Después de más de once años en prisión, Romano Liberto van der Dussen no ha disfrutado de un solo permiso penitenciario porque nunca ha reconocido las tres agresiones sexuales, lesiones y robos con violencia por los que fue condenado en 2005 a 15 años y medio por la Audiencia Provincial de Málaga. Lejos de ceder y someterse a un programa de tratamiento para violadores, este holandés de 42 años lleva más de una década defendiendo su inocencia con unos argumentos que en los últimos meses están haciendo que el caso se tambalee ante el Tribunal Supremo, donde los jueces meditan actualmente si aceptan el recurso de revisión que podría suponer la suspensión de la condena.

A Romano le llega la esperanza desde Reino Unido, cuyas autoridades han vuelto a confirmar que el ADN hallado en una de las tres chicas atacadas la madrugada del 10 de agosto de 2003 en diferentes puntos de Fuengirola coincide con el de un joven inglés sentenciado a 34 años en Inglaterra por violar y matar en 2005 a Sally Ann Bowman, una modelo de 18 años cuya madre apoya la inocencia del holandés. Se trata de Mark Philip Dixie, un británico que al parecer ha reconocido en prisión que podría tener algo que ver con lo ocurrido en Fuengirola, donde estuvo residiendo en 2003, y que incluso habría manifestado que no quiere que nadie pague por algo que no ha hecho.

Sin embargo, uno de los puntos más llamativos del caso es que la policía española sabe desde el primer día que el ADN «de varón desconocido» encontrado en el vello púbico de una de las víctimas no es de Romano. Y desde 2007, cuando saltó en las bases de datos de agresores sexuales, que corresponde con casi toda probabilidad al preso inglés, que cuenta con un pasado delictivo muy similar a los delitos cometidos aquella madrugada en la Costa del Sol.

Desde entonces, los trámites judiciales, las comisiones rogatorias, los cambios de prisiones o el extravío de expedientes han impedido que una prueba tan relevante tenga consecuencias positivas en la pesadilla de van der Dussen. «Llevo once años entre rejas por delitos que no cometí», destaca el preso en una carta remitida a Diario de Mallorca, donde cumple condena tras pasar por las cárceles de Málaga, Granada, Murcia, Valencia, Castellón o Alicante. «Mi caso se resume en una actuación irregular de la administración de justicia; testigos que nunca fueron interrogados; mis huellas y mi ADN no eran los que se encontraron; las cámaras de seguridad de los lugares donde sucedieron los hechos no habían captado mi imagen, porque yo no estuve jamás allí», recalca en la misiva en la que detalla cómo estos años han pasado factura a su salud: «Mi vida ha sido destrozada. Me siento psicológicamente maltratado, estoy bajo tratamiento psiquiátrico, tomo psicofármacos para tratar el estrés postraumático y múltiples trastornos psicológicos».

Defensa

Silverio García Sierra, el abogado que está entregado en cuerpo y alma a la causa de Romano, no sólo se queda en una muestra biológica que a su juicio debería ser suficiente para excarcelar a su cliente. El letrado recuerda a La Opinión de Málaga que durante la instrucción del caso hubo circunstancias que perjudicaron a su representado. García se refiere a un retrato robot que no se parecía en nada a Romano, a descripciones de las víctimas que no coincidían con su altura, complexión física o color y longitud de su pelo, y las dudas que hubo entre ellas a la hora de identificarlo en una rueda de reconocimiento en la que lo mezclaron con tres españoles de piel muy morena. El abogado también lamenta que durante los primeros pasos de la investigación no se analizaran los bolsos de dos víctimas que había manipulado el agresor o que tomaran declaración al único sospechoso sin traductor, pero lo que no alcanza a entender es por qué en su día no se trató de localizar a los amigos con los que Romano dice que pasó la noche de los hechos. Casi doce años después de los hechos, García asegura que su cliente le ha manifestado que Prison Law, una firma de abogados que lucha por los derechos de holandeses que han sido víctimas de errores judiciales en el extranjero y que colabora con él en este caso, ha conseguido localizar a una de esas personas que hubiesen formado parte de una coartada redonda para Romano. «Han contactado con el hijo del matrimonio con el que pasó aquella noche en Benalmádena celebrando el cumpleaños del joven y parece ser que recuerda el encuentro», revela Silverio como un nuevo elemento que demostraría la inocencia de su cliente.

El preso es más contundente en su carta, donde cada párrafo es una mina de desesperación. Asegura que ya no se trata de sacar a un inocente de la cárcel, «sino de averiguar por qué alguien que no ha delinquido acaba en prisión. ¿Qué es lo que está fallando en el sistema judicial actual? No es la mala suerte lo que condena a un inocente, sino unas pautas que se repiten: el abuso de poder, la pobre preparación de algunos profesionales, la arbitrariedad, testigos que se equivocan y, finalmente, los errores humanos que pueden remediarse», abunda. Van der Dussen también se acuerda de los investigadores: «En muchas ocasiones, la policía necesita encontrar a un culpable, ya que no resolver un caso supone una vergüenza para el cuerpo. Muchos procedimientos están llenos de irregularidades».