­A la hora de recordar algo, el cerebro parece un tanto caprichoso. La mayoría de las personas son incapaces de decir qué han comido hace una semana, pero recuerdan con todo lujo de detalle el menú de su boda o qué degustaron la primera vez que cenaron con su pareja. Hay quienes tras un viaje borran automáticamente de su cabeza todos los traspiés y solo recuerdan lo bucólico de las vacaciones e incluso muchas veces, ante una misma vivencia, dos personas no la recuerdan exactamente igual.

Los expertos aseguran que no se trata de que el cerebro engañe a la hora de recordar, pero reconocen que la carga emocional ligada a una determinada vivencia y la atención que se le haya prestado son claves para que cualquier hecho ocurrido a lo largo de la vida se almacene o no como un recuerdo y por ello, varía en función de cada persona. «Los recuerdos son síntesis de experiencias y para recuperarlos el cerebro vuelve a crear esa situación. Cuanta más información sensorial o emocional tengamos de un hecho, más sólido será su recuerdo», explica el catedrático de Fisiología Humana y director de un centro de estimulación cerebral, Javier Cudeiro.

A la hora de que una vivencia se fije como un recuerdo, el cerebro necesita realizar tres pasos. «Se podría decir que tiene que grabar lo ocurrido, consolidarlo y, por último, tiene que ser capaz de recuperarlo en el futuro», explica Cudeiro, quien asegura que son múltiples las zonas del cerebro que intervienen en este proceso. «El hipocampo, la corteza frontal, etc... Hay diferentes áreas que trabajan en red, en conjunto para fijar los recuerdos y recuperarlos», señala.

Pese a que todavía quedan enigmas por desvelar sobre la formación de recuerdos, para la neurociencia hubo un antes y un después a 1953. Ese año el estadounidense Henry Molaison fue operado para terminar con sus ataques de epilepsia. «Para ello se le extrajo una pequeña parte de su cerebro en la que iba incluida el hipocampo», explica Cudeiro, quien añade: «Tras la operación, el paciente se recuperó perfectamente, pero era incapaz de generar nuevos recuerdos, lo que llevó a estudiar el hipocampo y a descubrir que tiene un papel importante a la hora de generar nuevos recuerdos».

Desde entonces, se han dado grandes avances en este campo y ahora, pese a existir infinidad de recuerdos diferentes, los expertos los suelen englobar en cuatro tipos de memorias, según explica el psicólogo de una asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer, Juan Bonome. Habría que hablar de una memoria episódica, en la que se incluyen los recuerdos sobre acontecimientos vividos a lo largo de la vida desde la infancia. «Se trata de recuerdos sobre la niñez o nuestra vida que se apoyan en fotografías, objetos o comentarios que nos hace la gente», explica Bonome.

¿Qué influye para recordar unas cosas y otras no? «Los detalles sensoriales son la materia prima de los recuerdos. Si cuando hemos vivido algo, captamos más información sensorial -componentes visuales, sonidos, etc...- el recuerdo será más sólido», sostiene Javier Cudeiro. «Solo hay que ver que cuando se vive un hecho traumático, en donde la atención está centrada en él, es difícil olvidarlo. La atención que una persona haya prestado a una vivencia es lo que hace que a la hora de recordarlos haya matices diferentes entre dos personas que compartieron la experiencia», señala.

Pero a la hora de acordarse de algo, la carga emocional también tiene mucho que decir. «Es muy importante las sensaciones de cómo lo hemos vivido, el tinte emocional que tiene».

¿Por qué hay quien solo recuerda lo bueno de una experiencia? Los expertos aseguran que también depende del tinte emocional de lo vivido. «Es muy difícil tener un recuerdo neutro, siempre nos evoca alguna emoción. Se sabe que hay una parte del cerebro clave en este sentido y que en función de cómo se haya activado durante la vivencia supondrá un mayor tinte emocional -ya sea algo positivo o negativo- que se trasladará al momento en el que recuperamos este recuerdo».

¿Todos los recuerdos son reales? Los expertos tienen claro que no, ya que es posible influir en una persona y lograr que recuerde algo que realmente no vivió de esa manera. Los comentarios de los padres o de la familia sobre un hecho de la infancia, por ejemplo, hace que se recuerde de una forma en concreta. Un estudio realizado en EEUU demostró hace años que era posible manipular los recuerdos sin problemas. «Se reunió a un grupo de personas que habían estado en Disneyland de pequeños y tras una larga conversación sobre el tema, un tercio aseguró recordar haber estado en el parque con un personaje animado en concreto cuando no es posible porque es de otra compañía», explica Cudeiro, quien reconoce que el objetivo era demostrar la poca fiabilidad de los testigos en los juicios cuando han pasado varios años.

¿Es posible manipularlos? El Instituto de Massachusetts (EEUU) acaba de terminar un trabajo en el que han logrado introducir y eliminar recuerdos en ratones. «De momento parece ciencia ficción, pero poder quitar recuerdos sería algo muy útil en gente que sufre estrés postraumático».