«La voluntad del pueblo es el elemento clave en la construcción de la democracia», avisa Naïr, no sin cierto temor, sobre un posible auge de los populismos si esa voluntad se diluye entre los dictámenes de una élite financiera y las crecientes desigualdades económicas que se han apoderado del viejo continente. El lunes estará en Málaga para debatir, entre otros aspectos, sobre la convivencia en un espacio tan diverso como lo es el Mediterráneo, que no duda en tachar como el «lugar más peligroso del mundo».

Diversidad de culturas, tensiones económicas, altos índices de paro y puerilización de la clase política. Son sólo algunas de las características que se atribuyen a los países bañados por el Mediterráneo. ¿Vivimos dentro de un barril de pólvora?

Para ser más tajante, son características vigentes en todos los países del sur. Pero no solamente en los países del Mediterráneo. Aunque ahora no lo parezca, nuestros vecinos del norte han sufrido los mismos problemas con la única diferencia de que, después de la Segunda Guerra Mundial, la integración de los países en el marco europeo ha llevado a cierta moralización de la vida pública. La corrupción, el clientelismo y el nepotismo se alimentan de la desigualdad creciente entre norte y sur, sobre todo, a partir de la fallida integración de los países del sur dentro del marco europeo que es, en última instancia, una zona de libre cambio económico. Si a las tensiones en el continente europeo le añadimos los efectos de la primavera árabe, yo diría que el Mediterráneo conforma el lugar más peligroso del mundo.

Aparentemente más prósperos, al menos en lo económico, ¿qué nos diferencia en nuestros patrones de conducta de los vecinos del norte?

Nuestros patrones de conducta son el resultado de las realidades históricas que nos rodean. Lo que tenemos que hacer, es reflexionar sobre las fracturas evidentes entre los países y ver si podemos solucionarlas. Cuando hablo de fracturas me refiero, especialmente, a las desigualdades económicas generadas por el proceso de globalización que caracteriza al mundo entero.

Con la que está cayendo, ¿cómo se explica que las personas se jueguen todavía la vida a diario para llegar a nuestras costas?

La razón es muy sencilla. La gente tiene el derecho de escapar a la muerte y buscar lugares donde pueda desarrollar su vida con normalidad. Los españoles, en los años 50, hicieron lo mismo.

¿Cómo es posible que España se niegue a acoger a más inmigrantes aludiendo a los altos índices de paro, al mismo tiempo que el presidente del Gobierno habla del país como el nuevo rico de la clase?

Yo sí creo que la situación de crisis en España hace que no se pueda hablar de abrir las fronteras ni de acoger más inmigrantes de manera general. Bien, lo que sí vemos en España, y en el resto de los países, es como se abre una vía legal para acoger a inmigrantes siempre y cuando se trate de personas formadas que llegan al país para trabajar por sueldos inferiores. No hay ningún país en Europa que rechaza esa inmigración. Pero no podemos tener una política exclusivamente selectiva. Debe de ser una política basada en respetar los derechos humanos, en la responsabilidad ciudadana de integrar a los nuevos ciudadanos que llegan y a la voluntad firme por parte del inmigrante de querer cumplir los deberes que marca la sociedad de acogida.

¿Europa sigue siendo el El Dorado para el inmigrante de fuera de nuestras fronteras?

Piensan que van a vivir mucho mejor aquí. Pero que todo sea oro, no. Pronto se dan cuenta de que el paraíso también tiene mucho de infierno.

A nadie le sorprenden ya las constantes tensiones en los países árabes. ¿Es la religión la semilla que da origen al odio y al desprecio hacia el que piensa de forma distinta?

La situación del integrismo es un rechazo arcaico frente a la modernidad. No podemos confundir esto con la religión como elemento cultural. Lo que está pasando en los países árabes tiene poco que ver con la religión. Ahí la religión se convierte en mera arma política para conquistar el poder. El Estado Islámico utiliza la religión como los nazis utilizaron la filosofía eugenista para matar a millones de personas.

Si cambiamos de perspectiva y miramos hacia la cuna de la democracia, ¿qué me dice de lo que está pasando en Grecia?

Lo que está pasando en Grecia es el resultado de un error estructural en la elaboración del euro. Grecia no cumplía con los requisitos para entrar en la moneda única. La crisis de 2008 puso de relieve que los griegos no pueden hacer frente a las consecuencias de esta crisis. En vez de poner en marcha políticas para acompañar a Grecia en una solución progresiva de sus problemas, la Troika pusieron en marcha una política que en vez de curar el enfermo lo acabó matando.

¿Cuáles son las alternativas cuando la voluntad de un pueblo que emana democráticamente de las urnas se somete a los mandatos de la élite financiera?

El gran problema de Europa es el déficit democrático que sufre. Necesitamos superar ese déficit porque la voluntad del pueblo es el elemento clave en la construcción de la democracia. Si quitamos ese elemento entramos en situaciones de oligarquías políticas que nos llevan al auge de los populismos. Los populismos significan que la gente no cree en los sistemas democráticos.

¿Estamos siendo entonces demasiado indulgentes con la realidad que nos rodea a diario?

Nuestra capacidad de indignación es muy baja y tampoco tenemos muy desarrollado el sentido de la solidaridad. No podemos decir que nuestras élites políticas nos estén educando en serlo.