­Después de su encuentro con la prensa a las puertas del monte Gibralfaro, Juan Cassá se sentó en una terraza con vistas al resplandeciente cine Albéniz para tomarse un café y hacerse el relajado o, al menos, aparentarlo con mucha intensidad. Mientras se despojaba de su chaqueta, que estos días de plasta veraniega se ha convertido en una prenda extremista para pasear por Málaga, la temperatura interna de Ciudadanos en la provincia también se encuentra en un punto álgido, después de que se confirmara el pasado domingo el ascenso fulgurante de la hasta ahora portavoz en el Parlamento andaluz, Irene Rivera.

Del Parlamento al Congreso de los Diputados en menos de cuatro meses. Si ese movimiento, el de dejar un cargo por el que se ha sido elegido para dar el salto a mayores vuelos, lo hubiera hecho alguien del PP o del PSOE, Albert Rivera habría tardado un segundo en levantar el dedo acusador al cielo para hablar del uso indebido de las instituciones antes de sonreír para la foto. Son momentos de grandes discrepancias internas en Ciudadanos. Aunque ayer lo quisiera disimular el que fuera la cabeza visible de la junta directiva en la capital, Juan Cassá, explicando como si nada que su renuncia a nivel orgánico respondía a una decisión premeditada y motivada, principalmente, por la determinación de centrarse en su trabajo como portavoz en el Ayuntamiento de Málaga.

«Una vez que estoy dentro del Consistorio, tengo que centrar toda mi fuerza en impulsar la ciudad de Málaga. Dimití como coordinador de la agrupación ya que el trabajo orgánico del partido es demasiado exigente y no es compatible con impulsar una ciudad como Málaga», afirmó. Quiso desligar así las sucesivas renuncias del domingo del resultado final de las primarias al Congreso. Hay que recordar que el mismo domingo por la noche toda la cúpula del partido en Málaga, integrada por Juan Cassá, Gonzalo Sichar, Guillermo Díaz y la propia Rivera, sacrificó íntegramente sus poderes en la junta directiva de la capital. Hecho que ha dejado al partido en manos de una gestora bajo la tutela de Diego PalaciosDiego Palacios, profesor de Secundaria que también optó al proceso de primarias, pero que tuvo que renunciar a sus aspiraciones por no reunir los avales suficientes. De esta manera, la misión de revitalizar y abrir un nuevo camino en la desmembrada agrupación local recae en manos de alguien que, a todas luces, no cuenta con el respaldo mayoritario de la militancia. Si de algo ha servido entonces este proceso de primarias, ha sido para desnudar a la formación naranja en Málaga y poner de relieve los dos bandos que dividen a la formación entre capital y provincia. Con una teatralización a la altura del Precio del Poder, con los movimientos en la sombra tan habituales en los partidos tradicionales, se ha puesto en evidencia el vademécum de intereses que confluyen cuando se trata de la lucha por el poder político en una formación que se ha hecho apetecible por su rápido ascenso electoral. De los resultados del pasado domingo y de la renuncia de las cabezas visibles de Ciudadanos en la capital se evidencia que Rivera se ha convertido en la persona con más peso dentro de la formación.

Reconvertido en el nuevo testaferro de la agrupación, fuentes internas de Ciudadanos critican el papel desempeñado por Palacios como candidato infiltrado por la propia Rivera y que habría servido para restarle apoyo a Guillermo Díaz. De esta manera, Rivera habría conseguido perjudicar a uno de sus principales competidores. Díaz, cuyo futuro en el partido ahora se encuentra en suspense, ha sido un elemento clave en la expansión de Ciudadanos y uno de los máximos estiletes que cuenta con la confianza tanto de Cassá, como de Gonzalo Sichar. Curiosamente, la principal impulsora de la candidatura de Diego Palacios ha sido Mari Carmen Prieto. Cabe recordar que Prieto fue la número tres de Ciudadanos por Málaga en las autonómicas y sería la principal beneficiada si Irene Rivera logra hacerse con el acta de diputada. Relevaría a Rivera en el Parlamento andaluz. Con este trasfondo, la renuncia de la junta directiva, lejos de producirse de manera premeditada, se fraguó el mismo domingo con Sichar y Guillermo Díaz como principales impulsores por entender que Ciudadanos está repitiendo procesos que critica a otros partidos. «Si no lo entendemos dentro de Ciudadanos, cómo se va a entender fuera», señaló Sichar.

Así, en vísperas de las próximas elecciones generales, muchos militantes temen que el último movimiento de Rivera sirva para deteriorar la imagen del partido.