Es la primera vez en 43 años que el campo de tiro olímpico del Guadalmedina enmudece por completo. El arquitecto Ignacio Dorao, que ha hecho este camino «un millón de veces», pasea por los senderos de tierra sin escuchar los tiros de las galerías. Ni siquiera las conversaciones de socios y particulares en el restaurante del campo, un edificio que él mismo diseñó hace décadas. «Después del cierre seguíamos reuniéndonos en el restaurante pero también nos dijeron que nos fuéramos», cuenta.

Situado entre una estribación de los Montes de Málaga y el Guadalmedina, casi asomado a la autovía de Málaga, el campo de tiro, dependiente de la Federación Andaluza de Tiro Olímpico, lleva desde marzo cerrado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta por no haber llevado a cabo las labores de mantenimiento para evitar un incendio que en agosto de 2014 quemó 273 hectáreas, 40 de ellas en el parque natural de los Montes de Málaga Montes de Málaga.

«Dice la Junta que el personal del campo no limpió convenientemente la zona pero ¿qué se puede hacer?, ¿quitar rastrojos?, ¿ramas?, ¿alguna piña seca caída?» -se pregunta Ignacio Dorao mientras señala el perímetro del campo, donde comenzó el incendio de 2013-. «Es un poco absurdo, lo primero es quitar árboles y hacer un cortafuegos, algo que el campo de tiro no puede hacer, está prohibido. Que la Junta haga primero un cortafuegos en condiciones porque el fuego se inicia donde debería estar este», concluye.

Ignacio Dorao pasea junto a los tocones de varios árboles que la Junta ha cortado en el interior del campo, una parcela de 5,4 hectáreas. Ignacio es el socio 129 de los cerca de 9.000 con los que cuenta el tiro -aunque efectivos unos 1.000, calcula- y lleva ejercitándose con este deporte «prácticamente toda la vida».

Comenzó, como otros deportistas, en un campo anterior, más modesto, en el pantano del Agujero, aunque también pudo probar su puntería en esos años en el Campamento Benítez. «Tenían una galería, una especie de búnker, era una excavación bastante rudimentaria pero ellos se entretenían. Iba con un teniente coronel, si no no podía entrar en el campamento».

Su conocimiento de las diferentes modalidades de tiro hizo que incluso a acudieran a él, en busca de consejo, policías en prácticas que utilizaban las instalaciones hoy clausuradas.

«Con lo del incendio, llegaron incluso a hablar de que alguien se había puesto aquí a pegar tiros, de que saltaron chispas por el disparo... En 43 años no hemos visto jamás un tirador que se atreva a pegar un tiro fuera de la galería, de la que además es imposible que se escape una bala.

Automáticamente se habría quedado sin licencia y habría sido expulsado. Y tampoco pasó nunca nada en el pantano del Agujero», sentencia.

El veterano socio recuerda además las palabras de un aficionado americano a este deporte al hilo del cierre del campo malagueño: «Si las balas pudieran causar incendios Estados Unidos no existiría».

El arquitecto sigue practicando a sus 83 años tiro con precisión a 50 metros con carabina, entre otras modalidades. «Es meter las balas en el tamaño de una moneda de dos euros. El oculista me dice que para mi edad tengo una vista muy buena».

Acaba de pasar por el armero, ya vacío, después de que los socios retiraran sus armas tras el cierre. «Le llamábamos el búnker porque se ha hecho nuevo, está blindado por todas partes, con una puerta con barras que necesitas un cañón para abrirla. Yo vine el otro día a retirar mi arma».

Adosado al restaurante, el antiguo centro social, hay un podio para las ceremonias deportivas. «Aquí en el restaurante es donde nos reuníamos después de tirar. Muchas familias venían aquí a pasar el día con sus niños», recuerda. Tampoco se olvida del perrillo que un día apareció por los terrenos y que adoptó el campo, y hasta un gallo.

