Pedro Torres, malagueño de La Virreina nacido en 1957, está volcado en tres grandes pasiones, además de su familia: la Sala María Cristina de Unicaja, de la que es conserje desde 2009 («Mi trabajo no lo cambio por nada», asegura); la cofradía del Prendimiento («Estoy en protocolo y en todas las actividades en las que puedo ayudar») y desde mediados de los años 70 se encuentra unido de por vida al fútbol sala, un deporte que ha visto crecer casi desde los inicios y del que sigue siendo una pieza fundamental en Málaga.

«Empecé a jugar al fútbol sala con 18 años, en el año 75-76. Es un deporte que trajo a Málaga un argentino por el año 70 ó 71. Creo que se jugaron algunos partidos de prueba en el pabellón de Guadaljaire, que llamábamos la catedral del fútbol sala en Málaga», destaca.

El joven Pedro se inició en este nuevo deporte de la mano de la peña El Duro y Rafael Camacho, que fue además quien le introdujo en el arbitraje, pues pronto vio que era su vocación. «Yo era una esponja, me gustaba tanto que siempre estaba preguntando». En aquellos tiempos, recuerda, la pelota tenía unos 40 cm. de radio en lugar de 60: «Le llamábamos la naranja mecánica» y no se podían marcar goles dentro del área, al contrario que ahora.

Al cumplir los 18 años, Rafael Camacho le inició por fin en el arbitraje. Comenzó de linier, «para que fuera aprendiendo, yo señalaba el fuera de banda y ya está».

Y poco a poco fue creciendo la vocación del malagueño, que pasó encantado de ser futbolista de fútbol sala a árbitro. Y reconoce que además de vocación, el ser árbitro también tenía sus ventajas: «Cobrabas a lo mejor 2.000 o 3.000 pesetas por partido, que en ese tiempo eran pesetas y además podías ver al C.D. Málaga en Preferencia».

Aparte de los pabellones de Guadaljaire, Carranque y el Tiro de Pichón, en esos primeros años se jugaba en su mayoría en pistas al aire libre. El fútbol sala se fue popularizando, destaca Pedro Torres, porque era fácil organizar partidos de fútbol entre equipos de 5 jugadores, en lugar de 11, además de que permitía a muchos veteranos del fútbol pasarse al fútbol sala, «aunque, pese a que es más chico el campo, se corre más que en el fútbol».

Las dotes arbitrales del dirigente malagueño le llevaron a la División de Honor. «He pitado a los más grandes como el Pozo Murcia, Interviú y a un equipo andaluz muy bueno que había entonces que era el Virgili y que fue campeón de España», recuerda.

Pedro Torres ha pitado en toda Andalucía, Ceuta, Melilla y Mallorca. En su carrera tiene también el orgullo de haber pitado en un campeonato del mundo, el único que se jugó en España (año 85), dos campeonatos de Europa de clubes y dos copas ibéricas (España contra Portugal). Del campeonato del mundo, en el que fue crono, se queda con la convivencia con árbitros de todo el planeta. Y de un campeonato de Europa celebrado en Jaén nunca olvidará una final en la que los dos equipos pidieron que pitara.

En su opinión, entre las cualidades de un árbitro de fútbol sala debe estar la tranquilidad, «y luego ser como los toreros, tener mano derecha o izquierda: por un empujoncito no merece la pena cargarte un partido».

A los éxitos deportivos hay que sumar que en el mundo del fútbol sala conoció a la árbitro Paqui Trujillo, con la que se casó y tiene un niño y una niña.

En 1995, con 37 años, dejó el arbitraje. «Yo era árbitro y delegado y me pidieron que escogiera una de las dos cosas», explica. En la actualidad, Pedro Torres siegue siendo el delegado en Málaga de la Asociación Andaluza de Fútbol Sala, una asociación que cuenta con 2.500 fichas. Pedro es un pozo de anécdotas, como cuando en La Rosaleda le confundieron con un árbitro de fútbol y le pidieron que arbitrara de urgencia con Martín Navarrete en un torneo en La Línea: «Les dije que no, que era de fútbol sala y podía armar la de San Quintín», ríe.

A lo largo de la charla, Pedro Torres no deja de acordarse de muchas de las personas que han marcado su vida, empezando por su familia: «Soy el mayor de nueve hermanos, me he criado en la Virreina y estoy orgulloso de mi familia, somos de los que más luchamos por La Palmilla». También se acuerda de los que le han precedido en el cargo de delegado y de su equipo actual. Muchos años de vivencias que continúan porque Pedro Torres es un deportista nato y ante todo, un malagueño que se entrega por los demás.