­No había servicio de socorristas. Y no por descuido municipal. Tampoco porque se tratara de una de esas playas salvajes, de cáñamo y roquerío, en las que a veces se aventuran temerariamente los turistas. Simplemente no estaba previsto, como tampoco lo está en esta época del año en ningún punto de la costa de la provincia. Ni siquiera en las más concurridas, en las que a lo más que se ha llegado, como en Marbella, es a extender la vigilancia en los días de mayor peso turístico que quedan fuera de la ortodoxia del calendario de verano: fundamentalmente, Semana Santa y, en primavera, sábados y domingos.

En la Costa del Sol, a partir del final de febrero, se cuece una paradoja que regresa cada año con puntualidad, pero sin que todavía se haya alcanzado ninguna solución al respecto. El calor sale de sus cuarteles invitando a los bañistas. Muchos, extranjeros y con escaso conocimiento del medio, para quienes la subida del termómetro es, por contraste con sus lugares de origen, mucho más que una tentación vaga, casi un imperativo de viaje.

En la playa de La Venus, un día después de la tragedia, la silla de la torreta de vigilancia permanece vacía. No existen las banderas, ni los avisos con megáfono. Juan José Maspons, presidente de la Federación Andaluza de Salvamento y Socorrismo, no personaliza ni incluye la ausencia del servicio en la cúspide de la compleja casuística que provocó el accidente que se cobró tres vidas el pasado lunes. Pero avisa de que el problema de la falta de vigilancia lleva ya bastantes meses en la mesa de las administraciones, que, de momento, no han tomado una decisión definitiva.

El responsable del gremio cree que ampliar el periodo de dotación debería ser una obligación frente a la que no se pudiera hacer caso omiso. Y pide a la Junta de Andalucía que exhorte por norma al conjunto de las localidades marítimas a contar con un equipo mínimo durante todo el año. El responsable turístico nacional de CCOO, Gonzalo Fuentes, resume la situación con una ecuación que compendia las contradicciones de estos días. Si las playas están abiertas, razona, deberían estarlo con todas sus consecuencias, lo que incluye a socorristas y supervisores. «Soy partidario de que esté todo operativo. Y no sólo por seguridad, sino porque si queremos luchar contra la estacionalidad necesitamos tener el litoral a pleno rendimiento, chiringuitos y vigilancia incluida», puntualiza.

Las dificultades de fondo, como casi todo en los últimos años, apuntan, sin embargo, a la economía. Disponer de unas playas perfectamente equipadas en el mes de abril a buen seguro sería un reclamo turístico, pero dispararía el desembolso de la puesta a punto que asumen los municipios. En Marbella, según los cálculos de Maspons, haría falta poner en liza durante el invierno algo más de la cuarta parte de los vigilantes que trabajan entre junio y septiembre. En torno a doce profesionales para prevenir tragedias, informar a los bañistas y detectar anomalías relacionadas con la limpieza y la contaminación de las aguas.

El representante del colectivo pone como ejemplo el celo con el que se preparan zonas con tradición turística como la costa de Estados Unidos, que no escatima la presencia de profesionales, con independencia del calendario. Más allá de las diferencias climáticas, Maspons entiende que la vigilancia no debería dejarse al arbitrio de la afluencia de turistas. Y apuesta por contratos innegociables. «No se pude jugar con la estabilidad ni con nuestro motor económico. En muchos países son puestos obligatorios. Aquí debería pasar lo mismo», opina.

El sector de los socorristas cree, además, que una fórmula de servicio continuado contribuiría a dignificar la profesión y a animar la economía, con la entrada en activo como consumidores de trabajadores provistos de mayor estabilidad y poder adquisitivo. «Es una pena que para que se hable de todo esto sea porque ha ocurrido un drama», puntualiza.

Trabajo conjunto. Para Maspons, la mejora de la seguridad de las playas exige un esfuerzo que va más allá de la situación financiera de cada municipio. El portavoz del colectivo aboga por un trabajo coordinado, que implique a las diferentes administraciones en la búsqueda de una solución que ponga fin a la vulnerabilidad de los bañistas. Es la hora, insiste, de trabajar todos juntos. «Este tipo de tragedias se pueden dar en cualquier parte, incluso con muchos recursos, pero convendría poner más medios», reconoce Gonzalo Fuentes.

El pasado lunes, la playa de La Venus fue testigo del ahogamiento de tres jóvenes turistas turcos, que sucumbieron a la violencia de las aguas en lo que, de acuerdo con los primeras pesquisas, pudo ser una especie de rescate fracasado en cadena. Los fallecidos, de 18, 19 y 30 años -este último con rango de monitor- eran miembros de una asociación de sordomudos inscrita en el programa de intercambio Erasmus +, dirigido a personas con discapacidad. De acuerdo con el Ayuntamiento de Marbella, la playa estaba en buenas condiciones para el baño.