Desde muy temprano, los chiringuitos toman vida. Ahí, en ese lugar privilegiado que les confiere su espíritu y personalidad, junto a la playa, en la misma arena, donde se siente la brisa del mar, estos establecimientos se erigen como oasis para los turistas, convirtiéndose en locales en los que el veraneante encuentra un sitio más allá del restaurante que sacia su hambre o su sed, en el que halla un lugar amigo en el que sentirse como en casa, relajarse y compartir experiencias durante sus vacaciones.

«En los chiringuitos la relación con el cliente es diferente a otros restaurantes, hay que tener en cuenta que el tiempo que pasan aquí es mucho. Hay turistas que llegan a las diez de la mañana, se sientan a desayunar, leen la prensa y se van a sus hamacas con sus toallas a pasar el día. Algunos se van a las diez de la noche y han estado toda la jornada con nosotros», afirma Alberto Santos, responsable del chiringuito «Alberto» en el Puerto de Fuengirola.

Y así día tras días, verano tras verano, fijos en las playas, los chiringuitos se convierten en puntos de encuentro, de información, de amistad, de juego (en los que echarse una partida de cartas o de dominó), de relax€y hasta de auxilio.

«El chiringuito es prácticamente una casa de socorro y de información. Tenemos de todo, botiquín para atender heridas, para aliviar las picaduras de medusas, accidentes con erizos,€ hasta desfibriladores (que gracias a Dios no hemos tenido que usar); pero sí es cierto que estamos preparados para dar el primer auxilio al turista», comenta Juan Moreno, responsable de «Las Gaviotas» en Benalmádena. Moreno defiende que uno de los secretos para esa estrecha relación que se mantiene con el cliente está basado en la confianza que generan desde el chiringuito. «Los turistas se fían de nosotros porque somos gente de aquí, que damos información real a lo que nos demandan. Ellos quieren salir y estar informados y nosotros le ofrecemos alternativas», asevera.

Pero es mucho más. En el chiringuito se traspasa la relación camarero-cliente, para convertirla en amigo-amigo en muchas ocasiones. «La gente no se imagina la amistad que forjamos con muchos de nuestros clientes», asevera Juan Moreno, al que le acompaña su hijo David desde hace más de 10 años en el chiringuito. «Quiero pensar que todo se basa en el trato que damos. De hecho esa es mi principal función en mi local: dar el mejor servicio posible. Nosotros tenemos amigos, clientes que se han convertido en buenos amigos, a los que incluso visitamos en invierno en sus ciudades, en Madrid, en Toledo», comenta David Moreno.

Y ese es el caso de Javier Santiago, toledano de 40 años, que descubrió el chiringuito «Las Gaviotas» de casualidad hace más de 10 años. «Yo iba con mi pareja a unos apartamentos en Benalmádena, bajamos a la playa, fuimos a un chiringuito y después paseando a otro, «Las Gaviotas», nos gustó mucho su ambiente, su personal€ y ya cada año íbamos buscando nuestra casa de veraneo más cerca de «Las Gaviotas». Hoy, son nuestros amigos del chiringuito los que nos buscan la casa. Me llaman sobre enero y me dicen «Javi, ¿qué fecha vienes este año?», se la digo y ya me despreocupo, y cuando llego a Benalmádena recojo las llaves de mi apartamento en el chiringuito directamente», comenta Santiago, quien empezó visitando Benalmádena y el establecimiento de Juan Moreno con su pareja y ya viene con sus niños de 9 y 3 años. «Hemos hecho mucha amistad, mi pequeño conoce el chiringuito desde que tenía 20 días. Ellos nos han dado siempre mucha confianza. Es un día tras día allí, con el aperitivo, comiendo,€estamos tan a gusto que estar allí es como estar en nuestra casa», afirma Santiago.

Pero eso no es algo anecdótico ni puntual, el propio Alberto Santos, desde su chiringuito en el Puerto de Fuengirola, asegura que son un punto de contacto. «Además de los servicios que ofrece el chiringuito en sí, de su restauración, la prensa, el servicio en las hamacas,€ somos un punto de contacto porque aquí hay quien nos dice que está alquilando apartamento y quien nos pregunta por alquileres y nosotros servimos de conexión», comenta Santos, quien afirma que la amistad que ha entablado con muchos de sus clientes es muy intensa. «Yo tengo amigos en diversas partes del mundo gracias al chiringuito. En Inglaterra y Holanda tengo amigos de muchos años y me he ido a sus casas varias veces. Incluso he ido a bodas de hijos de mis clientes», comenta Santos, mientras defiende que en la juventud está el futuro. «Mis amigos y yo nos intercambiamos hasta regalos. Ellos siempre nos traen souvenires y nosotros cuando se marchan les damos algún detalle», comenta.

De la misma forma, Santos reconoce que esa amistad es para lo bueno y lo malo, y que también ha habido años en los que les ha faltado alguno de sus clientes fijos porque alguien de la familia ha fallecido y eso ellos lo sufren mucho también. «En este negocio la parte humana es muy importante, casi podría decir que es más importante que la económica», asegura Santos quien lleva más de 35 años en «Alberto».

«Las Gaviotas», «Alberto», Santos, Moreno, Santiago son sólo ejemplos de las muchas historias que se fraguan y se cultivan cada año en los aproximadamente 400 chiringuitos de la Costa de Sol, donde la restauración es sólo un servicio más de los diversos que ofrecen, (incluso muchos de ellos, ofertan ya camas balinesas y se convierten en chill-out ideales para las caídas del sol y la noche) y donde el servicio y el trato directo parecen ser uno de sus mejores secretos.