En 1840 Antonio María Álvarez construyó una plaza de toros bajo la dirección del arquitecto Rafael Mitjana en el solar de la huerta del convento de San Francisco. En el cartel anunciador de la primera corrida puede leerse que las entradas al coso taurino eran por la Plaza de San Rafael -las de sombras-; por el callejón del Zape, hoy Don Rodrigo, -las de sol-; y a los palcos por la calle de los Gigantes. Continuando con el cartel, vemos que en este se decía: «€habiéndose obtenido el correspondiente permiso para ejecutar diez vistas de toros de muerte anuales, se abrirá por primera vez para que en las tardes del 14,15 y 16 de agosto del presente año de 1840, si el tiempo lo permite, se verifiquen tres de dichas funciones».

Esta plaza de toros de Álvarez permaneció hasta 1864, fecha en la que su propietario decidió derribarla. Primero intentó venderla y al no encontrar comprador, comenzó la demolición y urbanización del mencionado solar, quedando la ciudad, de momento, durante doce años sin plaza de toros. Los años que median entre el derribo de la de Álvarez y la inauguración de La Malagueta: 1864-1876, fueron cubiertos por un amplio recinto para espectáculos al aire libre: el Teatro-Circo de la Victoria.

Construido en 1844 por José García Muela estaba situado al principio de la calle Puerto Parejo -hoy Julio Mathias- que desemboca en la de Cristo de la Epidemia; al principio del paseo de Olletas.

En su escenario tenían lugar una serie de espectáculos públicos: teatrales, ecuestres y gimnásticos. Fue a partir de 1864 cuado se derribó el escenario y se adoptó para plaza de toros, con una cabida de 2.500 espectadores.En una Guía de 1866 sus autores la describen así: «Es un espacioso redondel de tierra con algunos bancos por lunetas, y alrededor una galería de dos pisos con gradas y algunos malos palcos. El escenario es mayor que el del Teatro Principal y mal surtido de decoraciones. Las compañías que suelen actuar en él, algunas temporadas son malísimas, pero la baratura de los precios de las funciones hace acuda a él la clase pobre, proporcionándose a poca costa un solaz al que no puede aspirar en los otros teatros, casi siempre caros en relación a sus intereses».

Este Teatro-Circo, desde muy temprano tuvo problemas con sus vecinos a causa de la poca solidez del edificio. El 15 de febrero de 1854 el cabo de guardia municipal denunciaba que en un lienzo de la pared perteneciente al Circo de la Victoria formado sobre otra tapia de la casa nº 25 del Altozano, amenazaba ruina, hasta tal punto que los inquilinos de dicho inmueble habían tenido que trasladar sus muebles a otro lugar de la casa. En ese mismo sentido informó un día después el arquitecto municipal José Trigueros.

En vista de que el propietario no estaba de acuerdo con el informe, el arquitecto volvió a emitir otro escrito en el mismo sentido. El 18 de marzo se acordó conminar al propietario para que suspendiese las funciones ese día, dándole un plazo de 15 días para ejecutar las órdenes. El 11 de abril quedaron finalizadas las obras y el propietario pidió se le alzase la suspensión.

Reparación en el Teatro-Circo, 1869 y 1870

En 1869 se le ordenó al entonces arquitecto municipal, Cirilo Salinas, reconociese la situación en que se encontraba el Circo de la Victoria, y éste, el 22 de mayo remitía un informe diciendo que estaba en muy mal estado, sobre todo el antepecho de mampostería de la escalera principal que conducía a los palcos, que se había desplomado. Por esta causa, el 26 de mayo se envió un escrito al propietario prohibiéndole dar espectáculos públicos hasta que llevasen a cabo las reparaciones. Efectuadas las reformas, Cirilo Salinas, el 2 de septiembre de 1869, informó que había encontrado el inmueble en buen estado de solidez.

Sin embargo, un año después, el gobernador era quien pedía que Cirilo Salinas volviese a informar sobre el estado del Circo; Salinas decía que había observado que la armadura que cubría los tendidos que se hallaban sobre los chiqueros permanecía en estado de ruina, y aunque estaban apuntalados desde la última obra, no ofrecía garantía suficiente de evitar el peligro. Se volvieron a efectuar obras de reparación en los meses siguientes.

Joaquín de Rucoba denuncia el estado de ruina del Teatro-Circo de la Victoria, 1881

El circo continuó su andadura durante más de diez años, aunque ya no tenía sentido su uso como plaza de toros, puesto que ya había sido inaugurada en La Malagueta, el año 1876, una de grandes proporciones que aún continúa. No obstante, continuó unos años más. Y, en abril de 1881, a causa de una denuncia efectuada por los vecinos de la casa nº 29 de la Plaza de la Victoria, solicitaron que el arquitecto municipal reconociese el edificio. Éste, Joaquín de Rucoba, el 16 de abril informaba de que, cuando se le ordenó al propietario la demolición del escenario, por encontrarse en estado ruinoso, dejó la puente o carrera de la embocadura del mismo que arriostraba los pilares sobre los que descansaba, encontrándose éstos en mal estado, particularmente el que estaba adosado con la casa nº 29 de la Plaza de la Victoria. Días después, se le ordenó al dueño del circo efectuase las obras que aconsejaba el arquitecto.

Demolición del Teatro-Circo, 1881

Dadas las dificultades por las que atravesaba el inmueble, y debido a su estado ruinoso, el 20 de junio de 1881, Francisco Mitjana dirigía una instancia a la alcaldía diciendo que, en vista de los obstáculos que ponía el Municipio para que en el Circo de la Victoria se dieran al público las funciones para las que había sido creada optaba por construir unas casas, y adjuntaba plano con los límites de su propiedad, solicitando se le marcara el atirantado que tenía acordada la Corporación, para que se le concediese el permiso para edificar.

El 30 de junio Joaquín de Rucoba informaba de que el plano que representaba el proyecto no estaba autorizado por ningún perito, ni tenía fijada en él la escala. El arquitecto había indicado en escritura roja, en el plano, las alineaciones aprobadas por las que se observaban que cruzaba el circo una calle de diez metros de latitud, proyectada desde la Plaza de la Victoria al Ejido. En lo que se refería al derribo del circo, podía concederse el permiso, designando previamente el perito que debería estar al frente.

Por lo tanto, se autorizó la demolición pero no la construcción de las casas que pretendía edificar el propietario. Y aquí finalizó la permanencia del Teatro-Circo de la Victoria que, durante 37 años, amenizó a los malagueños, sobre todo a los del barrio del mismo nombre.