­Puede que jamás diera para constituir uno de esos surtidos con los que las casas de subasta azotan el apetito de coleccionistas y pirañas de la historia. Tampoco es muy probable que entre sus materiales se encuentren muchos vestigios de piedra noble, pero su valor, al menos científico y literario, resulta casi insuperable. Ningún otro punto del océano, a excepción de la morgue de la batalla de Lepanto, contiene tanta cantidad de huellas para estudiar la galera de la época, un tipo de embarcación legendaria, pero apenas estudiado a nivel mundial por la escasez de restos recuperados desde el fondo de las aguas.

Las veinticinco naves tapiadas bajo el mar de la Herradura constituyen el mejor museo soterrado del periodo. Al menos, potencialmente. Al avatar histórico se suma las características de las naves, hijas de un tiempo en el que hasta las máquinas de guerra estaban obligadas a dialogar con los dioses. Javier Noriega, de Nerea Subacuática, explica que en un contexto marcado por las guerras religiosas la flota española era un nudo de catedrales errantes. Piezas talladas con esmero, sin escatimar manos finas ni adornos de complicado talla.

La importancia que tendría el hallazgo del yacimiento se mide en la falta de precedentes. Avanzado el siglo XXI, con su proliferación de técnicas de inmersión y de utillaje, no existen testimonios arqueológicos sobre galeras. Las únicas aproximaciones se deben a la expedición del lago de Garda de 1965 y al talento de Stefano Midas, que estudió la embarcación de San Marco in Boccalama, rescatada en la laguna de Venecia.

Si las autoridades se decidieran a sacar a flote los barcos de la Herradura la aportación sería determinante. Y más si se tiene en cuenta que el ejemplar al que tuvo acceso Midas es anterior, del siglo XIV. Aunque nadie ha fijado el punto exacto en el que yacen los restos de la catástrofe, los investigadores de Nerea hablan de una profundidad no excesiva. Las galeras del naufragio de Juan de Mendoza no están al alcance de buzos ni de saqueadores, pero sí de los equipos científicos con los que cuentan las instituciones. Falta voluntad para rescatar el pasado y engrosar a la riqueza del patrimonio todo lo que oculta el azul alfombrado de la mar, tan inhóspito e incontrolable para los españoles.