento, un estudio de carácter gratuito que elaboran equipos de profesionales de las instituciones colaboradoras, a través de sesiones informativas y formativas, y entrevistas psicosociales. Posteriormente, una vez iniciado el proceso de acogimiento, al igual que ocurre con la adopción, un equipo de profesionales se encarga también de hacer un seguimiento de la situación del menor y de dar apoyo a la familia.

Familia Ariza Alcántara

«Todos los niños necesitan una familia»

Mari Pepa, su marido y sus dos hijos, ya adultos, han acogido a más de veinte menores. Su recorrido viene de lejos y reconoce que han debido adaptarse a cada caso, muchos de los cuáles han sido complejos, sobre todo a la hora de despedirse. Actualmente acoge a una adolescente de 15 años y a dos hermanas de 6 y 8 años. «Hay casos difíciles y otros menos, pero todos necesitan una familia». Desde que hace 17 años empezó a acoger niños su vida ha cambiado, pero para mejor. «Hemos evolucionado mucho», dice la mujer, que recomienda a todas las familias esta experiencia.

Familia Gutiérrez Pascual

«Sentirte parte de una familia no tiene precio»

Manuel y Yolanda, con hijos biológicos, tienen en casa a un menor con necesidades especiales. El pequeño posee una discapacidad que ha servido a toda la familia para ver y sentir la vida de otra manera. «Es una experiencia maravillosa, nosotros íbamos a dar, no a recibir, y ha sido todo lo contrario», dice Yolanda, que cuenta que el día que llegó el niño a su casa tanto él como sus hijos se adaptaron en cuestión de horas. «Siempre se puede hacer un hueco en casa», señala el hombre, que no se siente un héroe, sino un afortunado. «En esta vida tan material sentirte parte de una familia no tiene precio», afirma.