«Yo es que tiro de la cuerda de todo, llevo mucho tiempo y me apasiona», confiesa Manuel Pérez Villanúa, posiblemente el mayor coleccionista de España de Bernardo de Gálvez y quién sabe si del mundo. Y como prueba, la calle en la que vive en el Rincón de la Victoria, Conde de Gálvez: en 1994 logró que el Consistorio aprobara que las calles de su tranquila urbanización llevarán nombres relacionados con los Gálvez y que la calle principal fuera la avenida de Macharaviaya. Por cierto que Manuel, que es un excelente pintor y calígrafo desde la infancia, explica que tuvo que pintarle la de al letrero de Conde (de) Gálvez.

Este malagueño del 43, que comenzó a trabajar con 14 años en el despacho del abogado Victoriano Frías y que un año más tarde aprendía a montar en bici para trabajar en Auto Recambios Echevarría, donde prosperó durante 38 años, conoció la figura de Bernardo de Gálvez por casualidad: «Un amigo de mi cuñado, de la pedanía de El Valdés en Moclinejo, empezó a hablarme de la fábrica de naipes, de Macharaviaya, de los cuadros de Murillo de la iglesia...».

Corrían los años 60 y Manuel Pérez Villanúa siguió indagando, aunque al consultar a un numismático de la capital sólo le resaltó lo negativo: el nepotismo de los Gálvez. «Me dice eso y me dolía, porque poco a poco fui descubriendo que se ganaron todo a base de mucho corazón y pelea. Nada de nepotismo», explica.

Con paciencia el coleccionista malagueño, aparte de reunir libros, documentos y todo lo relacionado con Bernardo de Gálvez y su entorno fue confeccionando con letra menuda, en unos tiempos en los que no había ordenador, una suerte de enciclopedia particular sobre los Gálvez en la que fue recopilando toda la información de la que disponía.

«Con 22, 23 años ya estaba preparándome para casarme y ya estaba interesado en Gálvez», cuenta. Lo curioso es que, aunque pasó años trabajando en Córdoba para Auto Recambios Echevarría, eso no disminuyó su pasión por recopilar su historia. De hecho, muchas de las gestiones las hacía por teléfono desde la ciudad de la Mezquita. «La primera moneda conmemorativa de Gálvez la compré estando en Córdoba a una numismática de Sabadell. Sabía que era una oportunidad única», detalla.

Manuel Pérez Villanúa es un coleccionista metódico que conserva en un perfecto estado de revista todas sus adquisiciones, empezando por los cerca de 80 libros sobre los Gálvez publicados en España, México, Chile o Estados Unidos, que plastifica para mantenerlos mejor que muchos archivos. «El libro más antiguo es el de Sebastián Souviron de 1947, pero luego hay un libro en inglés, Bernardo de Gálvez in Louisiana, que es una reedición de 1972 de la primera edición de 1934», detalla.

El coleccionista malagueño ha sido durante muchos años «un islote» en una Málaga que desconocía la figura del estadista de Macharaviaya y uno de los fundadores de la Asociación Cultural Bernardo de Gálvez, la que ha logrado que su retrato cuelgue al fin en el Capitolio, algo que le da «mucha alegría».

Pero en estas páginas es imposible recoger los cientos de objetos y gestiones, muchas veces con embajadas, para seguir la pista a Gálvez y su entorno.

Por este motivo, Manuel Pérez Villanúa tiene copias de valiosos documentos como los perfiles dibujados de la mujer y los hijos de Gálvez, el certificado de bautismo de Matilde de Gálvez, una de las hijas y hasta copias de sus cuadros, pues era artista.

También ha logrado, tras muchos años de gestiones, que la familia sevillana propietaria del cuadro más famoso de José de Gálvez, ministro de Indias y tío de Bernardo, le envíe una foto del cuadro original, que tiene una curiosa historia: «Era propiedad del duque del Infantado, atribuido a Mengs. Al terminar la Guerra Civil el duque se queda sin dinero, hace un lote, lo vendió a un anticuario y esta familia lo compró en Barcelona por mil pesetas».

De José de Gálvez, marqués de la Sonora, también tiene la copia en blanco y negro de un retrato prácticamente desconocido y que cree que lo tiene alguna institución del Estado. El retrato está reproducido en este reportaje, en la edición de papel, a petición del coleccionista malagueño por si pudiera ser localizado. «Tengo ganas de verlo en color», confiesa.

Manuel no descarta, hablando de cuadros, que «algún día» aparezca al otro lado del charco el retrato original de Bernardo de Gálvez que enviaron a Estados Unidos para que fuera colgado en el Capitolio, hecho que nunca se produjo.

Y son tantas las historias de este apasionado del virrey de México, gobernador de La Luisiana y héroe de la Independencia, así como de su ilustre familia, que le ha seguido los pasos a un niño de Benaque, pedanía de Macharaviaya, que marchó a México protegido por el padre de Bernardo, Matías de Gálvez. Ese niño se llamaba José Gutiérrez y con el tiempo se convirtió en el arquitecto más famoso del neoclasicismo en Guadalajara, México, la segunda ciudad del país.

Manuel habla incluso de la visita hace unos cinco años a Macharaviaya de una señora de unos 80 años, Carmen Gálvez, que aseguró que su padre tenía pertenencias muy valiosas de los Gálvez y que las iba a donar. ¿El tesoro legendario de los Gálvez? Manuel prefiere no aventurar nada, aparte de que de la señora no se supo más.

El coleccionista malagueño, al que no le gusta hacer alarde de esta auténtica vocación por Bernardo de Gálvez y los suyos, ha sido durante muchos años la honrosa excepción al desconocimiento de su figura en Málaga. Los tiempos, afortunadamente, han cambiado y Manuel se congratula por la merecida posteridad del héroe de Macharaviaya.