La crisis de los refugiados está revelando verdades que están siendo muy duras de asimilar. Entre ellas, la principal conclusión que ya no pilla a nadie por sorpresa, pero conforme pasan los días sin que pase realmente nada, ha ido tomando cuerpo movida por la cruda actualidad y la nitidez de sus imágenes. La Unión Europea se ha convertido en un club de egoístas. Toda esa mercadotecnia bruseliana del consenso que se propulsa a través de una supuesta solidaridad tiene sus limitaciones. «Esto ya es algo que se sabía después de lo ocurrido en Grecia», podrían decir algunos. Pero hay matices.

La Unión Europea es como una asociación privada en la que la gente es de muchas partes y eso condiciona, pero no ha impedido que todos saquen pecho de la supuesta solidaridad europea a raíz del último rescate griego. Visto lo visto, fue mucho más fácil de gestionar que la llegada de miles de refugiados anémicos a nuestras fronteras. En el fondo, el peso del rescate a Grecia recae sobre las futuras generaciones, mientras que tanto los desafíos económicos y culturales, provocados por la llegada de los refugiados, exigen actuar de inmediato y sin demora por la urgencia de la miseria. En una especie de solidaridad del momento y, justo en este punto, podría estar la explicación porque todos sabemos que duele menos pagar a plazos que a bolsillo abierto.

En estos momentos de tensión que vive Europa -Málaga forma parte de ella-, alguien le preguntó en Twitter a Ysabel Torralbo, la portavoz de Málaga Ahora en el Ayuntamiento, si Málaga podría optar a convertirse en una ciudad refugio. «La queremos y la necesitamos. Actuaremos», afirmó Torralbo de forma tajante y comprometida por la causa, dando a entender que trabajará por llevar el tema a los próximos plenos municipales.

Llegados a este punto, uno ya se puede imaginar el debate que se producirá en esta ciudad, tan dada a partirse entre los extremos. «Cerrad las fronteras y echarlos a todos», gritarán algunos para poner de relieve que hay muchos cerebros de simio, reblandecidos por el fracaso histórico de nuestras políticas educativas. «Dejadles entrar a todos», dirán otros omitiendo de dónde va a salir el dinero necesario para atender a estos refugiados. En el fondo todo parece muy fácil: personas que llegan a Málaga porque sus vidas están en juego deberían encontrar acogida. Sin peros ni excusas. Los que vienen buscando una mejora de su situación económica serán bienvenidos, sólo si demuestran poder aportar algo a través de una formación académica inmaculada. Los que vienen para vivir del cuento y chupar de los recursos sociales no tienen cabida. Aviso, quien formule algo así, será tachado de inmediato de militar en la extrema derecha. Por eso de reducir al ser humano a una mera herramienta productiva al servicio de la sociedad.

Barcelona y Madrid ya han tomado la iniciativa y se han ofrecido como ciudades de acogida. ¿Málaga recogerá el guante lanzado? No es lo mismo hablar de refugiados que de turistas.