Por favor, establezca mentalmente una lista de los últimos grupos, cuyas cabezas tenían que ser cortadas después de la próxima revolución arribista que quiera instaurar un nuevo orden mundial. También, nombre cinco canciones sentimentales que le hundieron en una profunda depresión provocada por el último amor de silicona que acabó en un auténtico mar de lágrimas.

Si no puede hacer ni una cosa ni la otra, y al final del todo, Phil Collins le parece hasta un buen músico, no habrá aspirado, como lo hace un yonki del pegamento, el olor a acetato de vinilo que empapa a Discos Candilejas. Ubicada en calle Santa Lucía es, seguramente, la única tienda exclusivamente dedicada a los discos que hay en Málaga. Auténtica, tal y como la hubiera firmado el mismísimo Nick Hornby en Alta Fidelidad. Empezar a examinar sus numerosas estanterías en busca del último CD perdido, es como pegarle un puñetazo a las grandes superficies. En toda la nariz. A golpe de nostalgia y amor propio por una cultura que está a punto de quemarse por los dos lados, cuando hace tiempo que la industria musical huele a fracaso porque la gran masa se ha acomodado en la descarga y en la gratuidad. Sobre todo en España, bahía de la piratería extrema.

La pasión por la música

Discos Candilejas sigue siendo el último refugio para muchas culturas suburbanas: expertos del pop, modernos del momento, que en el instituto aún eran raperos, nostálgicos de la aguja, amantes del jazz, exóticos del country y demás estilos musicales. Básicamente, porque en Discos Candileja se importa música de todos los rincones del mundo. Pero si algo une a todos los clientes de esta pequeña tienda es que, a pesar de los distintos gustos musicales, Discos Candilejas es una especie de breviario para los que ven en la música algo más que un pasatiempos comercial.

Para José Antonio Castañeda, uno de los dueños de Candilejas, nunca lo fue. Ser su propio jefe, siempre fue un sueño de la adolescencia. Con su propia tienda de discos vio la oportunidad de convertir oficio y pasión en la misma cosa. Así, en 1978, y con mucho esfuerzo, vio la luz la primera tienda independiente especializada en discos de toda Málaga. José Antonio no encaja en el perfil del melancólico John Cusack, purista del vinilo y portador de camisetas desteñidas capaz de abandonar a una mujer porque ésta no apreciara la diferencia entre Art Garfunkel y Salomon Burke. Aún así, Castañeda presenta el psicodrama del hombre de edad mediana, el microcosmos del joven que nunca dejó atrás el narcisismo de la post pubertad. Admite que Alta Fidelidad fue, y es «la banda sonora de nuestras vidas». Discos Candilejas tiene un encanto especial.

Sus estanterías y el pelo canoso de José Antonio transmiten al que entra por su puerta un mensaje de eternidad. Como si los relojes se hubieran quedado parados en el primer single de Tina Turner. Su interior es el rechazo personificado a la sociedad del espectáculo simplista, a los juglares de la acción y los que se tiran en paracaídas. Discos Candilejas es el antónimo al American Psycho de Bret Easton Ellis. «¿Tiene algo de soul?», le preguntan a José Antonio. «Justo al lado del Blues», contesta éste. De poco le sirve tanta variedad. Del amor no se come, y Discos Candilejas hace tiempo que ya no cubre ni gastos. Casi nunca. «Tenemos más trabajo que nunca, ganamos menos que nunca», resume su dueño la nefasta situación por la que atraviesa su negocio. Tras el boom de los 90, en los que la chavalería lucía todavía con orgullo su discman, cuando comprar CD's era habitual. El cambio de formato ha tenido consecuencias nefastas. «Ahora mismo, el volumen de ventas no da ni para cubrir gastos. A eso le sumas que los gastos fijos no dejan de incrementar. Pago 300 euros de luz y por no gastar, no tengo ni aire acondicionado», se lamenta Castañeda de la actual situación de su negocio. Otro gran problema, que pende sobre Discos Candilejas como la espada de Damocles y amenaza con descabellar definitivamente el negocio, es la extinción de los contratos de renta antigua. Fechada para el 1 de enero de 2015, el día está marcado de rojo en el calendario. «Por este local estamos pagando ahora mismo un alquiler de 700 euros. Muchos meses es la pasión lo único que no nos hace cerrar. Si nos suben el alquiler, sumado al raquítico volumen de ventas es inevitable esquivar el cierre», resume Castañeda la actual situación de muchos pequeños negocios que están en la misma tesitura.

«Si el museo Thyssen pierde todos los años una millonada no pasa nada», se lamenta Castañeda de la actitud de los políticos a los que parece «darles igual lo que pasa con los pequeños negocios en la ciudad». Como Castañeda, son muchos los locales que están bajo una amenaza semejante. Con el fin del alquiler de vivienda de renta antigua, que no parece que se vaya a postergar, la situación puede ser traumática para muchos negocios. «Los dueños del local llevan tiempo deseando que nos vayamos», resume Castañeda con resignación.

Tampoco se corta en culpar a la propia industria de música de la actual situación. Sobre la supuesta ola de nostálgicos que ha vuelto a descubrir de nuevo al vinilo, Castañeda tiene que mover la cabeza. «Ahora que el vinilo ha vuelto a ser más caro que los discos, las discográficas quieren que la gente vuelva al vinilo», sentencia. El problema de Castañeda es universal porque las tiendas de discos han sido abandonadas por un mundo de descargas directas que ha desplazado a los discos.