La renuncia de Málaga a optar a la capitalidad verde europea ha supuesto aplazar esa posibilidad. No obstante, no es un camino sencillo y suele requerir presentarse de dos a tres veces. De fondo está la decisión política de afrontar el gasto que supone esta carrera, que puede rondar desde los 4 a 5 millones que se gastó Bristol -Greencapital 2015- a los 15 millones que se han llegado a invertir en conseguir la denominación. No obstante, Málaga cuenta con una ventaja y es que el trabajo técnico del informe con los indicadores medioambientales es sencillo de realizar, gracias a la existencia de la Agenda 21. Otra cosa es la segunda fase, una vez superada la parte técnica. Ésta es una fase política donde la designación de una ciudad obedece a otros criterios. La contratación de una agencia de marketing y lobby se hace necesaria, además de contar con el apoyo del Gobierno y la Junta. Más allá de la designación, la clave de esta carrera es diseñar un plan a medio y largo plazo, algo que, en todo caso, beneficiaría a la ciudad.