­Que un político abandone la política es noticia mayúscula. Trinidad Jiménez se va. Se marcha el icono del Zapaterismo, aunque la derecha prefiriera tener como tal a Pajín o Bibiana. Fue la sonrisa del régimen. Sirvió para optar a la alcaldía de Madrid, para llevar la Sanidad transferida, para la cooperación con Iberoamérica y para dirigir la diplomacia española. Diputada por Málaga también. Afable pero firme. Deja la política pero también la política la deja un poco a ella. Tal vez no le hubiera hecho ascos a repetir como candidata al Congreso por Málaga. Pero la dirección provincial del socialismo está más por la renovación, por mucho que el cabeza de lista vaya a ser un veterano diputado.

Jiménez fue una de las que, en su propio domicilio, allá por años muy lejanos, alentó a un jovencísimo Zapatero a inventarse la ´Nueva vía´, una suerte de tercera ídem del socialismo patrio. Lo embarcó en una gira por provincias que desembocó en aquel congreso en el que el expresidente del Gobierno ganara a Bono sí despeinándose pero seduciendo con aquel arranque de discurso obvio pero necesario, coloquial aunque tenido por chestertoniano por más de un agudo observador: «Compañeros, no estamos tan mal». El auditorio se le rindió, se tragó el árnica que manaba de la figura del leonés y de allí salió un secretario general, un candidato, un presidente luego, que siempre pagó bien a Trinidad Jiménez. Una preotoñal tarde de septiembre en los pasillos y enmedio de una anodina tarde de sesiones anuncia su marcha. No faltaron las reacciones, entre ellas la de Celia Villalobos, lacónica pero elogiosa: «Si yo fuera de su partido no la dejaría ir».

A sus 53 años y después, dijo, de «haberlo sido todo», se mostró muy agradecida por el apoyo que ha recibido de su partido y de su actual líder, Pedro Sánchez, con el que seguirá trabajando antes de su marcha para «lograr que sea el próximo presidente del Gobierno».

Jiménez abundó en que ha sido una decisión estrictamente personal, enfatizó que la ha adoptado tras un largo período de reflexión, convencida de que tras haber ocupado numerosos y diferentes cargos públicos en los últimos 15 años ahora sus expectativas de futuro están fuera de la política. «Uno tiene que cumplir una etapa en su vida, la he cumplido aquí; podré seguir apoyando, pero la política activa debe concluir aquí», dijo tras recordar a los periodistas en un corrillo los «intensos» pero también duros momentos experimentados estos tres lustros, como los funerales por víctimas de ETA acompañando a Zapatero, y otros mucho mejores, como el anuncio del fin de la actividad terrorista de la banda.

Como momento muy emotivo evocó la primera vez que tomó posesión como ministra para ocupar la cartera de Sanidad, pero dijo no haber olvidado, por su especial intensidad, su etapa en el Ayuntamiento de Madrid, «cuando yo no era nadie y nadie me conocía», resaltó.

Trinidad Jiménez no quiso dejar de referirse a la «marea de ilusión» que entonces detectó en la calle y que le hizo vivir con gran decepción la derrota a manos de Alberto Ruiz Gallardón, hasta el punto de preguntarse a sí misma que si hubiera continuado en el Ayuntamiento para presentarse de nuevo su trayectoria hubiera sido diferente.

Pese a la insistencia de los periodistas, Jiménez no quiso desvelar a qué se dedicará cuando termine la legislatura. Seguirá como diputada hasta el último minuto, dado que cuando se disuelvan las Cortes proseguirá como miembro de la Permanente hasta la constitución del nuevo Parlamento. Sobre su porvenir resaltó que, de momento, tiene varias posibilidades en mente, sin que por ahora haya tomado una decisión sobre su futuro.