Antonio Rivas volvió a nacer el pasado 2 de febrero. Fue el día en que comenzó a tomar Sovaldi para combatir la hepatitis C, que le provocó cirrosis en 2010. «Yo ya tenía la fecha de caducidad puesta. Los médicos ya me habían dicho que en cualquier momento me podía descompensar y de ahí a necesitar un trasplante no quedaba nada», afirma. Por eso, cuando comenzó el movimiento para exigir los nuevos tratamientos como el Sovaldi no dudó en sumarse a la plataforma malagueña para pedir que todos los enfermos con hepatitis C puedan acceder a ellos dados sus altos niveles de curación y la ausencia de efectos secundarios en comparación con otros como el interferón-

La de Antonio Rivas es una historia fruto del despropósito y de la mala suerte. Cuando tenía 22 años -ahora cuenta con 51- sufrió un accidente de tráfico mientras trabajaba. Un camión le arrolló en 1986 mientras colocaba una tubería a la altura del Polideportivo de Ciudad Jardín y a punto estuvo de perder las dos piernas. Pero sufrió un nuevo varapalo cuando en una de las transfusiones de sangre que le hicieron en Carlos Haya, una de ellas estaba contaminada con el virus de la hepatitis C. Pero de eso no se enteró hasta ocho años después, cuando en un gesto altruista le descubrieron la enfermedad.

«En 1994 fui a donar sangre y a los pocos días me mandaron una carta que decía que tenía una cita en Carlos Haya, que en el análisis habían visto que tenía hepatitis C», narra el hombre, que admite que entonces no le dio importancia. Pero esa percepción cambió cuando vio a su médico. «Me explicó lo que era, cómo me iba a deteriorar en el futuro y entonces se me vino el mundo encima», cuenta el hombre, auxiliar de enfermería del Hospital Clínico.

Sobrellevó la enfermedad hasta 2010, cuando un médico del Hospital Comarcal de Antequera -él vive en Álora- le hizo unas pruebas tras confesarle la dolencia. «Entonces vieron que tenía pocas posibilidades de cura, porque mi genotipo es 1A», cuenta el hombre. A partir de aquel día, comenzó su calvario. Le pautaron un tratamiento de ribavirina e interferón. «Fue empezarlo y me puse fatal. Me convertí en un muerto viviente», narra Antonio Rivas, que explica que además de dolores tuvo fiebre de manera continuada. «Cada vez que me pinchaba quería morirme», dice.

Pero su situación no sólo no mejoró, sino que empeoró. Los médicos decidieron retirarle el tratamiento porque no le bajaba los valores del virus. La medicación le ocasionó otros problemas de salud como anemia, picores, problemas de azúcar e hipotiroidismo y la enfermedad fue a más hasta acabar en cirrosis. Tres años después le prescribieron la tripleterapia con, de nuevo, el temido interferón, más ribavirina y boceprevir. «Me fue fatal, me hundió. A los tres meses me lo quitaron porque la carga viral no bajaba de 100», explica el hombre, que admite que desde que en 2010 comenzó con el interferón su enfermedad se agravó ocasionándole dolores y malestar general a diario. Para entonces, Antonio Rivas ya estaba en estado F4.

El día 2 de febrero de 2015 fue el comienzo de su nueva vida. Gracias a pelear por uno de los tratamientos revolucionarios, recorrer cientos de kilómetros para manifestaciones, hacer llamadas de teléfono y mandar correos electrónicos a desconocidos, logró que le pautaran Sovaldi. Empezó a tomarlo junto a daclatasvir y ribavirina. «Al segundo día me estaba notando la mejoría. Ahora casi no tengo dolores, tengo más vitalidad. En 23 días el Sovaldi me ha cambiado la vida», confiesa Antonio Rivas, que reconoce que el nuevo tratamiento le ha supuesto volver a vivir, recuperar la esperanza, el futuro y sus ilusiones. «De tener la muerte a un paso a pensar que recuperas tu vida gracias a unas pastillas», manifiesta.

Aunque tendrá cirrosis de por vida y, con ella, sus limitaciones, Antonio Rivas espera que el próximo análisis arroje los resultados que han tenido otros pacientes: que está libre de hepatitis C. A pesar de ello seguirá luchando por que el resto de afectados accedan a su mismo tratamiento. De hecho, ayer mismo ingresaron a un compañero de la plataforma por encefalopatía hepática que no había recibido la medicación pese a estar en F4. «No vamos a dejar que esto siga pasando», advierte.