­Durante muchos años se identificó con lo que los pescadores llaman una piedra; un bulto en el que se pierden las redes y que en este caso estaba además cubierto por una eternamente renovada mancha de aceite. Muchos historiadores conocían la historia, pero no contaban con datos suficientes com para hacerla coincidir con ese otro punto de la bahía de Málaga del que hablaban las labores de pesca. Fue el abogado y estudioso Antonio Checa quien en 1996 localizó los restos, dando pie a una serie de estudios de campo que se ampliarían más tarde con la expedición de la Armada y la misión arqueológica del equipo Nerea, que se sumergió provisto de sónares para tomar la plantilla geográfica del conjunto y del terreno.

De estos últimos estudios, de los que da cuenta Javier Noriega, se extrae el perfil de la caída del C3. En su inmersión los técnicos de Nerea toparon con un armatoste ennegrecido incrustado en el légamo y casi indescifrable, con una arquitectura ciega a su alrededor hecha de arena, redes de pesca y aguas cenagosas. Al lado de los restos del submarino, los investigadores entrevieron otro objeto de elevadas dimensiones. La conjetura es que podría tratarse del torpedo, aunque no está demostrado. Lo único claro al respecto es la lectura que hizo el erudito José Ignacio González-Aller, que insistía en el que el disparo, si bien certero en el objetivo, en realidad había fallado. Una embestida a esa distancia, sostenía el experto, habría provocado la explosión y disgregación instantánea de la nave, que, por contra, fue seccionada de un tajo, dejando buena parte de su cuerpo intacto para la avanzadilla de los historiadores.

Es precisamente en este punto en el que insiste Javier Noriega. En el C3, como en tantos otros naufragios, la mayoría sin localizar, todavía queda mucho por descubrir. Y, en este caso, con sólo poner sobre la mesa voluntad y los medios técnicos adecuados. La Armada España, en 1998, homenajeó a las víctimas del naufragio. En Málaga ni siquiera existe una placa conmemorativa. De momento, sólo trasluce la protección, que en lo que respecta al pecio es triple. Los restos tienen la consideración de tumba de guerra, pero también podían adherirse a la figura prevista para preservar el patrimonio e, incluso, a la aplicación de la ley de memoria histórica.