Pertenecen a ese tipo único de personas que ante el dolor y el desastre son capaces de dar un paso al frente y echar una mano. Hay pocas, pero esa minoría es la que hace que el mundo avance, que todos seamos un poco más humanos y solidarios. Ocho bomberos malagueños, pertenecientes a la ONG Bomberos Sin Fronteras, han llegado esta madrugada a Nepal para tratar de salvar todas las vidas posibles después de que un terremoto de proporciones bíblicas (7,9 grados en la escala Richter) azotase al pequeño país asiático el sábado pasado.

Las autoridades dan por muertas a más de 3.800 personas, hay seis millares y medio de heridos y más de 6.000 construcciones afectadas. Los equipos de rescate autóctonos no tienen medios ni preparación y la ayuda humanitaria llega a cuentagotas. Ayer salieron hacia Katmandú, capital nepalí, vía Barcelona para volver, posiblemente, el 6 de mayo con el mejor saldo posible: el del mayor número de vidas salvadas. La ONG habló con el Gobierno español, que les explicó que el país no iba a participar en el rescate, sino que se iba a mandar ayuda humanitaria. Por ello, los ocho bomberos malagueños y otros cuatro de Alicante, Albacete, Zarauz (Guipúzcoa) o Ibiza han decidido ir por su cuenta.

Lorenzo Álvarez, vicepresidente de la organización, señala que van con dos perros y sus respectivos guías con el fin de manejarse a la perfección en el lugar, así como con una unidad de escucha sísmica para tratar de localizar a los afectados entre las toneladas de escombros a las que han quedado reducidas sus precarias viviendas. También llevan equipos sanitarios -va una enfermera- y todo tipo de tecnología.

El grupo tiene experiencia en los escenarios más variopintos: varios de ellos han participado en rescates tras los terremotos de Turquía, Argelia, Marruecos, Haití, Perú, Pakistán o Sumatra. «Aquello está desolado, hay zonas a las que no se ha podido acceder, hay carreteras en mal estado o cortadas, esperamos que esté todo derrumbado tras un terremoto muy fuerte», dice Álvarez, quien afirma que su objetivo, en principio, «es rescatar a personas con vida». Ya se han registrado virtualmente en la oficina de Naciones Unidas para la recepción de equipos de rescate, y deberán hacerlo ahora sobre el terreno. Una vez en Katmandú, acatarán las órdenes oportunas.

Cada hora cuenta. «En principio, todavía puede haber gente con vida. A partir del segundo o tercer día desde el terremoto las posibilidades decrecen exponencialmente. La experiencia será bastante dramática, pero nosotros tenemos que centrarnos en el trabajo, porque si te dejas llevar por la situación no podrías hacerlo. Es duro, tenemos poco tiempo y mucho trabajo. Hemos de poner todos los sentidos en salvar una vida. Cuando eso ocurre, todo queda pagado, las horas de sueño, la poca comida, lo que sea», reflexiona Lorenzo Álvarez.

Los ocho malagueños que forman parte del equipo de doce bomberos son: María García, David Aragón, Antonio Cobos, Miguel Rey, Santiago Borrego, Jesús Alba, Tamara González y el propio Álvarez. Ayer se pasaron el día viajando en AVE desde Málaga a Barcelona y, en torno a las diez de la noche, salieron en avión hacia el escenario de la catástrofe. Todos ellos viven en Málaga y ejercen en la capital, Coín o Marbella.

«Una vez localizada la persona, mantenemos conversaciones a través de los sensores acústicos. Eso es posible incluso aunque esté a mucha profundidad. Estamos continuamente hablándoles, animándoles, cogiéndole la mano incluso, apoyando mucho», relata.

En principio, se esperan lo peor, y «si encontramos algo mejor pues bien». «Tú siempre piensas en lo que te vas a encontrar, pero todo cambia luego, las construcciones no son las mismas en un sitio y en otro, los terremotos son distintos, el clima, la ubicación», precisa. Puede que Nepal no sea igual a otros escenarios en los que han intervenido, pero allí los esperan como agua de mayo.