Como recuerda Pepe Hidalgo, que es uno de los mayores expertos de flamenco del Palo, los aficionados acudían al Imperial Cinema, junto a la Farmacia Marín de la avenida de la Estación, para escuchar a los cantaores y tocaores del momento. La oferta del cine, abierto en 1929, se complementó con otro en la calle Practicante Fernández Alcolea que los vecinos conocían como el Sidi Ifni.

Pero la afición por el flamenco en El Palo bien podía decirse que se vivía en sus calles, en las numerosas tabernas del barrio pero también estaba en el aire: «En las Cuevas del Palo, en las viviendas protegidas, en la playa... se ponía mucho la radio, pero no para la casa, se ponía la radio con toda la voz para toda la calle. Yo me aficioné al flamenco con Fosforito», explica Paco Leal, de la vocalía de Flamenco Niño de las Moras de la Asociación de Vecinos del Palo. Paco recuerda además cómo en los años 60 en las tabernas y merenderos del barrio había picús, los tocadiscos portátiles «con toda la discografía» flamenca para disfrute de los clientes.

Para recordar todo el bagaje flamenco del Palo, la Peña El Palustre ha acogido los últimos días una exposición de fotografías con la historia del flamenco en el barrio que arropa el XIII Festival Flamenco de El Palo, que ayer sábado se celebró en el auditorio de Playa Virginia. Estuvieron al cante Diego Carrasco y su grupo, Virginia Gámez, Andrés Lozano y José Pañero y su grupo. Y al toque Antonio Soto y Andrés Cansino. Presentó Paco Moreno.

Entre las fotos históricas, Pepillo el Reondo asomado al balcón de una casa típica, en realidad un andamio para el espectacular concurso de saetas de la Agrupación de Cofradías, de hacia 1974. «La Agrupación celebraba el concurso en varios sectores de Málaga, entre ellos en la Peña El Palustre. Cuando el presidente de la Agrupación de Cofradías Pepe Atencia vio nuestro escenario quiso llevárselo al Teatro Cervantes», cuenta Manuel Peláez, cofundador de la Peña El Palustre y vicepresidente de la entidad.

Precisamente, gracias a la peña salió adelante en junio de 1972 el busto esculpido por el desaparecido Miguel García Navas de uno de los artistas paleños más queridos, Juan Ternero Rodríguez (o Rodríguez Mingorance, los apellidos maternos), más conocido como El Niño de las Moras, que había fallecido un año antes. La muestra incluye muchas fotos del cantaor así como la inauguración de la obra, costeada por suscripción popular y a la que asistió el alcalde Cayetano Utrera.

Un gran aficionado es también el nieto, Manuel Ternero, que vivió muchos años con su abuelo El Niño de las Moras. «Mi abuelo tenía sobre todo cinco cantes: malagueñas, tarantas, la soleá, la saeta y los cantes de jabegote. Eso lo bordaba, además del pregón de las moras. Tenía una voz muy personal», recuerda.

Al hilo del cantaor paleño, Manuel López, también de la vocalía vecinal de Flamenco, recuerda que uno de los grandes cantaores españoles fue vecino del barrio, Sebastián El Pena, Pena Hijo, «que estuvo viviendo con su hija junto al arroyo Jaboneros».

De cantaores antiguos Pepe Hidalgo menciona a José Palanca, que acudió a su casa, en la calle Ortega Munilla, cuando él era casi un recién nacido. «Yo tenía días», comenta. Al parecer, Palanca le cantó un fandango que comenzaba con esta letra, que Pepe Hidalgo canta: «Un cielo limpio y azul, una guitarra flores y mantilla/ una gitana como tú, yo me voy a vivir a Sevilla».

Artistas paleños

Pero El Palo ha dado también grandes artistas como Antonia La Cantaora, Manolo El Carrero, El Niño del Aguaero, Enrique El Chirle, Marchenilla, El Bizco La Veleña, Paquirri El Latero, Laura Román o el bailaor Zapata.

Mencionaba antes Paco Leal los bares como lugar de reunión de los aficionados pero también recuerda que «había un cartel que decía prohibido el cante, así que había que tener siete ojos porque a veces cantabas, entraba la guardia civil y se cargaba la juerga». Y había muchos bares con cartel de prohibición y pese a todo, flamenco, como la taberna de Rafalito el Guiña, en la calle Mar, La Ensalá, Casa Agustín, El Jundilón, La Choza o Las Delicias. De este último bar, que estaba en la calle Aguilar y Cano, Manuel López cuenta que solía acudir Antonio de Canillas, «cuando acabó el servicio militar y cantaba en este lugar, incluso se quedaba a dormir».

Es lógico, con este ambiente, que ya a finales de los años 70 existiera una agrupación flamenca llamada Amigos del Cante, «que organizaba concursos, festivales y siempre traía a las primeras figuras», cuenta Manuel López, que precisa que como coincidía con el nombre de otra peña, pasó a llamarse peña flamenca cultural Niño de las Moras. Entre los artistas invitados a estos festivales, que se desarrollaban en Casa Carrasco, en el Colegio ICET, el campo del Colegio San Estanislao, el Auditorio de Playa Virginia o el Colegio María Auxiliadora, estaban Fosforito, Enrique Meneses, Calixto Sánchez, Luis de Córdoba o Juanito Villar.

Festival de Flamenco

Tenía que caer por su propio peso el que El Palo tuviera un festival de importancia. Fue una idea de Paco Leal y surgió en mitad de la Feria del Palo: «En una ocasión actuó Diego Clavel y como vi que mientras cantaba los niños estaban jugando con botellas de plástico se me cayó el alma al suelo y me dije, hay que aunar a la gente, deberíamos hacer algo por el flamenco».

Así se celebró la primera edición del festival en 2002, en el Colegio Maria Auxiliadora, el precioso colegio de la avenida de la Estación. En esta primera entrega, sin apoyo municipal, participaron, además de la asociación de vecinos del Palo, las peñas Barcelonista, Madridista, Malaguista, El Palustre, Los Bolaos, Recreativa Amigos del Dominó y la Federación Malagueña de Peñas y eso que, como bromean Manuel Peláez y Paco Leal, «la megafonía era nada más que regular».

Manuel López quiere recordar al desaparecido artista Juan Casillas, antes que nada amigo, que tanto colaboró con el Festival de Flamenco del Palo. Después de 13 ediciones, se ha convertido en uno de los más importantes de Andalucía. La enorme afición por el flamenco en El Palo tiene la culpa de este éxito.