Mari Pepa Alcántara ha sido madre más de veinte veces, aunque sólo ha pasado por dos partos. Desde el año 1996 acoge a niños cuya tutela ha sido retirada a sus padres biológicos por motivos de diversa consideración. Tras un periodo de estudio y evaluación de la familia de sangre estos niños vuelven con sus progenitores, con su familia extensa -abuelos, tíos- o se preparan para un proceso de adopción.

Pero Mari Pepa, a la que no le gusta verse como una heroína, no ve a estos niños como a sus hijos, sino como a pequeños que le han ayudado y a los que ha ayudado. «Porque hemos recibido tanto de ellos que en realidad el favor es mutuo», afirma la mujer, que confiesa que todos y cada uno de los pequeños que han pasado por su casa tendrán para siempre un hueco en su corazón.

Esta mujer, que vive con sus dos hijos de 24 y 21 años y con su marido en una modesta vivienda rural en Alhaurín de la Torre, se considera parte de una familia normal y de clase baja. Eso sí, admite que sí tienen algo fundamental para esos niños: cariño.

Para la familia Ariza Alcántara todo comenzó, como casi siempre ocurre, por casualidad. La cabeza de familia había oído que en un centro de acogida de Alhaurín el Grande se podía sacar los fines de semana a niños, cuya tutela había sido retirada a sus padres, para que no estuvieran siempre recluidos. Como buena madre pensó, mirando a sus hijos, lo terrible que debía ser vivir sin apenas salir a la calle. Así que acudió al centro y comenzó a acoger los fines de semana a dos hermanos de 9 y 6 años, edades similares a las de sus hijos, de entonces 8 y 6. «Durante un año y medio nos los quedamos los fines de semana. Y luego estuvieron de acogida dos años». Fue el único caso, probablemente también por ser el primero, en que les hubiera gustado que esos niños se quedaran para siempre con ellos.

Después, con una asociación cuidó de un bebé de un año que estuvo con ellos otro tanto. Sin apenas darse cuenta, se habían convertido en una familia de acogida que se creaba la necesidad de ayudar a los más desfavorecidos, al eslabón más débil. Tras esto, se puso en contacto con Infania, con los que acogió a dos hermanos. Los únicos a los que, tras nueve meses de cuidados, renunciaron por los graves problemas de conducta de uno de ellos.

Al poco llegó un niño de nueve años que vivió con ellos hasta que cumplió los 18 y se independizó. «Seguimos teniendo contacto con él», señala la mujer orgullosa. Durante estos 18 años han pasado por la vivienda de los Ariza Alcántara más de veinte niños. Diez de ellos en situación de urgencia, cuando los Servicios Sociales retiran a los pequeños de su familia por casos muy gravosos y evitan mandarlos a centros de acogida. Muchos de ellos fueron bebés y niños pequeños. Han acogido a niños con síndrome de abstinencia por la adicción a las drogas de su madre durante el embarazo, otros recién salidos del hospital por casos de malos tratos. «Todas son historias que vienen de un drama», reconoce Mari Pepa Alcántara que, tras su experiencia, decidió profesionalizar las acogidas, es decir, acoger a niños con necesidades especiales: una discapacidad, un grupo de hermanos o problemas de conducta.

Esta mujer, de 50 años, se decidió a acoger a niños de este tipo tras darse cuenta de que son los que lo tienen más difícil. «Siempre hay familias dispuestas a acoger bebés», cuenta la mujer, que cree que quien más ayuda necesita son los niños más mayores. «Los grandes me llenan más, les ayudamos en casos en que otras personas no pueden hacerlo», afirma, consciente de que la mayoría de estos niños estarían en centros de no ser por la ayuda desinteresada que ella y otras familias «profesionalizadas» les dan. De hecho, desde hace dos años cuida de una joven adolescente que llegó con trece. Esta convivió también con dos mellizos de siete años que tenían problemas de conducta y ahora lo hace con dos hermanas de 8 y 6 años.

Muchas personas aún le cuestionan cómo superan la marcha de cada uno de estos niños, que han vivido con ellos por largos periodos de tiempo y cuando más cariño necesitaban dadas sus circunstancias familiares. Pero Mari Pepa Alcántara lo tiene claro: «Hemos pasado por etapas, duele. Cuando tienes a un niño tres años sólo quieres el bien para él, aunque sabemos que se va a ir y que lo van cuidar igual o mejor que nosotros, pero todo es adaptarse y tener la mente abierta a los cambios», afirma la mujer, que cree que la clave está en la familia biológica, de la que opina que lo más importante es no juzgar. «Me han enseñado mucho y siempre procuro que sea en positivo. Intentamos que cuando se puede tengan contacto con sus hijos, eso ayuda a todos», relata la mujer, que define su modo de vida como el de «una familia numerosa sin serlo».

Los Ariza Alcántara no conciben su día a día de otra forma. «Si no, sería aburrido», dice entre risas la progenitora, que cree que ahora es cuando está «despegando» y cuando realmente va a empezar a acoger niños, ahora que sus hijos son mayores.

Por eso, anima a los malagueños a acoger a niños, en general, y con necesidades especiales en particular. De hecho, según datos de Políticas Sociales en Málaga, en la provincia cincuenta niños de estas características esperan a ser acogidos por familias. De hecho, Málaga cuenta con un total de 931 menores en situación de acogimiento. Del total de menores en la provincia con medidas de protección puestas por la Junta, el 84% vive con este tipo de familias.