La Feria se acerca y Málaga ya palpa su aroma. Muchos esperan el ansiado momento de tomar el Cartojal como mejor consejero y bailar hasta que el cuerpo pida auxilio. Sin embargo, para que la situación se materialice, un grupo de trabajadores se encuentran castigando su lomo, con un sol sofocante que no ayuda precisamente en su labor. Ellos son la otra cara de la moneda. Son la materia prima de cada caseta.

Cada módulo se estructura según su propia conveniencia. El objetivo es común, todo debe quedar listo para el minuto uno de la gran fiesta popular. Algunos dedican semanas al montaje, otros, en cambio, amantes de la adrenalina y de las emociones fuertes deciden apurar hasta la última semana para llevar a cabo la ensambladura.

Los tiempos de preparación varían, además, dependiendo del presupuesto en cada caso. Si bien asociaciones vecinales como la del 13 de Noviembre de los Prados dependen exclusivamente de los miembros, que bregan sin ánimo de lucro y desde hace semanas, otros gigantes de la Feria se pueden permitir ciertos lujos: «Las casetas de las discotecas grandes apuran hasta la última semana. La última semana meten a 50 personas 24 horas trabajando y en una semana lo tienen todo montado. Nosotros somos cuatro gatos, lo vamos montando como podemos, despacito y con buena letra», asegura Manuel Lagostena presidente de la asociación.

Los miembros de las casetas, en general, esperan que las perspectivas económicas les aporten, al menos, los mismos beneficios que les deparó el año anterior, aunque algunos, más optimistas, como José María Matías, dueño de la Peña de la Paz, confían en una tendencia al alza: «Los ingresos de 2014 fueron mejores que en 2013 y esperamos que la cosa siga igual». No obstante, se es consciente de que la recesión no perdona y que el dinero, ya no corre igual que en aquel periodo dorado de bonanza.

Los cambios en los establecimientos no serán usuales, pues muchos se auguran un lleno absoluto y, según Lagostena, «las cosas cuando funcionan, no se cambian». Aunque todavía quedan valientes, que, en su anhelo de ejercer de imán apuestan por iniciativas que den más vida si cabe a los módulos: «Vamos a tener conciertos y cursos de salsa con más monitores que el año pasado», defiende Celia Alonso, encargada de El Rincón Cubano.

La seguridad siempre ha actuado como nota discordante del periodo de entreferias, debido a que algunos delincuentes también aprovechan para hacer su agosto robando todo lo que pueden de valor en las casetas. Por ello, cada responsable tomas sus medidas personales: «Cuando queda poco para el comienzo se meten las cosas de valor y entonces es cuando nos turnamos para dormir aquí y vigilar con un perro» manifiesta Manuel Lagostena. Otros optan por formas más sutiles y precavidas: «Nosotros, para que no nos roben, lo dejamos todo vacío cada día, por eso tardamos tanto en montar» asevera Eduardo Díaz dueños de Buenafama.

Las demandas que los encargados aplicarían a la Feria para años venideros son diversas. Para Díaz, lo más fundamental gira en torno a una mayor vigilancia y limpieza, porque, según él: «Esto amanece por las mañanas muy puerco». Por su parte, Celia Alonso reclama al Ayuntamiento unas infraestructuras mucho más capacitadas: «Mejoraría que las casetas fueran como en el Puerto de la Torre que son ya estructuras de obra. Aquí son de montar. Cuando se empezó se suponía que iba a ser para montar y desmontar, pero se vio que eso era un coste y un tiempo que no era rentable. De esta forma no se deteriorarían tanto».

Lagostena aboga por un menor papeleo por parte del organismo municipal, así como una restauración del frontal de los módulos, ante las masivas quejas por parte de los propietarios. Además, la incertidumbre de no saber si te van a desplazar de caseta presenta un fuerte hándicap: «Si yo sé que esta caseta va a ser mía 25 años, pues yo invierto en ella».