A la semana de comenzar la asociación, hace nueve años, los vecinos ocuparon un local abandonado de la calle Lagunillas para iniciar el reparto de alimentos, que ya era una necesidad en esa zona de Málaga. «Atendíamos a unas 15 o 20 familias y ahora a 3.000 personas», resume Curro López, el presidente vecinal.

Curro comenzó con 32 años una tarea que ahora, a los 41 y tras un infarto, prosigue con idénticas energías, aunque también confía en que algún día la crisis remita de una vez. «Ojalá acabe», confiesa.

Lo que también continúan son las multas. La asociación de vecinos ya ha recibido nueve «de 200 euros» por el aparcamiento indebido de su furgoneta, que fue una donación del club rotario de Marbella. El motivo: la carga y descarga de los alimentos junto a la sede vecinal, cedida por el Ayuntamiento, donde cuentan con un almacén que los vecinos verán ampliado en breve, pues el Consistorio les cederá un segundo local anexo.

Por este motivo, para acabar con la sangría de las multas, la asociación reclama en esta pequeña vía una zona de carga o descarga o bien aparcamiento para residentes. «A ver si así se terminan las multas», confía el presidente.

Veinte voluntarios atienden el ingente reparto de comida, que en verano se realiza de martes a sábado. Un reparto que ha pasado por importantes altibajos, para desazón de Curro López, que explica que ha «perdido la cuenta» de las veces que ha hablado en el pleno municipal. Sin embargo, también comenta que en el último pleno, «gracias a la asociación, se aprobó la ley de transparencia en el reparto de comida, porque antes no se sabía bien a dónde iban los alimentos y quién los tenía». El presidente considera que «no es ninguna deshonra estar en un fichero».

Una de las personas que aparece en el fichero y que se pasa a recoger los alimentos que le corresponden es Clara García, vecina de la Cruz Verde. A Clara sencillamente las cuentas no le salen ni a mitad de mes: recibe una pensión no contributiva de 366 euros, su marido está parado y tiene dos hijos de 20 y 17 años. «Necesitamos esto porque no llegamos», confiesa.

Las familias, cuenta Curro, reciben una vez al mes un lote de alimentos no perecederos y todas las semanas otro de fruta y verdura. La asociación de vecinos recibe de 300 a 600 kilos semanales de alimentos de Bancosol, entidad con la que han mejorado las relaciones después de años de quejas de la asociación, que entendía que recibía mucho menos que otros colectivos, mientras que la Junta de Andalucía le proporciona unos 3.000 kilos a la semana. Los vecinos están a la espera además de una subvención de 7.500 euros concedida por el Ayuntamiento en enero. Con el mismo importe del año pasado pudieron comprar 10.000 kilos de patatas para las familias con menos recursos. «Se agotaron a las dos semanas», cuenta Curro López.

Sin embargo, explica, siguen con problemas, sobre todo por falta de alimentos no perecederos. «Y no hay ni gota de leche». Quizás el ejemplo más representativo de este colectivo, además de su presidente, sea Gregorio Rodríguez, el voluntario que más años lleva colaborando. Trasplantado de un riñón, sigue en la brecha cargando y descargando cajas. «Colaboro en lo que puedo», explica. Con la ansiada zona de carga y descarga la asociación dejaría al menos de enfrentarse a las cíclica maldición de las multas.