No hubo lluvia capaz de evitar que ayer se iniciara desde primera hora de la mañana la tercera edición de la Gran Recogida de alimentos que tiene lugar en todo el territorio nacional.

En Málaga, el Banco de Alimentos de la Costa del Sol es el encargado de coordinar esta acción solidaria que pretende recoger entre viernes y sábado aproximadamente 600.000 kilos de alimentos para llenar los depósitos de las 250 entidades de la provincia que reparten comida a diario. Éstas garantizan el abastecimiento con alimentos de primera necesidad a los que menos tienen. Siguen siendo muchos los que dependen de la solidaridad ajena para llenar los estómagos. Según los datos que baraja Bancosol, unas 55.000 personas tienen algo que llevarse a la boca gracias a las entidades que se niegan a dar la espalda a los que menos tienen en tiempos de empobrecimiento general.

Son las situaciones más difíciles que reconcilian al ser humano consigo mismo. Prueba de ello pueden ser perfectamente los 4.000 voluntarios con los que cuenta la Gran Recogida en la provincia de Málaga. «Hubo 5.000 peticiones, pero tuvimos que denegar las últimas por temas de coordinación», explica Javier Peña sobre la desbordante ola de ciudadanos dispuestos que respondieron a las peticiones lanzadas en las redes sociales y en las facultades de la Universidad de Málaga. Para Javier Peña estas iniciativas son como una especie de mal necesario. «En la vida, por mucho que nos esforcemos, siempre van a faltar recursos porque no hemos aprendido a administrarlos. A lo largo del año se pierden una cantidad de alimentos muy difícil de imaginar. El 44% acaba desperdiciado entre todas las familias españolas», se lamenta Peña.

El funcionamiento es muy fácil. Los voluntarios se distribuyen en los diferentes puntos de distribución. En esta edición participan un total de 327 superficies que van desde los grandes almacenes conocidos hasta los pequeños supermercados de barrio que hayan querido formar parte de esta tercera Gran Recogida de Alimentos. Los voluntarios reparten las bolsas a la entrada para que los que lo deseen las llenen de alimentos. No hay límite. Desde un producto a grandes carros enteros. La gente aporta lo que puede.

El reto de los 600.000 kilos

La acogida de la acción suele ser positiva. «De cada diez clientes, unos siete suelen coger una bolsa para colaborar», explica Mayte Muñoz. Como la mayoría de los voluntarios es estudiante en la UMA. Sacrifica sus clases de la mañana para echar una mano. «No soy ajena a la realidad en la que vivimos. Hay muchas personas que lo están pasando muy mal. No puedo ayudar económicamente, pero siento que de esta manera puedo ser útil», resume su afán por colaborar.

No es la primera vez que forma parte en proyectos solidarios. Lo tiene interiorizado. Como también lo parece cada vez más la Gran Recogida. Esta acción se inició por primera vez en 2012. El año pasado, con unos 500.000 kilos de alimentos recogidos ya se duplicaron las cantidades del primer año. Esta edición pretende seguir en la estela del crecimiento. El reto es llegar a los 600.000 kilos, a pesar de la lluvia.

«Muchas personas solo tienen el sábado para hacer la compra», afirma Javier Peña, que no cree en la lluvia como impedimento para colaborar. Lo que se busca principalmente son alimentos no perecederos. Que tengan una fecha de caducidad lejana en el tiempo. Aceite, lentejas, leche galletas, pasta. Todo se agolpa en los carritos que se van llenando sucesivamente. Noelia Fernández trabaja en la caja y confirma la buena acogida: «Se nota que la gente tiene ganas de colaborar, aunque sea con poco. Más de la mitad de los clientes están comprando hoy para ellos y para colaborar con esta acción».

También hay gente que prefiere permanecer en el anonimato. Carmen Muñoz es otra voluntaria. Estudia cuarto de Derecho. Le acaban de dar un billete de 100 euros para que sea ella misma la encargada de llenar el carrito. No es un hecho aislado. «Antes, ha venido una señora y ha hecho lo mismo. Nos ha dejado 50 euros para que los gastemos en los alimentos que deseemos». María Dolores Fernández, de unos cincuenta años, ha llenado un carrito con alimentación para bebés. Muchas veces son los niños los que más sufren la situación de necesidad de sus padres.

Por eso, también se anima a la gente a que compre potitos, leche en polvo, pañales y todo lo que pueda ser útil para garantizar que ningún pequeño tenga que pasar hambre. María admite que suele ser escéptica con este tipo de acciones. «Todos los años colaboro con la Gran Recogida, pero porque puedo estar segura de que los alimentos llegan a los que lo necesitan de verdad. Quiero pensar. De las colaboraciones económicas no me fío porque me cuesta creer que el dinero llegue finalmente a los verdaderos destinatarios», cuenta su experiencia de muchos años acompañando a su marido diplomático por varios países de América Latina.

A las 19.00 horas los responsables de Bancosol hicieron el primer balance y se mostraron satisfechos con los primeros 198.000 kilos de alimentos recaudados. El reto de los 600.000 está más cerca de hacerse realidad.