La Nochebuena y la jornada de Navidad suelen dejar en la mayoría de las barriadas de Málaga una plaga similar en términos de sufrimiento a la de esos petardos que tan a prueban ponen estos días nuestros tímpanos. Son dos jornadas en los que la llegada masiva de parientes a la casa de padres o abuelos para las preceptivas comilonas y francachelas generan tal desembarco de coches que las aceras de muchos barrios quedan absolutamente atestadas de coches que se disputan con frenesí hasta el último centímetro cuadrado de aparcamiento disponible. En realidad, en caso de que no queden plazas libres tampoco hay problema. Son días en los que es fácil observar vehículos en doble, triple y hasta cuádruple fila, todoterrenos montados en las aceras o coches estratégicamente aparcados en las puertas de los garajes (aunque dejando el sitio justo para que los vecinos puedan salir del parking). La navideña ley de la selva, vaya. Lo bueno para ellos es que la Policía Local suele tomarse el día con bastante relax y, salvo casos flagrantes de coches que impidan el desarrollo de la circulación, no parece cebarse con los infractores. Que bastante perjudicado sale ya uno de una comida navideña en la que comes por veinte y te tragas la chapa del cuñado más pelma de la familia para, encima, encontrarte con que tu coche se lo ha llevado la grúa dejándote la antipática pegatina triangular fluorescente. Tampoco es que esta vista gorda sea algo exclusivo del día de Navidad. La Nochevieja, la Noche de Reyes y la veraniega jornada de los fuegos artificiales en la Feria de Agosto son otras jornadas en las que la ciudad decreta de forma táctica esa barra libre de parking que, indudablemente, salva la papeleta a los que se desplazan, aunque sea un coñazo para los vecinos y paseantes de las zonas que reciben a la marabunta de coches.

Por cierto, que el día de Navidad suele ser una jornada idónea para concederle ciertos caprichos a los niños, aunque tampoco conviene pasarse. Lo digo por ese abuelo un tanto inconsciente al que ayer se pudo ver por la zona Oeste de Málaga dándole un paseo a sus tres pequeños nietos en una moto que, sospechamos, podía tener más años incluso que su veterano conductor. A uno de los niños lo llevaba delante y a los otros dos, detrás, de paquetes. Todos ellos, además, sin casco que para qué vamos a incomodar a los pobres infantes con tan incómodo artefacto. Para el citado abuelo, una tarjeta tan roja como las vestiduras de Papa Noel.

Por lo demás, la jornada del 25 de diciembre transcurrió ayer de lo más tranquila. La ciudad tardó en desperezarse del atracón de la Nochebuena y las calles estuvieron semivacías hasta el mediodía. A partir de ese momento, los que no optaron por un día de sofá, mesa camilla y bicarbonato, salieron a comer con la familia o a pasear por los puestos del Parque. Fue un día redondo para las ventas de Los Montes, del Puerto de la Torre o de las Pedrizas, que en jornadas como la de ayer hacen su agosto. Y ya por la tarde, la gente se fue a descansar o al cine, otro clásico del día de Navidad. Las fiestas ya han arrancado. Ahora se trata de que el cuerpo sobreviva a ellas.