¿Qué probabilidad existe de que dos hermanos desarrollen el mismo tipo de tumor y que este se descubra a la vez? «Pocas, aunque si hablamos de un tumor con componente hereditario puede tener cierto sentido», asegura el jefe de servicio de Neurocirugía del Hospital Carlos Haya, Miguel Ángel Arráez. Hace poco más de un año se enfrentó a un caso único: operó a dos gemelos malagueños del mismo tipo de tumor en el cerebro.

La historia de los hermanos Montoro Escaño parece sacada de la ficción. Deportistas y profesores, estos dos gemelos de 35 años siempre han tenido una vida sana y equilibrada. Jorge y Kiko -así se llaman- son el ejemplo de la superación y de la generosidad.

Todo empezó cuando Jorge sufrió un desmayo mientras viajaba a Francia. Siempre había padecido dolores de cabeza, pero nunca antes se había desvanecido. A la vuelta del viaje decidió hacerse un chequeo, quedarse tranquilo y que su familia lo estuviera aún más. Pero recibió uno de esos diagnósticos con los que las piernas tiemblan y la voz se quiebra: tenía un ependimoma, un tumor intracraneal en el sistema nervioso. «Es imposible no asustarse un poco, no es algo que se elija. Pero se me quitó pronto, tenía la sensación de que iba a salir bien», cuenta Jorge, que a posteriori ha sabido que el desmayo nunca tuvo que ver con el tumor, sino que se debió a un síncope común.

Kiko, que se encontraba bien, al margen de la evidente preocupación por la enfermedad de su hermano, empezó a cavilar, llegando a pensar en algún momento si alguna vez podría, también él, desarrollar la enfermedad. «Me encontraba perfectamente y mi hermano le dijo a los médicos que tenía un gemelo, pero no le dieron importancia, dijeron que la probabilidad de tener un ependimoma era como la de cualquier otra persona», señala Kiko.

Pero algo le hizo ir al médico. Pensó que, quizás, podría ayudar a su hermano, al ser tan parecidos. Este decidió prescribirle una resonancia no sin reparos y la sorpresa al recoger los resultados fue mayúscula: tenía el mismo tipo de tumor que Jorge, de tipo dos en malignidad sobre cinco, y en la misma zona. «La única diferencia es que tenía otra forma», cuenta Kiko Montoro.

Seis meses después de la operación de Jorge, Kiko pasó por quirófano. El primero de ellos, que tuvo una buena evolución, se dio después radioterapia porque habían quedado unos pequeños restos que con el tiempo desaparecieron. Kiko aún está a la espera de saber si necesita un tratamiento complementario o una nueva intervención porque quedó una parte que aún no sabe si ha desaparecido.

Los dos hermanos, que no sólo compartieron el vientre materno y más tarde una enfermedad, también tienen la misma profesión. Ambos son profesores de Educación Física y amantes del triatlón. «Somos conscientes de que hemos tenido suerte, porque estamos muy bien y los tumores habrían acabado dando problemas, desde hidrocefalia hasta la muerte», reconoce Kiko, que no pierde su entusiasmo y energía. Según el doctor Arráez sí que han tenido suerte, porque el hallazgo de sus tumores fue, tal y cómo explica, fortuito. «No eran lesiones que estuvieran dando síntomas así que eso hizo aún más sorprendente el diagnóstico», reconoce el neurocirujano, que admite que ambas operaciones supusieron un reto para el equipo médico porque estaban pegadas al bulbo raquídeo. Arráez no dudó en que debían intervenirlos porque no tenían la certeza de que en el futuro no fuese a ocasionarles problemas.

La intervención quirúrgica de los gemelos fue idéntica. El doctor Arráez trabajó en colaboración con neurofisiólogos para extirpar la masa tumoral. «Se hizo una monitorización neurofisiológica intraoperatoria para registrar la actividad cerebral de la parte que estábamos operando y no dañar a los pacientes», explica el cirujano, que señala que los nervios afectados en este caso eran los de la fonación y la deglución.

Miguel Ángel Arráez sigue sin salir de su asombro por tan peculiar caso médico. «Se trata de un caso único, hemos tenido tumores de la misma estirpe en hermanos, pero se debe a tipos hereditarios y este no es el caso», manifiesta el médico que, no obstante, trata de buscarle explicación. «Podemos pensar en el azar -que es difícil - o en algún tipo de fenómeno que escape de nuestro conocimiento. En este tipo de tumor no se espera una carga de herencia o predisposición a padecerlo, pero al ser gemelos el sentido común nos dice que existe algún tipo de mecanismo genético implicado», reconoce el neurocirujano, que no descarta que fuera en el embarazo.

Así, el experto señala que este caso no significa que todos los gemelos vayan a desarrollar una misma enfermedad, pero que aquellas con una base genética o con la misma exposición ambiental sí pueden tener explicación. De este modo, manifiesta la satisfacción de todos los profesionales sanitarios implicados por haber hallado este tumor y así haber evitado problemas futuros a los gemelos. «Aunque no se trataba de un tumor grave era importante quitarlo, en estas localizaciones nunca hay un enemigo pequeño», apuntó. Después del susto, los hermanos han continuado con su vida, con una anécdota -con su susto incorporado- que nunca dejarán de recordar ni de contar. A la pregunta de si la enfermedad les unió más, ambos responden: «Es difícil que lo estemos más de lo que ya estábamos».

Amantes del deporte y de los desafíos extremos. Los hermanos Montoro participan cada año en multitud de eventos deportivos en los que ponen a prueba su capacidad física. Ni un año después de haberse recuperado de la operación, los dos participaron en el Ironman Lanzarote 2015, en mayo, en el que combinaron running, natación y ciclismo obteniendo buenas marcas superando así 226 kilómetros.

Además, uno de ellos, Kiko, cumplió este verano junto a un amigo un reto que ideó durante su convalecencia por la recuperación de la operación del tumor: completar la distancia que existe entre Estambul y Gibraltar, unos 4.600 kilómetros, montados sobre sus bicicletas. Las etapas, de entre 135 y 240 kilómetros, fueron completadas con éxito, hasta el punto de que han sugerido que esta ruta se oferte y señalice como el Camino de Santiago.