Sus 30 años al frente de la línea del aeropuerto de la EMT han dado para mucho pero si alguna cosa le ha marcado a Diego Pérez es un hecho que transcurrió hace unos 15 años cuando una mujer se olvidó de su hijo en la última parada y el menor se quedó solo en el autobús.

«Le cogí de la mano y entramos en el aeropuerto. Buscamos a su madre que ya estaba en la cola para facturar y hasta que no le toqué el hombro, no se dio cuenta de que el niño no iba con ella», detalla aún asombrado. Se acaba de jubilar, en concreto, hace seis meses, cuando cumplió sus 61 primaveras pero reconoce que este tiempo para él tiene sabor a vacaciones alargadas. «Voy todos los meses a ver a los compañeros para no perder el contacto», explica.

Entró en la empresa con 28 años. Pertenece a la primera promoción que tuvo que opositar para hacerse con un sillón y desde entonces no se ha bajado de él hasta hace escaso medio año.

Comenzó en el 82 y dos años después le asignaron la ruta que realizaría las tres décadas siguientes. Hasta entonces la EMT no tenía incorporado en su itinerario este trayecto y él fue de los elegidos para estrenarla. Del Centro al aeropuerto y del aeropuerto al Centro entre ocho y 10 veces al día. Por lo bajo, habrá hecho ese viaje unas 2.000 veces en su vida. Un trayecto que comenzó a 75 pesetas y cuando lo dejó tenía un coste de tres euros, unas cinco veces más que su precio inicial.

Atrás quedan horas y horas de conducción, de encontrar carteras, maletas y todo tipo de pertenencias. Su línea es la que más objetos perdidos encuentra a su paso y por suerte, está a la cola en cuestiones de conflictos y discusiones. Los itinerarios del centro y periferia son los que llevan la batuta.

Cambios

Si echa la mirada hacia atrás reconoce que todo ha cambiado mucho. La flota de autobuses es nueva y todos son automáticos y tienen aire acondicionado, pequeños detalles que par Diego ha marcado un plus para sentirse más cómodo en su día a día. «En el 84 o 85 empezaron a renovar la flota y hasta el 90 no empezaron a ser automáticos. Hasta entonces eran de marcha», recuerda. Habla de sus 32 años con la EMT con cariño y reconoce que siempre ha estado en continuo reciclaje con cursos de todo tipo. Por citar alguno, cuando se incorporó a la ruta del aeropuerto recibió un curso de tres meses para aprender nociones básicas de inglés. Eso y el día a día le han hecho defenderse y poder solventar todas las dudas que han surgido. Era chófer pero hacía las veces de guía turístico cuando le preguntaban qué ver en la ciudad, dónde comer o a qué altura estaba tal hostal.

Le encanta conducir y su vida siempre ha estado vinculada a la carretera. Se sacó el carné con 17 años, pensando que quizá le haría falta en un futuro para trabajar y no fue muy desencaminado. Antes de subirse al autobús estuvo en un camión recorriendo autovías por España y más allá de sus fronteras. Lo más lejos que ha llegado, Holanda. Después opositó y se ha jubilado en el autobús.

Ahora no cobrará por conducir pero seguirá haciéndolo. Le gusta coger su coche, sentirse independiente e ir a donde haga falta; algún recado o de vacaciones. La carretera no encierra secreto alguno para este conductor veterano. Sin embargo, reconoce que la carretera ha cambiado mucho en estos años y, a su juicio, para mal. «Se ha perdido la profesionalidad», matiza, mientras explica que ahora hasta los conductores de profesión han perdido la educación que hasta hace unos años les caracterizaba. Él seguirá conduciendo, disfrutando de sus trayectos y visitando a los que han sido sus compañeros durante toda una vida.