­«Sólo quiero que ninguna familia pase por el calvario que hemos pasado nosotros». Son las palabras de Federico Sánchez, malagueño, empresario hostelero y presidente de la Asociación de Afectados por las Vacunas. Su entidad, que agrupa a otras familias, nació con el objetivo de «desmontar» lo beneficioso de las vacunas. Todas las familias que integran la asociación son víctimas de los efectos secundarios de estos inyectables. Algunos padres perdieron a sus hijos, dicen, a consecuencia de estas. Otros pelean por sacarlos adelante tras haber quedado en un delicado estado de salud.

Consciente de que su asociación y los motivos por los que hay padres que deciden no vacunar a sus hijos están más de actualidad que nunca, no duda en afirmar que hay una mafia en torno a la industria farmacéutica y que los laboratorios adulteran las vacunas poniendo más cantidad de conservantes para su beneficio. Y esos aditivos son, a juicio de estas familias afectadas, los que han provocado la muerte o serias secuelas a sus hijos.

Federico Sánchez perdió a su hijo con tres años. Según cuenta a La Opinión, Luca -así se llamaba el pequeño- empezó a convulsionar al poco de recibir la vacuna infanrix -antidiftérica, antitetánica, antitosferina acelular, antihepatitis B, antipoliomielítica inactivada y anti-Haemo­philus gripe tipo b-. «A los 7 meses le pusimos la dichosa vacuna y a partir de ahí fue el declive, tenía hipotonía, flacidez», lamenta el hombre, que dice que su hijo dejó de esbozar sonrisas a raíz de aquella vacuna. El 8 de octubre de 2013 falleció. Pero antes de que esto ocurriera, asegura que visitó a decenas de médicos del país que le dieran una explicación. «Intentamos conseguir la misma vacuna, nuestro hijo estaba muy mal. Queríamos que la analizaran para dar con qué tenía para saber si tenía solución», relata Sánchez, que reniega de las autoridades sanitarias, que no le ayudaron. Él mismo notificó a Farmacovigilancia los efectos que la vacuna había tenido en Luca, pero nunca consiguieron el lote que le habían puesto. «Sanidad me negó el lote y tuve que abandonar», señala. Pero este padre luchador no cejó en su empeño e, igualmente, mandó a analizar un ejemplar de infanrix hexa, aunque no se trataba del mismo lote. «Salió que tenía un 200% más que lo declarado en el Centro de Información online de Medicamentos de la Asociación Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS)». Según reza la ficha técnica, esta vacuna se compone, entre otros, de 0,5 miligramos de hidróxido de aluminio. El laboratorio estadounidense al que mandó la vacuna concluye que esa vacuna concreta posee 1,5 miligramos.

Además, envió una muestra de Prevenar 13, de la que salió un 90% más de hidróxido de aluminio y el padre de otro niño afectado de la asociación mandó la muestra maestra de la vacuna que creen que le provocó daños y salió que tenía un 30% de lo estipulado.

Según el presidente de la Asociación de Afectados por las Vacunas, los laboratorios incluyen cifras más altas de estos conservantes y adyuvantes para potenciar el efecto de la vacuna. «Numerosos expertos han dicho que estos productos son neurotóxicos», señala.

Pese a estar completamente en contra de las vacunas, no se considera antivacuna. «Yo confié, se las puse todas a mi hijo», lamenta este malagueño, que tiene una niña de siete meses a la que no ha puesto ni va a poner ninguna vacuna. «Estaría loco si lo hiciera», señala Sánchez, que pide información real de los aditivos de las vacunas y que sean los padres los que, sabiéndolos, hagan lo que crean conveniente. «Si yo supiera lo que le estoy inyectando sí se la pondría, pero no tengo pruebas, no me fío de los laboratorios», señala, al tiempo que recuerda la cifra de casos de niñas afectadas por la vacuna del papiloma humano.

De este modo, alude al conocido como síndrome de ASIA (Síndrome Inflamatorio Autoinmune Provocado por Adyuvantes) que, según el investigador Miguel Jara, se trata del conjunto de daños provocados o agravados por los adyuvantes o potenciadores de la respuesta inmune que contienen las vacunas. En su página web se refiere a las conclusiones de un experto que asegura que algunas personas tienen una predisposición genética a una mayor y más grave estimulación del sistema inmunológico con vacunas que contienen sales de aluminio como adyuvantes.

En este sentido, desde el Comité Asesor de Vacunas y Comité de Bioética de la Asociación Española de Pediatría señalan que las vacunas han demostrado ser seguras. «La experiencia acumulada muestra que los efectos adversos graves son muy infrecuentes, pese a lo cual ha de mantenerse la vigilancia sobre ellos, buscando el máximo nivel de seguridad». Aunque no apoyan la vacunación obligatoria, sí creen que deberían firmar un documento de no aceptación de la vacunación, reconociendo su responsabilidad por las posibles consecuencias médicas, éticas y legales.