­Casi rayando el final del año nos dejó Diego Moya Fernández-Reyes a los 73 años. Malagueño nacido en Albacete (era natural de Yeste), fue gerente de la cooperativa farmacéutica Cofarán a la que dedicó muchos años y esfuerzos y con la que estrenó la nueva sede en 1996.

Pero sus logros profesionales, que siempre abundaron a lo largo de su carrera, con Diego siempre quedaban en un segundo plano. Y no es que no fueran relevantes, es que la mayoría de las personas salimos a la calle pertrechados con los objetos más variados -el abrigo, la cartera, el teléfono o el paraguas- y Diego parecía haber sustituido desde siempre toda esa intendencia diaria por abrazos para los amigos, palabras de ánimo, besos y sonrisas.

Habrá que concluir con Diego que, igual que existe la profesión de repartidor del butano, de cartas o de periódicos, su verdadera profesión era la de repartidor de cariño allá por donde iba, sin horario, ruta establecida ni por supuesto vacaciones.

El escritor Anthony Burgess, tras superar una terrible enfermedad, concluía que el ser humano vivía entre dos eternidades de ocio y que algo había que hacer para llenar este intermedio de forma apropiada. Qué hermosa, qué inmensa lección para su familia y amigos es el pasar por este intermedio que es la vida haciendo el bien, actuando como una persona sencilla, buena y dispensadora de alegría como siempre hizo Diego Moya.

El pasado viernes, pese a la tristeza de todo funeral, se notaba en su mujer, Mari Carmen y en sus hijas Isa, Marta y Carmen, que le dedicaron palabras de admiración y cariño, la satisfacción por haber compartido tantos años con él. El mismo cariño que le demostraron hasta el final durante su larga enfermedad.

Diego Moya, persona creyente, entendió como pocos la carga de alegría y amor del Evangelio, esa que en nuestros días el papa Francisco se encarga de recordarnos, a Dios gracias.

A Diego no le van las eternidades de ocio, así que seguro que seguirá teniendo muy presentes a todos los suyos, amigos incluidos. Son duras las despedidas, pero como nos acompañará con su ejemplo y su sonrisa, las penas ya son menos. Gracias por todo Diego y a seguir repartiendo abrazos desde donde estás.