­El hombre acusado de matar a su hijo de 40 años al golpearlo con una machota, y con el que tenía malas relaciones debido a que consumía droga, admitió ayer que lo hizo, pero aseguró que no planeó «nada» ni estaba premeditado, sino que «llegó el momento y encartó así». «Fue un momento en que me entró el diablo por dentro y no me dio tiempo a pensar lo que hacía», manifestó. Un jurado popular juzga desde ayer a este hombre de 72 años para el que la Fiscalía solicita 18 años de cárcel, al acusarlo de un delito de asesinato; mientras que la defensa se opone a esta calificación y pide que se le aplique la eximente o atenuante de trastorno mental, al considerar que no era responsable de lo que hacía por la convivencia «insoportable» durante años.

Los hechos sucedieron el 17 de enero de 2014. Según la acusación, el procesado, que vivía con su mujer y dos de sus hijos en Antequera, tenía una relación con la víctima de «enfrentamientos y episodios violentos derivados del consumo de drogas». Ese día, aprovechó que su esposa no estaba para golpear a su hijo en la cabeza con una machota, mientras éste estaba tumbado en el sofá. El hombre, que estaba «quemado de todos los días», cogió la machota que estaba en su dormitorio y le dio en la cabeza, cree que «un par de golpes o tres». Aunque tras el primero no se movía, indicó que no supo realmente cuándo murió su hijo, ya que lo llevó a su habitación «para que mi mujer no viera nada» y limpió todo el salón, tras lo que salió a la farmacia.

Al poco tiempo de regresar, cuando, según el fiscal, el acusado se había puesto a ver la televisión, llegaron agentes de la Policía Local encargados de controlar el cumplimiento de una pena de localización permanente impuesta al fallecido, a los que reconoció que había golpeado a su hijo con una machota. En el juicio ha manifestado que no se puso nervioso en el momento de los hechos. «Él no era malo, lo que tenía era la droga», aseveró, insistiendo en que «las cabezas andan como andan y si te metes en la droga ya no eres dueño de ella». Añadió que antes de ser drogadicto, su hijo tenía trabajo y no había problemas, y destacó que su esposa, «a la que tenía acosada», era la que siempre mediaba entre ambos. «Ella sabrá lo que ha aguantado», dijo. El procesado señaló que aunque su hijo no llegó a pegarle a él ni a su mujer, sí que en ocasiones los insultó y había muchos problemas de convivencia, por lo que intentaron meter a su hijo en un centro, pero «él no quería»; de hecho, apuntó que «no se iba de casa, al contrario, decía que nos teníamos que ir nosotros». «Son 11 hijos y a todos los quiero por igual», indicó.

La defensa insistió en la «insostenible» relación que existía en la casa durante años entre la víctima y el resto de familiares debido al consumo de sustancias, lo que agravó «una situación corrupta, envenenada por la droga» y provocó «una explosión violenta» en el acusado, quien junto a su mujer, «habían luchado por la vida de su hijo que al final era un desconocido».

La fiscal sostiene que con independencia de que el fallecido fuera una persona conflictiva y de que las relaciones no eran buenas, «tenía derecho a vivir», y considera que se trata de un asesinato, ya que el acusado «se acercó de forma imprevista» a su hijo, que estaba «ajeno a las intenciones de su padre», por lo que se vio «sorprendido y sin posibilidad de defenderse del ataque».