Nada más salir del restaurante aparece José Antonio Sánchez, el encargado de este negocio hoy cerrado. «Mi familia lleva aquí 39 años. Mi padre empezó arriba, en la casa del tiro al plato y yo llevo aquí con el restaurante 29 años», cuenta.

José Antonio muestra su disgusto por una situación que a su juicio no está muy clara. «En 43 años que llevamos pegando tiros jamás en la vida ha habido fuego ni ningún problema. Al contrario, la Agencia de Medio Ambiente nos ha dado el visto bueno», y recuerda cómo, un año antes del incendio, la Junta renovó la concesión por otros 10 años tras pasar el campo el examen.

Con respecto al famoso perímetro y su limpieza cree que «siempre ha estado limpio pero claro, lo que no podemos aquí es tocar un pino, nos meten en la cárcel. La tala la ha hecho la Junta por su cuenta y riesgo».

Para evitar saqueos, José Antonio Sánchez, junto con otro trabajador veterano, Juani, acude tres veces al día a inspeccionar el restaurante y los terrenos del campo de tiro y los mantiene en buenas condiciones. «Aunque ya se han llevado una pila de vigas de tren que habían sobrado de poner unas parabalas y se habían colocado para que la gente se sentara», lamenta.

Con el cierre de su negocio desde marzo José Antonio Sánchez echa una mano en bares de conocidos los fines de semana. «Tendremos que buscar algo más estable, no vamos a estar en la forma que estamos», dice de su futuro.

En abril del año pasado, cuatro meses antes del incendio, La Opinión se hizo eco de la denuncia de la Asociación de Deportistas Afectados por las Irregularidades del Tiro OlímpicoAsociación de Deportistas Afectados por las Irregularidades del Tiro Olímpico, que señaló que existían irregularidades medioambientales como ausencia de tratamiento de aguas residuales y de residuos tóxicos de plomo, neumáticos viejos apilados así como falta de licencia de apertura. La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento anunciaron que investigarían la denuncia.

Estas supuestas irregularidades fueron negadas en su día por el presidente de la Federación Andaluza de Tiro Olímpico, Eduardo Jiménez, que ocupó el cargo durante 18 años y que dimitió en octubre del año pasado, precisamente por los problemas con el campo de tiro olímpico Guadalmedina. «Me fui harto de soportar a la Federación Española, a los políticos y a mucha gente que no ha reconocido la labor de estos 18 años y más concretamente en Málaga. Cuando aparece en la prensa que los políticos dicen que la causa fue un tiro no es cierto en absoluto. Un disparo no prende fuego. Creo que el fuego fue provocado y puede que sea gente interesada en que el campo de tiro se cierre, tengo esas sospechas», señalaba ayer, al tiempo que resaltaba que «en 50 años que llevo en este deporte no ha dado un problema».

Eduardo Jiménez, que ha participado en dos juegos olímpicos y es militar retirado, subraya que uno o varios tiros no pueden haber sido los causantes del incendio. «He estado en muchas maniobras con fuego y no pasa nada. Eso no puede haberlo causado unos disparos».

En cuanto al futuro, si finalmente el campo de tiro se cierra para siempre cree que perderá este deporte en Málaga y ganarán los clubes privados de tiro «hechos para ganar dinero».

Como comenta Ignacio Dorao, los socios pagaban una cuota anual de unos 200 euros anuales que la delegación de Málaga ha dejado de cobrar, vistas las circunstancias.

Fuentes de la Delegación de Medio Ambiente señalaron ayer que la Junta ha pedido ya las llaves del campo de tiro olímpico y que los terrenos estarán custodiados «por los agentes de Medio Ambiente, además de la Guardia Civil y la Policía Local y Autonómica», para evitar robos.

Pese a que este verano se puso en marcha una comisión entre Medio Ambiente y la federación para buscar una salida al conflicto, las mismas fuentes señalan que serán «los tribunales los que tengan que hablar».

En la página Change.org una campaña «por la defensa de las instalaciones de tiro olímpico de Málaga-Guadalmedina»Change.org pide a la Junta que «reconsidere su decisión» y lleva recogidas cerca de 2.300 firmas.