«Todas estas cosas importantes ocurren de suerte porque te puedes pasar horas, días y semanas y no encuentras nada, hasta que te llega», sostiene José Antonio Barberá. Se refiere al rimero de papeles en el Archivo Municipal del que extrajo un nombre escrito por un escribano en el lejano año de 1774: «Bentorrillo del Palo» (sic). En él vivían en ese año de tiempos de Carlos III el matrimonio formado por Francisco Bresco y María Baena y sus dos hijos Francisco y Juan. Es la referencia más antigua encontrada del nombre de El Palo hasta la fecha.

Pero lo que José Antonio Barberá llama «suerte» es un trabajo constante de más de cuatro años por archivos malagueños que ha dado como resultado el libro El Palo. Tierras de viña y mar (precio 27 euros), editado por Jácara y que el pasado viernes presentaron sus buenos amigos el dirigente vecinal Falele Rodríguez y los antiguos archiveros municipales Mari Pepa Lara y Rafael Bejarano, que además de paleño ha prologado el libro.

El título hace referencia a las dos señas de identidad del barrio, la pesca y el vino, hasta que la filoxera, en el último tercio del XIX, acabó con las viñas. «Hasta entonces, si tú te ponías en El Palo y mirabas para arriba antes de la filoxera esto era un mar verde de hojas de viñas, pero había más cosas, como unas huertas fantásticas y tenias el verdor de las huertas y las viñas con el contraste del azul del mar». De este pasado vinatero, subraya, quedan como recuerdo algunas calles como la de Cuevas de las Viñas o calle de Las Viñas.

Precisamente por esta vinculación con el vino el libro cuenta con preciosas cromolitografías de la valiosa colección de Manuel Martínez Molina, dos de las cuales son la portada y contraportada de la obra.

José Antonio, junto con Joaquín Ruano, ya publicó hace unos veinte años una primera aproximación a la historia del Palo, El valle de las viñas de Miraflores del Palo, que hace referencia a uno de los primeros nombres del barrio. En esta primera obra el prólogo corrió a cargo del desaparecido maestro Francisco Haro, a quien el autor homenajea en este segundo libro. «Don Francisco dijo entonces en el prólogo que este era un primer paso y desde entonces he estado dándole vueltas».

El resultado es una obra de 550 páginas y que como señala este afable autor «no tiene nada que ver con el libro anterior» porque aporta nuevos datos, además de aclarar otros.

Uno de ellos, la presencia en el libro anterior de un supuesto marqués de Palo en los Repartimientos de Málaga en tiempos de los Reyes Católicos. «Me ayudaron mucho Mari Pepa Lara y Rafael Bejarano: donde aparentemente decía marqués era en realidad el nombre de una persona y Marqués de apellido. En cuanto a Palo, era la abreviatura de proveído: proveídas las tierras», expone.

Y hay aportaciones realmente interesantes como el origen de la procesión marinera de la Virgen del Carmen, celebrada el pasado jueves: la primera referencia a una procesión no es la de la Virgen del Carmen sino la de la Virgen del Rosario, patrona del barrio, en octubre de 1915, pues dos años antes se procesionaba un Sagrado Corazón.

La costumbre de sacar a la patrona del Palo por todas las calles de la barriada hasta la orilla del mar acabó en 1935. Un año más tarde estalla la Guerra Civil, la parroquia de las Angustias es incendiada y la patrona se oculta primero en el lagar de Wittemberg y luego en el Barranco del Búho.

En 1938 los festejos se cambian de octubre a julio para que coincidan con la Virgen del Carmen, patrona de los pescadores y de este año arranca la tradición que todavía hoy se mantiene.

Un capítulo muy interesante de esta auténtica enciclopedia de uno de los barrios con más personalidad de la capital es el dedicado a los intentos de los paleños, en varios momentos de la primera mitad del XIX de segregarse de Málaga para convertirse en pueblo. El autor aporta numerosa documentación que presenta un barrio con una situación socioeconómica bastante deficiente. Así, en 1835 un grupo de vecinos vuelve a pedir al gobernador que al barrio «no se le considere como una calle de la ciudad y sí como pueblo». Como respuesta, el gobernador manda confeccionar un informe sobre la situación del Palo, una población cuya industria consistía «en unos seis armadores que con ocho barcas se ocupan en la pesca» y que sólo cuenta con «cuarenta y ocho contribuyentes», aunque entre ellos hay vecinos que no viven en El Palo «pues viven en huertas y ventorrillos a largas distancias».

Huertas y ventorrillos y entre las primeras a lo largo de la historia algunas que pertenecieron a los frailes mínimos y a los agustinos. El libro repasa además las grandes propiedades que dejaron su huella en el barrio, entre ellas el famoso (e inmenso) Cortijo de Buenavista junto al San Antón, San Isidro, el lagar de Perea, Jarazmín, La Platera, El Candado o la finca de la Zerda (con zeta, en recuerdo del cordobés Manuel de la Zerda).

Testimonios personales

Pero además de documentos rescatados gracias a la tenacidad de José Antonio, la obra cuenta con valiosos testimonios personales que dan vida, por ejemplo, a episodios tan fundamentales para la historia del Palo como su faceta de barrio flamenco -con datos aportados entre otros por Paco Leal, memoria viva del barrio- o la relación vital con la pesca. Para este importantísimo campo, al que el investigador dedica muchas páginas y hasta un léxico de palabras marengas, ha contado con los recuerdos de su buen amigo Pepe Rodríguez el Lobo.

«Afortunadamente, y antes de que desaparezcamos esta generación, tenemos que demostrarles a los que dijeron que no tenemos historia que sí la tenemos», subraya, al hilo de unos tiempos ya pasados en los que algunas personas sostenían que El Palo no tenía historia. Y sin embargo, ya hay dos libros que refutan este tópico.

La obra también se detiene en las apasionantes teorías sobre el origen del nombre del Palo: ¿El palo de un barco hundido?, ¿un tronco milagrosamente florecido?, ¿viene de palus, marisma en latín?, ¿guarda relación con la misteriosa diosa Noctiluca y los ritos marítimos? Esta última explicación es la que más apasiona al investigador.

José Antonio Barberá, por cierto, nació en el edificio del actual Museo Carmen Thyssen y pasó muchas horas en la tienda de antigüedades de la plaza del Obispo, donde trabajaba su padre. Allí pudo escuchar la tertulia de los Blasco, los primos de Picasso, a la que asistían los sobrinos de Pío Baroja o Baltasar Peña. Una tienda en la que su padre «restauró algunos cuadros de Picasso, Murillo y Velázquez». Es muy posible que ahí se fraguara su afición por el pasado y los libros.

Lo que terminó por fraguar hace más de 30 años fue su relación con El Palo, cuando se fue a vivir a la barriada. Por eso confiesa que «esta zona se me ha metido muy dentro porque cuando tratas con personas como las que yo he tratado ves que han nacido aquí y se sienten de aquí de una forma muy intensa».

A este amabilísimo escritor le haría ilusión que la tirada de 150 ejemplares de esta obra, que ha costeado de su bolsillo, se agotara y que en unos años pudiera sacar una edición ampliada, con nuevas historias desconocidas sobre este barrio que tanto quiere. El Palo, como demuestra, tiene mucha Historia detrás.