Existen dudas más que razonables. Sobre todo, a partir de la sentencia judicial con la que los tribunales dieron la razón a España y señalaron a los responsables del Odyssey, a los que acusan de haber actuado con mala fe, desvalijando un yacimiento que sabían a conciencia que pertenecía a un país y a un patrimonio, en este caso, el español. Dos siglos después de su hundimiento, el expediente de La Mercedes sigue trufado por la bruma, con decenas de incógnitas y sospechas por elucidar. Muchas de ellas se han puesto sobre la mesa a raíz de la reciente exploración española, que, cansada de especulaciones y de contrarréplicas, ha querido comprobar in situ el estado del yacimiento y el daño causado por los cazatesoros.

El Gobierno, alentado por científicos y empresas como Nerea, se muestra suspicaz. Y cree que la marca Odyssey, en su avidez, podría haber provocado un grave deterioro a los restos, e, incluso, barrido con muchos de los cadáveres de los marineros españoles que zozobraron junto a la nave. No sería la primera vez que la empresa se la juega a las autoridades a propósito de Las Mercedes. En 2012 los juzgados obligaron a la compañía a restituir a España el cargamento extraído en la zona, en un fallo que un año más tarde tuvo que ser ampliado al intentar los cazatesoros escatimar parte de los bienes arrebatados. En todo este proceso, periodistas como Jesús Calero o Santiago Mata tuvieron un papel fundamental, dando cuenta de las maniobras, como mínimo, equívocas, del Odyssey en aguas de Gibraltar. El estado del yacimiento, en cualquier caso, saldrá muy pronto a la luz pública. Y, además, con todo lujo de detalles. La expedición ha servido para obtener imágenes al detalle de las profundidades, lo que servirá al director Javier Trueba -ganador del concurso convocado por el ministerio- para montar un documental sobre la fragata y sus presuntos depredadores contemporáneos.