­Fue un gesto forzosamente silencioso, trazado a más de 1.130 metros de profundidad, entre burbujas y anémonas. La plasta muda del mar impidió la retórica victoriosa que suele acompañar a los grandes descubrimientos. Aunque no sonara el hilo envarado de las bandas municipales y de los discursos, nadie duda de que con la colocación de la placa a la memoria de las víctimas de La Mercedes, que culminaba la expedición, se produjo un cambio en la historia de España. Al menos, en lo que respecta al cuidado de su patrimonio subacuático, que siempre ha sido proverbialmente ninguneado por las autoridades.

La reciente exploración del Ángeles Alvariño, comandada por el Instituto Nacional de Oceanografía y el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, ha supuesto un giro radical en el tratamiento institucional de los naufragios. Por primera vez, España, que en su irresponsabilidad hacia sí misma llegó, incluso, a condecorar en diferentes momentos a cazatesoros, se ha introducido en alta mar para investigar un expolio, el que lleva la firma del Odyssey, que en 2007 rapiñó más de 600.000 monedas en los alrededores del pecio. Para Javier Noriega, de Nerea, una de las empresas más beligerantes y activas contra los robos, la investigación no sólo representa una oportunidad de hacer justicia y defender los restos, sino también el traqueteo a bombo y platillo de un mensaje que la comunidad científica esperaba desde hacía varias décadas: que a España, acaso el país con más patrimonio submarino diseminado en el mundo, ya no es tan fácil robarle. Y que hay personal dispuesto a verificar y cobrarse los estragos.

De la evolución del cambio de actitud dará cuenta la historia. Lo que sí está claro es que la expedición, cuyas conclusiones fueron recogidas en directo por el ministro Méndez de Lugo, presume un hito para una nación conocida como una auténtica ganga para los cazatesoros, tanto por su inmensa riqueza como por su falta de celo en la conservación activa de sus naufragios. De hecho, no deja de llamar la atención que existan empresas de búsqueda y explotación comercial de restos que tengan mayor conocimiento de todo lo que esconde el manto del mar que las propias autoridades. Los medios están presentes. Sólo hace falta sumergirse.