Los astilleros de Don Pascual, El cabo Páez, Juaristi, Crossa... y a partir de 1966 Astilleros Nereo. Nombres a lo largo del tiempo para el mismo emplazamiento e idéntico negocio: la construcción y reparación de embarcaciones en la playa de Pedregalejo, casi lindando con la antigua playa de San Telmo -desde 1918 de los Baños del Carmen- una actividad tradicional, la carpintería de ribera, de la que ya hay constancia en este rincón de Pedregalejo a finales del XIX y que ha conseguido que sea reconocida por la Junta como Bien de Interés Etnológico.

En 1966 Juan Antonio Sánchez Guitard, un esteponero de 33 años afincado en Málaga, recogió el testigo familiar y compró a Juan Crossa la concesión de los astilleros de Pedregalejo. «Su abuelo Juan Sánchez era armador y carpintero de ribera en Estepona pero todo se truncó por la Guerra Civil», explica Alfonso Sánchez-Guitard, bisnieto de este primer gran enamorado de los barcos e hijo de Juan Antonio, fallecido en 2008.

«El lema de los Astilleros Nereo era Artesanía en Yates, desde el principio mi padre tuvo una vocación clarísima y quiso construir embarcaciones de madera; de poliéster se han hecho sólo cuatro botecitos. Mi padre era un romántico», cuenta.

En 1978, cuando Alfonso contaba cinco años, su padre se enfrentó al primero de los problemas con la administración, obstáculos que seguirían interponiéndose en la labor de los astilleros los siguientes 37 años. «En todo este tiempo hemos tenido una inseguridad jurídica total, ¿cómo construir barcos por encargo si le están diciendo todo el rato al cliente que el año que viene va a cerrar Nereo?, aparte del daño moral», lamenta.

La primera dificultad, la del 78, fue el paseo marítimo de Pedregalejo, que iba a acabar con los astilleros. Finalmente Nereo ganó el pulso: el paseo marítimo no atravesó los astilleros sino que pasó justo por delante y se construyó también una rampa de varada para los barcos. Eso ocurría en 1981. Dos años más tarde, «el PGOU del 83 consolida la zona a nivel urbanístico», pero en 1989, Costas notifica la expropiación de los astilleros. Tras años de litigios, hacia 1994 Nereo vuelve a ganar la partida. «Le siguió un expediente de caducidad en 1998 que paralizó mi padre y en 2003, el plan de los Baños del Carmen, con la reforma de 2010. Inician el rescate entonces y en 2012 lo ganamos de nuevo», resume Alfonso Sánchez-Guitard, que recuerda la promesa que el responsable de Costas le hizo ese año de que no se iba a seguir con el rescate. «Pero en 2014 lo inician otra vez», critica.

Un año antes, por cierto, el Ayuntamiento aprobó en el pleno de octubre modificar el plan especial de los Baños del Carmen, algo que no se ha hecho, por eso el responsable de Nereo da poca credibilidad a la propuesta municipal de retranquear la mitad sur del astillero en terrenos de los Baños del Carmen para dejar paso al conflictivo paseo marítimo.

«No hay nada por escrito, es un brindis al sol para manipular a la opinión pública, la realidad es que el proceso sigue avanzando y por escrito lo que hay es que los astilleros desaparecen», lamenta Alfonso Sánchez-Guitard que recalca que «lo único que pedimos es que nos dejen trabajar», al tiempo que subraya que no hay nada que negociar.

Otra dificultad añadida a la que se enfrentaron fue la rotura del tramo de paseo marítimo, nunca reparado, y la construcción en 2004 de una tubería de Emasa justo delante de la zona de varada, después de retirar lo que quedaba del paseo. «Es una tubería ilegal y el Ayuntamiento nunca ha restituido el paseo marítimo», critica el responsable de Nereo, que subraya que la salida de los barcos ha sido cegada con la tubería y la escollera correspondiente.

Por cierto que el carpintero de ribera discrepa con la fecha de finalización de la concesión, supuestamente en 2018. También es algo por lo que luchará: «Nuestra concesión está concedida por la Ley de Puertos del año 27, por lo que no termina en el 2018 sino en el 2025. Por lo visto eso no cuenta aunque esté en el título concesional», destaca.

Proyectos

Pese a estos casi 40 años de encontronazos con la administración y la lucha por la supervivencia de un trabajo artesanal, Astilleros Nereo ha continuado con la renovación de sus propuestas y se ha transformado en ecomuseo. Así, el pasado sábado celebró unas jornadas de puertas abiertas con talleres para elaborar cuerdas para la réplica que Nereo construye del barco fenicio Mazarrón II, cuyo pecio original tiene 28 siglos.

Como adelantó La Opinión en 2013, la construcción de esta réplica, avalada por el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, ha permitido comprobar que las medidas del barco coinciden casi al milímetro con la barca de jábega tradicional, lo que constata de una vez su origen fenicio. Nereo quiere botar el barco fenicio para San Juan.

También sigue adelante pese a las dificultades la construcción de la réplica del Galveztown, el bergantín de Bernardo de Gálvez, con las técnicas de construcción del XVIII. Con el asesoramiento del profesor Francisco Fernández, del Museo Naval de Madrid, van a reducir el tamaño del barco: «Nosotros interpretamos que los ingleses medían la eslora en la quilla, cuando la miden entre perpendiculares. Será un metro y medio más pequeño», precisa Alfonso Sánchez-Guitard, que recuerda que anoche, con motivo de la Noche en Blanco, se colocó el codaste o madero de popa del Galveztown y que el 5 de junio visitará los astilleros el contralmirante del Museo Naval para dar el respaldo a este proyecto, que cuenta con la colaboración del Lighthouse Arqueological Maritime Program de San Agustín, Florida, entidad que ha donado la madera para la embarcación. También quiere construir la réplica del Santiago, el galeón del explorador malagueño de las Filipinas Ruy López de Villalobos.

En la actualidad Nereo construye cinco botes de vela latina y ha prestado un histórico sardinal restaurado a una famosa serie de televisión española. Por los astilleros han pasado conocidos carpinteros de ribera como la familia Almoguera -Nereo conserva el banco de trabajo y el bote de Julián y Pepe Almoguera- y cuenta con la colaboración de veteranos expertos como el marengo Pepe Molina, una enciclopedia de la pesca tradicional en Málaga o Fernando Dols, dueño de la barca de jábega Rosario y Ana de comienzos de los 40, casi a punto tras una remodelación en los astilleros. También es el lugar en el que el muniqués Klaus Meyer aprende a ser carpintero de ribera. «Siempre me ha gustado la carpintería pero la de los barcos es el cielo de la carpintería», confiesa.

Un cielo que se refleja desde hace medio siglo en las aguas de este rincón de Pedregalejo y que aquí quiere seguir si la burocracia de tierra no lo impide.